Crónicas de la ciudad

La Torre del Puerto y la Sagrada Familia

Comparar la obra cumbre de Gaudí con el hotel rascacielos del Puerto, como llegó a hacer Miquel Iceta el jueves, fue tan disparatado como hacerlo con la Torre Eiffel o la Ópera de Sidney. Rectificar también es de ministros

Infografía publicitaria de la Torre del Puerto.

Infografía publicitaria de la Torre del Puerto. / L.O.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El jueves el Ministro de Cultura, Miquel Iceta, ejecutó un baile dialéctico muy de política española, pues en la cadena Ser, por la mañana, lanzó una profecía que a miles de malagueños de todas las ideologías nos heló la sangre: Con el paso del tiempo, la Torre del Puerto sería «una referencia querida y del gusto de la mayoría».

Por la tarde, todo hay que decirlo, tras un almuerzo con los socialistas malagueños, conoció más detalles de este ambicioso atentado paisajístico y cambio por completo de opinión: concluyó que lo mejor era no levantar el edificio en el Dique de Levante.

Por la mañana, en su papel de augur, el ministro no nos descubrió América porque, en esta ciudad, acosada cíclicamente desde hace 60 años por el Urbanismo salvaje, a los malagueños no nos ha quedado otra que acostumbrarnos a todo tipo de horrores y errores permitidos o promovidos por nuestros cargos públicos, ya sea un hotel que tapona la vista de la Catedral; barrios con densidad hongkonesa y raquíticas zonas verdes; el demoledor apaño de un premio Priztker o la marcianada acristalada sobre un edificio de la monumental calle Alcazabilla.

Para cimentar su argumentación matinal, Miquel Iceta echó mano de las últimas torres que están completando la Sagrada Familia porque habían terminado por caer en gracia a los barceloneses.

Se agradece que el máximo responsable cultural de España no se refiriera a la Torre Eiffel, el primer argumento al que echa mano todo afín a operaciones inmobiliarias de altura en Málaga, en la engañosa creencia de que quien se opone al proyecto hotelero del Puerto no quiere ver ningún edificio alto en su ciudad y es una suerte de miembro de la secta ‘amish’ contrario al 5G, al avión de reacción y a Alvar Aalto. Paradójicamente, los malagueños que se oponen al colosal atentado urbanístico del Dique de Levante son tantos y de tantas maneras de pensar, que también abundan quienes quieren ver la Catedral concluida, empezando por la torre que le falta. 

Ahora bien, que el ministro de Cultura comparara la Torre del Puerto con la obra cumbre de Antonio Gaudí resultaba bastante preocupante. En realidad, era tan disparatado como hacerlo con el símbolo de la exposición universal de París o con la Ópera de Sidney, otro clásico de las charlas de bar en Málaga y redes sociales.

La Torre del Puerto nada tiene que ver con los monumentos mencionados que han enriquecido el paisaje y el Patrimonio de sus diferentes ciudades, es sólo el intento de hacer negocio en terreno de todos con las mejores vistas de Málaga, a cambio de castigar a la ciudad con una mediocre interrupción del horizonte durante siglos.

Rectificar también es de ministros. Felicidades.

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