Dependencia

Desesperado por una residencia para su mujer

El malagueño Manuel Bueno, de 71 años, reclama con urgencia una residencia para Rafaela Osuna, su mujer de 69 años, diagnosticada de demencia senil y con dos ictus, el segundo aún no puntuado por la Junta

Manuel Bueno muestra el documento de la Junta sobre la evolución clínica de su mujer.

Manuel Bueno muestra el documento de la Junta sobre la evolución clínica de su mujer. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

«Esto es una historia para no dormir. Estoy desesperado porque no puedo con ella y se me cae el mundo encima cuando la veo», confiesa el malagueño Manuel Bueno, de 71 años. 

Se refiere a su mujer, Rafaela Osuna, de 69 años, con quien lleva 45 casado. Antigua presidenta de una asociación de enfermos de fibromialgia de Málaga, pues padecía esta enfermedad y tenía un 25% de discapacidad, Manuel cuenta que hoy su mujer ha perdido por completo la cabeza.

Después de pasar toda la vida en Málaga capital, hace unos pocos años el matrimonio se marchó a Cártama en busca de más tranquilidad, pero hacia 2019 Rafi -como la conocen en casa- comenzó a mostrar un comportamiento muy extraño: «Cogía la colonia, el detergente, la fanta y hasta el ‘after shave’ y les echaba agua hasta arriba porque decía que así durarían más. Me cambiaba la ropa y el ordenador de sitio y no sabíamos qué le pasaba», explica. 

Después vendrían dos ataques de ansiedad, una estancia en el Hospital Clínico de unos 12 días y la constatación de que Rafi Osuna, además de demencia senil, había sufrido un ictus. 

Corría el año 2020 y como explica Manuel, pese al problema que se le presentaba se vio capacitado para cuidar de su mujer. «Ella no podía cambiar, era yo el que debía cambiar. Era llevadera y le daba sus paseos todos los días», recuerda.

Ese mismo año Manuel Bueno solicitó ayuda y, siguiendo la Ley de Dependencia, los técnicos de la Junta de Andalucía valoraron a su mujer con 58 puntos, es decir, que le reconocieron un grado II de invalidez (dependencia severa). Con estos puntos, Rafi tuvo derecho a un centro de día en Cártama así como a una cuidadora una hora al día entre semana. 

Pero como explica Manuel, «le concedieron esa ayuda con la mala suerte de que tres días antes de entrar en el centro de día le dio un segundo ictus y ese fue ya definitivo», lamenta sin poder contener las lágrimas. 

Manuel, con Rafaela.

Manuel, con Rafaela. / Archivo Manuel Bueno

A partir de ahí, se ha encontrado con que su mujer casi siempre balbucea y la suma de la demencia senil y dos ictus ha desbordado por completo a este malagueño. En estos pocos años, Manuel ha visto cómo su mujer ha salido a la calle con una bata abierta y nada debajo, cómo en otras ocasiones, por un descuido «un día dejó la televisión y las luces encendidas y se fue dejando todo abierto» o cómo no ha tenido más remedio que enseñarle a hacer todo en la bañera, como mal menor, pues de otra forma pone perdida la casa. 

Está también, cuenta, el riesgo de incendio en la vivienda, ya que Rafi fuma mucho «y tira las colillas al suelo» y luego, el afán de su mujer por tirar cualquier objeto por el váter, lo que ya ha causado el atoro de la arqueta general de la zona donde viven. Además, por esta misma costumbre su casa ya se ha inundado dos veces. 

Manuel describe con pena el comportamiento de su mujer y hasta pone un audio para que el periodista compruebe cómo llega incluso a insultar a su marido, cuando siempre ha sido un ejemplo de educación. 

En cuanto al centro de día, explica, su mujer se dedica a sustraer todo tipo de objetos, que luego él debe devolver. Por todos estos motivos, reclama a la Consejería de Inclusión Social una nueva valoración de su mujer tras este segundo ictus y que sea destinada con urgencia a una residencia de ancianos 24 horas, «porque siento desesperación, no puedo cuidar de ella», reitera. 

Respuesta de la Junta

La delegada de Inclusión Social de la Junta de Andalucía, Ruth Sarabia, informó a este diario de que a la familia de Rafaela Osuna se le ofreció una residencia de ancianos, tras sufrir el primer ictus, pero renunció a ella. «Ahora sus circunstancias se han agravado y por eso vamos a acelerar para volver a baremarla», indicó.

Tanto Manuel Bueno como su cuñado José Aguilar, que también gestionó el problema con la Junta, negaron ayer a este diario que la familia rechazara residencia alguna y achacaron este dato a un error de la Administración. 

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