Crónicas de la ciudad
Echarse las manos a la cabeza por la pugna urbanística en Repsol
Los delegados de la Oficina Internacional de Exposiciones se perdieron el arcaico espectáculo del Ayuntamiento combatiendo contra los vecinos que piden un gran parque para su ciudad

Vista parcial de los terrenos de Repsol en la primavera de este año. / A.V.
Por suerte para el éxito de nuestra candidatura, los delegados de la Oficina Internacional de Exposiciones, que examinan a las ciudades candidatas a organizar la Exposición Internacional de 2027, no realizaron la visita estos días y en su paseo en helicóptero no se posaron ni en los terrenos de Repsol ni en las proximidades de la Ciudad de la Justicia.
De haberlo hecho en estos días, les habrían llegado los ecos de un inusitado espectáculo totalmente contrario al espíritu de la exposición, cuyo lema es ‘La era urbana: hacia una ciudad sostenible’: el show del Ayuntamiento de Málaga, por supuesto sufragado con dinero público, peleando en los juzgados a brazo partido para que los colectivos agrupados en una plataforma ciudadana, muchos de ellos asociaciones de vecinos y comerciantes del entorno, no puedan contar con el mayor parque urbano de la ciudad.
Es más, se habrían enterado de que, siempre costeado con el dinero de todos, entre sus mandobles judiciales nuestro desnortadísimo Consistorio ya pretende reclamar 223.000 euros a la plataforma ciudadana, es decir, a estos colectivos. Estará por ver, claro, si la Justicia le da la razón. Lo que este firmante intuye es que no se la dará el paso del tiempo.
A juicio de este plumilla, los malagueños de este mismo siglo XXI se llevarán las manos a la cabeza cuando echen la vista atrás ante este desigual y arcaico combate entre unos vecinos que quieren que en los dos distritos más castigados por el tercermundista Urbanismo local, los de más densidad de población - la Carretera de Cádiz y la Cruz del Humilladero- se extienda un bosque a lo largo de 177.000 metros cuadrados y nuestro Ayuntamiento actual, anclado en el Urbanismo de los años 70, que pelea en esos mismos terrenos por un parque de sólo 65.000 metros cuadrados que además albergará en un rincón un aparcamiento subterráneo. El resto, ya saben, migajas de zonas verdes desperdigadas y cuatro rascacielos en cuya construcción se emitirán pompas de jabón y no CO2, si seguimos las excéntricas teorías de nuestro docto alcalde.
Por eso y porque las nuevas generaciones cada vez están más sensibilizadas ante la necesidad de más zonas verdes en las ciudades y ante el galopante cambio climático, no es arriesgado aventurar que, a lo largo de este siglo, cuando contemplen los rascacielos pasados de moda y el parque de Repsol -ni siquiera mayor que el Parque del Oeste inaugurado en 1992- se llevarán las manos a la cabeza y pensarán en lo miopes y provincianos que fueron los políticos del pasado. Eso sí, la Expo del 27, un éxito.
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