Crónicas de la ciudad

Pequeños gestos para aumentar el verde en Málaga

En la calle Calatrava se unen los naranjos de esta estrecha vía con los pinos de la biblioteca Manuel Altolaguirre y los tiestos colocados por los vecinos

Una vista de calle Calatrava, esta semana.

Una vista de calle Calatrava, esta semana. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Que nadie se extrañe si en los próximos años, en los parques, jardines y parques forestales de Málaga empiezan a abundar especies que antes sólo se encontraban al cruzar al Estrecho, en tierras de los vecinos marroquíes.

El cambio climático traerá la desertificación y habrá que adaptarse a los nuevos tiempos recreando en estos lares, aunque sólo sea con la vegetación, el antiguo Protectorado Español.

Mientras llegan esos resecos momentos y si tuviera visión de futuro, haría bien el Ayuntamiento en duplicar sus previsiones de zonas verdes para los próximos lustros, en lugar de racanear en las áreas más pobladas para plantar ‘centralidades’ que darán un importante impulso al precio de los pisos en Málaga y al C02, por mucho que el alcalde aporte  datos (parciales) en contra.

Pero también valen los pequeños gestos que transforman calles proclives a la solanera en algo bien distinto. Es una tarea que realizan tanto el Consistorio como los vecinos, todo sea dicho.

Lo podemos ver en la calle Calatrava, junto al Paseo de los Tilos. Pese a ser una calle bastante estrecha, cuenta con naranjos a ambos lados y sobre todo, con la preciosa biblioteca pública Manuel Altolaguirre, una edificación moderna que no se ha privado de contar con un pequeño pinar.

Pero además, asomada a calle Calatrava hay una vía hoy sin salida, la calle Ángel de la Guarda, que para que dé honor a su nombre los vecinos han colocado delante unos grandes tiestos con plantas, con el fin de impedir que sea aliviadero de animales y bípedos.

Entrada a la biblioteca pública municipal Manuel Altolaguirre.

Entrada a la biblioteca pública municipal Manuel Altolaguirre. / A.V.

Precisamente enfrente, delante de la biblioteca municipal, se encuentra la pequeña calle Rambla, en forma de ele, con una solar que albergó en su día tres casa matas. Al pie de la valla del solar las hierbas han creado una mullida alfombra, formada casi en exclusiva por verdolaga y con un poco de amaranto. Y en el centro, en mitad de este reverdecimiento natural, monta guardia un ficus en ciernes.

De él cuenta Pepe, un vecino de la calle, que se encontró el ficus tirado y seco en un tiesto y que fue gracias a sus cuidados que lo replantó y hoy aspira a acercarse lo más posible a las nubes de otoño.

Desde este tranquilo rincón de la Cruz del Humilladero, por cierto, puede verse un curiosa construcción: una torre rematada por un tejado y una veleta marinera. En realidad, cuenta su propietario, es una ingeniosa solución estética porque se trata de un ascensor para una vivienda privada. Pequeños gestos para mejorar la ciudad ya sea con veletas, árboles, tiestos y hierbas del campo. Que cunda.

Torre con veleta, en realidad un ascensor privado.

Torre con veleta, en realidad un ascensor privado. / A.V.

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