UN AÑO DE GUERRA EN UCRANIA

«Queremos volver a casa, a nuestro hogar»

Natalia, Marta y Liza son algunas de los más de 14.000 ucranianos que siguen refugiados en Málaga tras la invasión de Rusia - Ellos eligieron huir, pero no pierden la esperanza de volver - Se cumple un año desde la invasión rusa a Ucrania: 365 días en los que las sirenas y los bombardeos han sustituido al bullicio de las grandes ciudades

Natalia junto a su marido e hijos

Natalia junto a su marido e hijos / ÁLEX ZEA

Chaima Laghrissi

Chaima Laghrissi

Málaga

Se cumple un año desde la invasión de Rusia en Ucrania. 365 días en los que las sirenas y los bombardeos han sustituido al bullicio de las grandes ciudades. Una invasión que provocó la salida de miles de ucranianos, que huyeron dejando atrás a sus familias y a su vida.

Hasta la provincia han llegado más de 14.000 refugiados ucranianos, en su mayoría mujeres y niños. Pero, también pudieron escapar familias enteras como la de Natalia, Marta y Liza.

De distintas ciudades y con diferentes historias, pero todas tienen en común una cosa: las ganas de volver algún día a sus hogares.

Decidimos que íbamos a venir a España, nos arriesgamos porque creíamos que no íbamos a poder salir, porque iban a reclutar a mi marido para que combatiera

Marta llegó a la capital malagueña el 4 de marzo de 2022. Ella y su familia vivían en Vinnitsa (en el centro de Ucrania) y la guerra «les cogió por sorpresa», afirma.

Marta y su marido, Serhii, contaban con una vida estable antes de que la guerra se lo arrebatará todo: «Yo soy esteticién y mi marido es economista», cuenta.

Esta ucraniana estaba embaraza de ocho meses cuando decidió huir a una ciudad fronteriza con Polonia, donde residen sus padres: «Ahí decidimos que íbamos a venir a España, nos arriesgamos porque creíamos que no íbamos a poder salir, porque iban a reclutar a mi marido para que combatiera».

El camino de huida no fue fácil, ya que «estuvimos tres días en la cola, cuando es un camino que se tarda 10 minutos en cruzar». Un tiempo que afectó al bebé que esperaba Marta: «Comencé a sentirme muy mal, fuimos al centro de salud y ahí conseguimos un permiso que nos permitió salir del país».

Marta, junto a su marido Serhii y sus hijos Milena, Dario, y «el pequeño español»  David. | L.O.

Marta, junto a su marido Serhii y sus hijos Milena, Dario, y «el pequeño español» David. | L.O. / chaima laghrissi. málagal.o.

Su odisea no hizo más que comenzar. Para llegar a Málaga tuvieron que conducir durante tres días y finalmente consiguieron llegar a Valencia: «Ahí me robaron el bolso, teníamos dinero, documentación y todo. Desde ahí nos pusimos en marcha para llegar a Málaga».

Decidieron llegar a la provincia, porque «mi suegra estuvo trabajando en Málaga durante 20 años y tenía un piso en la Cala del Moral». Aquí es donde actualmente vive con sus tres hijos, que están escolarizados en la capital: «Mis hijos se han adaptado muy bien, ya tiene acento andaluz y yo estoy aprendiendo español», bromea.

A los pocos días de estar aquí, entre tanta angustia Marta tuvo una alegría: la llegada de su hijo David: «Nació en el Materno Infantil. Yo no hablaba español ni entendía mucho, pero nos trataron muy bien. Ahora mi familia lo conoce como el pequeño español».

Cuando huyó dejó a sus hermanas y padres en Ucrania: «Mi ciudad está destruida, aunque mis padres y hermanos siguen viviendo en una ciudad que está más segura. A pesar de eso, el peligro está por todo Ucrania».

La historia de Natalia y Liza

Soñé que empezaba la guerra, y se lo dije a mi marido: Necesito volver y traer mis títulos porque si la guerra empieza no podré. Ahí fue cuando me dijo, respira porque ha empezado

Natalia es de Kiev y Liza de Poltava. | ÁLEX ZEA

Natalia es de Kiev y Liza de Poltava. | ÁLEX ZEA / chaima laghrissi. málagal.o.

«Soñé que empezaba la guerra, y se lo dije a mi marido: Necesito volver y traer mis títulos porque si la guerra empieza no podré. Ahí fue cuando me dijo, respira porque ha empezado», recuerda Natalia Stefanska.

Natalia ejercía en Kyiv como doctora endocrina. Esta ucraniana se adelantó al estallido de la guerra, ya que llegó a Málaga cinco meses antes junto a su marido y sus dos hijos: «Sabíamos que iba a pasar. Sé la historia y llevamos años con esta tensión entre Ucrania y Rusia.; esta tensión iba a acabar por explotar».

A pesar de que su familia sigue viviendo ahí, Natalia ha perdido a amigos en esta guerra: «Mi amiga murió de camino al trabajo. En un minuto estás a salvo y al otro no».

A diferencia de Natalia, Liza nunca se imaginó este escenario. A Yelyzaveta Antonova -Liza- la guerra le pilló en casa: «Estaba dormida y mi madre me despertó diciéndome que había empezado la guerra. Yo vivía mi vida, disfrutaba de ella, no me lo esperaba», cuenta.

De padre juez y madre diseñadora, esta joven de 18 años residía en Poltava. Una ciudad que dejó atrás pocos días después de la invasión rusa: «Llegué sola a Málaga. Mis padres me mandaron aquí a casa de unos amigos para que estuviera segura», dice Liza.

Ahora vive en Benalmádena, junto a sus padres que acabaron huyendo del país y estudia en la Facultad de Derecho.

Al igual que Marta, Natalia tuvo a su tercer hijo en la capital: «Estoy aquí por la seguridad de nuestros hijos, donde vivíamos había muchos prorusos. No era seguro seguir ahí». Y añade que en Ucrania «hay muchos prorrusos»: «Hay gente a favor de las políticas prorrusas, ucranianos a favor, que siguen viviendo y pensando como si estuviesen en la Unión Soviética, tienen esa mentalidad».

A ambas la invasión les ha llevado a intentar cortar cualquier lazo con Rusia: «Desde la guerra Hemos intentado cortar de raíz cualquier conexión», indica Liza.

Los rusos quieren cancelar y eliminar toda la cultura ucraniana, su historia, su lengua. Persiguen y matan a científicos y a artistas ucranianos

«Los rusos quieren cancelar y eliminar toda la cultura ucraniana, su historia, su lengua. Persiguen y matan a científicos y a artistas ucranianos», denuncia Natalia.

Aunque la situación es crítica en e lpaís, coinciden en que quieren volver: «Quiero volver, porque es nuestro hogar», manifiestan. Y cuentan que muchos ucranianos volvieron en verano a pesar de la guerra. Ante sí esta guerra acabará algún día o no, Natalia es firme: «Depende de lo rápido que recibamos armas para defendernos. No es imposible ganar esta guerra. Estoy segura de que Ucrania va a ganar, pero el coste es la vida de nuestra gente. Los buenos siempre ganan».

«Esperamos que acabe algún día, pero es solo un deseo. En esta guerra intervienen muchas cosas», opina Marta.

Todas agradecen cómo las instituciones malagueñas las han ayudado: «El Ayuntamiento y el Consulado nos han ayudado mucho. Comenzaron a trabajar rápido. Admiro como el resto del mundo se unió a nosotros para ayudarnos».

Y lanzan un mensaje a sus compatriotas que siguen luchando desde las trincheras: «No estáis solos. Somos fuertes, peleamos y nos mantenemos firmes por nuestros derechos. ahora estamos juntos para luchar».

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El Consulado, la Junta y el Ayuntamiento de Málaga crearon un grupo de trabajo para ir dando respuesta a los problemas que surgían a las ONG que atendían a estas personas. Por ello, se han destindo 826.000 euros en ayudas económicas a refugiados ucranianos que carecen de recursos económicos suficientes y se encuentren en la comunidad. Son ayudas de un máximo de 400 euros al mes por persona adulta más 100 euros por menos a cargo, durante medio año.

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