Crónicas de la ciudad

Los naranjos anegados de Hoyo de Esparteros

La nueva inclinación que luce la explanada de Hoyo de Esparteros forma con las lluvias grandes charcos alrededor de varios naranjos. Quizás lo mejor sea plantar arroz.

Detalle de los naranjos tomados por los charcos, junto al aliviadero de aguas pluviales.

Detalle de los naranjos tomados por los charcos, junto al aliviadero de aguas pluviales. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El histórico Hoyo de Esparteros es un magnífico ejemplo de ‘Urbanismo malaguita a la carta’. Nuestros acomplejados cargos públicos, ante la aparición del arquitecto estrella Rafael Moneo, se plegaron a las condiciones de los promotores, aunque eso supusiera saltarse a la torera la normativa del Centro Histórico.

Actuaron como José Luis López Vázquez con la señorita Katia, en la famosa escena del banco de ‘Atraco a las tres’ cuando el empleado de banca -Fernando Galindo- aseguraba ser «un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo» de la nueva cliente. 

Fue aparecer el Premio Pritzker y todo lo que había valido para preservar el desarrollo de este rincón del Centro se fue al traste. Se comportaron como Galindo, el siervo admirador.

Y ya saben, se dobló la altura permitida y el hotel, ante su enorme volumen, se comió un trozo de la calle delantera y hasta fue demolida la casa protegida de los Heredia-Loring -hace un siglo Gobierno Civil de Málaga- para levantar, en el fondo de Hoyo de Esparteros una réplica que ha perdido la condición de proa de barco de la manzana y con ello su razón de ser.

El resultado, aderezado con alguna engañifa infográfica, ya lo han analizado varios arquitectos de esta ciudad: es una de las obras más flojas de Moneo, que no se volcó con este avasallador proyecto.

Hoyo de Esparteros, mientras tanto, ha quedado como una gran explanada con una marcada inclinación, lo que ha obligado a colocar desaguaderos por todas partes, para evitar que en caso de fuertes lluvias, las ‘olas’ rompan contra los locales comerciales del final de la pendiente.

El autor de estas líneas se pasó en plena lluvias intensas, el pasado viernes, por este remozado rincón del Centro para descubrir que los que estaban anegados no eran las tiendas sino una hilera de naranjos.

La pendiente es tan importante que aunque hay un registro de pluviales al lado no evita que alrededor de los naranjos se forme lo que los expertos conocen como «un sistema lacustre». Como resultado, el agua de lluvia anega los arbolitos, invadidos por grandes charcos comunicados entre sí, al contrario que otros naranjos de la ciudad cuyos alcorques, aunque llenos de agua, consiguen ir asimilando la lluvia.

Hay varias soluciones: se pueden colocar todavía más registros o bien trasladar los naranjos a la parte de arriba, la del hotel, sorprendentemente liberada de árboles y cualquier tipo de mobiliario urbano. En último caso, claro, también se puede plantar un arrozal. En Málaga nos adaptamos a todo.

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