Banco de alimentos
La Unión: la aventura de alimentar en Ciudad Jardín
Fundada en 2010, la Asociación La Unión de Ciudad Jardín logró la implicación de los servicios sociales municipales y hoy reparte alimentos a 1.010 familias con la ayuda de unos 25 voluntarios
A sus 77 años, Manuel Ramos, supervisa a primera hora de la mañana la descarga de un camión con fruta y verdura en el patio del antiguo colegio Salvador Rueda, en Parque del Sur. «Son donaciones de cooperativas de Almería recogidas de Mercamálaga, el envío de todas las semanas de la Junta de Andalucía por medio de Bancosol», explica.
Antiguo gerente de una empresa gasolinera, Manuel Ramos se hizo voluntario en los Ángeles Malagueños de la Noche y en 2008, a raíz de la primera crisis mundial, intentó promover con otros voluntarios que los niños con familias sin recursos no se quedaran sin el comedor escolar. El siguiente paso, dos años más tarde, fue poner en marcha la Asociación La Unión de Ciudad Jardín, el banco de alimentos que preside.
«Por aquel tiempo Ciudad Jardín era el único distrito de Málaga que no tenía banco de alimentos y viendo el panorama, porque aquí hay gente muy necesitada, un grupo de gente dijimos: vamos para adelante», explica Rafael Mellado, uno de los fundadores de La Unión y presidente de la Peña Montesol-Las Barrancas.
«Ha subido todo»
En la actualidad, la asociación cuenta con unos 25 voluntarios y atiende a cerca de 1.010 familias, que reciben al mes un lote de alimentos de unos 50 kilos de peso. Cada día se entregan de 80 a 100 lotes, comenta el presidente.
Una de las beneficiarias es la familia de José, vecino de Ciudad Jardín, quien explica que su mujer está en el paro y él sobrevive haciendo portes. «La cosa se ha puesto muy complicada, ha subido todo y era imposible llegar a fin de mes, ahora mismo no hay nada de trabajo así que esta es una ayuda muy grande, por lo menos se llega a fin de mes», confiesa.
Precisamente, Manuel Ramos cuenta que la asociación fue pionera a la hora de implicar a los servicios sociales del Ayuntamiento en el control y seguimiento de las familias: «Peleé junto con la entonces concejala Mariví Romero para cambiar el chip de los servicios sociales, porque yo no tengo capacidad para saber si las familias reunían las condiciones, nos costó trabajo pero empezamos con 47 familias que nos desviaron y fíjate ahora por dónde vamos», sonríe.
El día en que La Opinión visita el antiguo colegio, a mediados de octubre, la asociación está de enhorabuena: acaba de recibir una donación de 10.000 euros de un malagueño que prefiere mantenerse en el anonimato. Para estos casos, como para todo el control de los alimentos, siguen un procedimiento escrupuloso y pone el ejemplo de una anterior donación de mil euros: «Con esos mil euros compramos azúcar y cuando llegó el pedido y la factura se la mandamos al donante», cuenta Manuel Ramos, que ahora mismo también preside en funciones la Agrupación de Desarrollo Por una Málaga Mejor.
El banco de alimentos se nutre principalmente de lo que recibe de Bancosol, que hace de intermediario y a su vez canaliza las aportaciones del Estado con dinero europeo y también la fruta y verdura de la Junta. Aparte, cuentan con pequeñas donaciones de empresas.
Tanto trajín, subraya Manuel, se contabiliza al milímetro «y si llega una caja de lechuga de más, avisamos para que rectifiquen, aquí está todo contado», remarca, al tiempo que muestra el área de administración, en las instalaciones del antiguo colegio, donde trabajan más voluntarios.
Una de las personas que echa una mano en La Unión desde la pandemia es Margarita Ortega, antigua presidenta de la Hermandad de la Alegría, en la que Manuel Ramos es fiscal. Como detalla, «hay gente que no enciende la luz, por eso las tiendas de los chinos están vendiendo tantas velas».
En este activo banco de alimentos trabajan a destajo y con mucha organización, aunque también ellos tengan dificultades. A este respecto, el presidente pone de ejemplo que aunque La Unión reciba una subvención anual del Ayuntamiento de 8.500 euros, pagar el camión se lleva unos 150 euros por cada porte.
Y en cuanto a los productos que reciben, sigue reivindicando alimentos infantiles y de higiene femenina «y pañales, ni lo pienses, esos los tenemos que comprar».
El final de la pandemia, con la llegada de la invasión de Ucrania y el alza de la luz y combustibles sigue poniendo las cosas difíciles, por eso La Unión sigue siendo más necesaria que nunca en Ciudad Jardín.
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