Crónicas de la ciudad

La fuente de la plaza de las Flores y los Larios

La fuente de 2005 incorpora los mármoles de la entrada del palacio desaparecido, después de peregrinar años por calle Guillén Sotelo y el Parque del Agua

Detalle de la fuente con uno de los mármoles del palacio de los Larios y avíos de indigentes, la semana pasada.

Detalle de la fuente con uno de los mármoles del palacio de los Larios y avíos de indigentes, la semana pasada. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El pasado miércoles esta sección habló de refilón de una de los episodios más negros para el Patrimonio de Málaga, la desaparición del palacio de los Larios en la Alameda, la familia más determinante en la Historia de Málaga junto a los Heredia, por los estragos incívicos de la Guerra Civil y una coyuntura posterior para la que emprender una restauración era algo tan remoto como el planeta Marte.

Hubo sin embargo una pequeñísima parte, algo completamente testimonial, que se salvó de aquel colapso y derribo: los mármoles que enmarcaban la portada principal.

El palacio de los Larios, del libro 'La mirada de Málaga'.

El palacio de los Larios, del libro 'La mirada de Málaga'. / L.0.

Durante muchos años, parte de ellos estuvieron haciendo guardia junto a una entrada en la calle Guillén Sotelo, la trasera del Ayuntamiento. En realidad se trataba de un proyecto inconcluso de ascensor a la Alcazaba, que cuando menos incorporó parte de estos mármoles una vez más en forma de dintel y jambas para la entrada, aunque para una puerta de menor tamaño que la original de los Larios.

La ejecución, esta vez exitosa, de un nuevo proyecto de ascensor a la Alcazaba terminó desmantelando esta entrada fallida y los mármoles acabaron, nadie sabe por mano de quién ni por qué, en el Parque del Agua, la zona verde junto a la sede de Emasa, un poco más arriba de Fuente Olletas.

Mármoles del palacio de los Larios en 2016 en el Parque del Agua.

Mármoles del palacio de los Larios en 2016 en el Parque del Agua. / A.V.

Allí los mármoles lucían arramblados y todavía más desconectados de su lugar de origen. Pero llegó el año 2005 y se remodeló la plaza de las Flores poco después del estreno peatonal de la calle Larios. La remodelación fue una declaración municipal de amor a la hostelería: la gran (y anodina) fuente central y los parterres ajardinados se eliminaron para dejar sitio a las terrazas de los bares y la nueva fuente fue colocada en un lateral, en la trasera de la iglesia de la Concepción, para no molestar demasiado a los negocios.

La plaza de las Flores en 1999, antes de la reforma.

La plaza de las Flores en 1999, antes de la reforma. / Rafael G. Relaño

La reforma, todo hay que decirlo, tuvo el acierto de recuperar estos mármoles cargados de historia, ligados a la figura de los Larios. Hoy las piedras supervivientes de la mansión de la Alameda se reparten entre las pocas que siguen en el Parque del Agua, la mayoría pintarrajeadas por nuestros mulos del grafiti y las que han podido dignificarse con un nuevo uso en el corazón de Málaga, en la fuente de la plaza de la Flores.

Su condición de céntrica, claro, a veces convierte a esta fuente moderna pero cargada de historia en lugar para que los indigentes guarden sus avíos y así, la pasada semana podíamos ver cómo albergaba en el hueco entre la fuente y la iglesia de las Esclavas, mochilas, ropa, cartones y colchones.

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