Crónicas de la ciudad

Siguen las pintadas pedantes en San Julián

Por algún misterioso motivo, lo más zoquete de la Fauna Ibérica ensucia con pedanterías y obviedades los muros centenarios y restaurados del Hospital de San Julián

Las pintadas ayer, a primera hora de la mañana.

Las pintadas ayer, a primera hora de la mañana. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

La historia contrafactual nos permite aventurar qué habría pasado, por ejemplo, si un tal Adolf Hitler hubiera triunfado como acuarelista en Viena o si Iosif Stalin hubiera continuado sus estudios en el Seminario sin meterse en política. Según esta rama fantasiosa del conocimiento, hoy no serían dos de los tres asesinos en serie más afamados de la Historia.

En cuanto al tercero, Mao Tse-Tung, si sólo se hubiera dedicado al negocio familiar -la agricultura- es bastante probable que la demografía de su país no hubiera sufrido tan bruscos descensos durante su existencia.

Podríamos seguir con el actual gángster del Kremlin, por ver si alguien tan inepto y malvado habría tenido arreglo con algún cambio vital pero, ya que estamos en Málaga, mejor elucubrar sobre las agrupaciones celulares que, en un momento reciente aunque indeterminado, sintieron la imperiosa necesidad de dejar su huella de zoquetes en los muros rehabilitados del Hospital de San Julián, sede de la Agrupación de Cofradías.

Por algún misterioso motivo, los elementos más tarugos de la Fauna Ibérica tienen especial querencia por este edificio del siglo XVIII. Por alguna razón este trozo del Patrimonio de Málaga recibe temporalmente, en forma de pintadas, las reflexiones más obvias y petulantes, que evidencian la vaciedad de sus autores, además de su vandalismo garrulo disfrazado de cierta moralidad e intelectualidad.

En 2018 ya comentamos una exhibición de pedantería con grafiti en el Muro de San Julián: Algún alma de cántaro amante de las series copió (mal) una frase de latín macarrónico que aparecía en la novela de Margaret AtwoodEl cuento de la criada’, luego convertida en serie.

Ahora toca pasar vergüenza ajena con nuevas pintadas absurdas que castigan este monumento secular. Aquí van: «No hay que forzar aquello que por sí sólo no se da» y «Coincidir en estos tiempos».

Pensemos qué habría pasado si el autor o autores de estas obviedades vandálicas se hubieran aficionado a la lectura y hubieran sentido curiosidad por la Historia del Arte, al tiempo que hubieran atendido las recomendaciones de sus maestros.

Pues hoy serían personas civilizadas, respetuosas con los bienes ajenos y comunes, así que este firmante tendría que buscarse otra crónica; además, no habría que destinar el dinero de los impuestos de sus padres para limpiar el viejo Hospital de San Julián.

En suma, según la historia contrafactual todos saldríamos ganando. Por soñar que no quede.

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