Literatura

Rafael Giménez Siles, el malagueño que inventó la Feria del Libro

Obsesionado con la idea de llevar los libros al pueblo llano, Giménez Siles acometió, desde la Agrupación de Editores, la creación de los llamados «camiones-stand»: unos vehículos pesados, diseñados por Arturo Ruiz-Castillo, capaces de transportar varias toneladas de libros y de convertirse en un muestrario gracias a sus componentes

Giménez Siles en la Feria del Libro de Madrid. | EL DIARIO

Giménez Siles en la Feria del Libro de Madrid. | EL DIARIO / Enrique Benítez. málaga

Enrique Benítez

Enrique Benítez

Se conmemora el Día del Libro, y surge la oportunidad de reivindicar la figura de Rafael Giménez Siles, malagueño de 1900, creador e impulsor de la primera Feria del Libro moderna que se celebró en España, la de Madrid de abril de 1933, aprendiz de editor, impresor y librero, como él mismo se definió, y que fue la figura más importante del sector del libro en la España de su tiempo, y más tarde en México, país al que llegó exiliado en 1939.

La maravillosa editorial Renacimiento ha publicado la militante y admirativa biografía que ha escrito la profesora Ana Martínez Rus. Asimismo, la Feria del Libro de Madrid decidió, hace pocos años -siendo Manuel Gil su director- rescatar tres libros autobiográficos de Giménez Siles publicados en México en los años 70 y 80 del siglo pasado. Investigadores diversos han escrito sobre su figura, a la que califican de «torrencial y titánica». Para Martínez Rus, cada ciudad y cada pueblo de España debería tener una calle con su nombre. ¿Quién fue Rafael Giménez Siles? ¿Por qué continúa siendo hoy tan desconocido?

Camión-stand. | AGENTE PROVOCADOR

Camión-stand. | AGENTE PROVOCADOR / Enrique Benítez. málaga

Inicios

Nacido en Málaga en 1900, su padre trabajaba en el cementerio, del que llegaría a ser cargo directivo. Estudió en el colegio de San Ildefonso y en el Instituto General Técnico, también de San Ildefonso: según los archivos del Obispado de Granada, este centro se ubicaba en la calle Dos Aceras, número 22, y lo dirigía Manuel Aguilar de Castro. En 1917 su padre lo envía a estudiar a Madrid. Cursa la carrera de Farmacia, pero llega el servicio militar y es destinado en el Batallón Tipográfico, encargado de preparar e imprimir los mapas, la cartografía y los anuarios militares. Es en este momento cuando se convierte en impresor, y desde entonces su vida profesional estará ligada a la edición y a los libros.

Tras acabar el servicio militar, se incorpora a la vida civil. Es un tiempo de efervescencia pública, con una fuerte oposición estudiantil a la dictadura de Primo de Rivera. Giménez Siles dirige e impulsa varias publicaciones decisivas en aquellos momentos, aplastadas por la censura, como El Estudiante -en la que enroló a otro malagueño, Esteban Salazar Chapela- o Postguerra, muy orientada a explicar la crisis de Europa tras la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. Son los años del surgimiento de las grandes ideologías que llevarían al continente a su segunda gran guerra en pocos años, y España no estuvo al margen de los debates y la difusión de ideas novedosas.

Por su oposición a la dictadura pasó seis meses en la cárcel. Pero Giménez Siles ya había encontrado su camino: la publicación y difusión de las grandes obras políticas y literarias del momento. Representa la figura del editor comprometido: con su empresa, con la industria del libro, y también con los conflictos sociales que ocurren delante de su atenta mirada. En 1928 funda la Editorial Cénit, cuya importancia en la publicación de obras políticas ha sido investigada y analizada. Secundado por una notable nómina de cómplices económicos e intelectuales, en palabras de Ana Martínez Rus «Rafael Giménez Siles introdujo en el panorama cultural español la literatura contemporánea norteamericana y europea antibelicista, social y crítica». Uno de sus grandes éxitos fue la primera edición en castellano del clásico ‘Sin novedad en el frente’, de Erich María Remarque, una obra de la que se venderían nada menos que 110.000 ejemplares en aquella nación casi analfabeta previa a la II República.

El éxito de sus trabajos editoriales le llevó a puestos más institucionales, en la Cámara del Libro y en la Agrupación de Editores Españoles. Su inmensa capacidad de trabajo; sus vínculos políticos -siempre se le consideró muy cercano al Partido Comunista, del que se desligaría tras la guerra civil para acercarse al PSOE en su exilio mexicano, según ha señalado Gonzalo Santonja-; su aprendizaje de los grandes editores populares alemanes, como Willi Münzerberg, y, sobre todo, su impresionante visión estratégica, le fueron abriendo puertas y oportunidades para poner en marcha sus ideas novedosas y revolucionarias.

Así, Giménez Siles fue el principal promotor e impulsor de dos iniciativas que han hecho historia: la Feria del Libro, en un formato muy similar al que se mantiene hoy en día, y el llamado «camión-stand», con el que recorrió media España llevando libros a pueblos en los que no había distribución. Su objetivo era aumentar la base de lectores, y eso había que conseguirlo mediante más oferta, ediciones asequibles, títulos y temas de interés, y una mejor distribución que uniera a editores, libreros y distribuidores en torno a un objetivo común, algo nada fácil en unos años de enormes tensiones políticas.

El presidente de la República, Lerroux, en Madrid. | AGENTE PROVOCADOR

El presidente de la República, Lerroux, en Madrid. | AGENTE PROVOCADOR / Enrique Benítez. málaga

La Feria del Libro

La idea enfrentó con ferocidad a libreros -partidarios de vender sólo en librerías y a precio fijo- y a editores

Los medios de la época muestran fotos de miles de personas paseando por las instalaciones, próximas a la Plaza de Cibeles. Según su propio testimonio, en la primera feria se instalaron veinte stands y las ventas fueron de 43.000 pesetas. En la segunda ya hubo 33 stands con ventas de 52.000 pesetas, y en la tercera (1935), en la que ya entraron las editoriales de Barcelona, se vendieron 285.000 pesetas en un total de 45 stands. Casi siete veces más que dos años antes.

Las desavenencias entre libreros y editores y entre partidarios de opciones políticas contrapuestas dieron al traste con la continuidad de las Ferias del Libro. Pero todos los expertos y profesionales de este sector saben que fue Rafael Giménez Siles el responsable intelectual de esta iniciativa de acercamiento de los libros a sus lectores.

El camión-stand

Obsesionado con la idea de llevar los libros al pueblo llano

La idea fue anunciada ya en 1933, en la I Feria del Libro, por Fernando de los Ríos, a la sazón ministro de instrucción pública. El prototipo fue probado primero en una ruta por El Escorial, en septiembre de 1934, y se paseó por Madrid, siendo recibido por las autoridades. Un segundo camión haría las rutas de 1935, empezando por Extremadura, y siguiendo por Andalucía, donde recorrió las provincias de Málaga, Cádiz y Huelva.

La llegada del camión a un pueblo o ciudad era todo un espectáculo. Se instalaba en la plaza principal, se abría como por arte de magia -los camiones mágicos- y desplegaba su enorme oferta de libros, mientras que unos altavoces emitían música popular. Incluso llevaban todo lo necesario para proyectar películas, lo que hicieron en no pocos pueblos. Toda una fiesta de la cultura -libros, música, cine- en las hambrientas plazas de la España de 1935, una fiesta abierta a todos los públicos.

En uno de sus libros -Retazos de vida de un obstinado aprendiz de editor, librero e impresor- Giménez Siles detalla la ruta por la provincia de Málaga. Sus colaboradores vestían unos monos blancos, al estilo de los monos azules de La Barraca y las Misiones Pedagógicas. Al llegar a Málaga, contaban con la colaboración del Gobernador Civil (Alberto Insúa) y las distintas autoridades civiles. En este tramo por la provincia de Málaga estuvo el periodista Ruy de Lugo-Viña. A la llegada a la Plaza de la Constitución, el camión hacía su magia: Giménez Siles saludó desde su equipo de megafonía al público allí aglomerado, en nombre de Lerroux, presidente del consejo de ministros, y tras sonar el himno de Riego se abrían las ventas.

En la provincia recorrieron, entre el 13 de febrero y el 4 de marzo de 1935, los municipios de Málaga, Cártama, Álora, Alhaurín el Grande, Coín, Fuengirola, Marbella, Torrox, Vélez-Málaga, Colmenar, Villanueva del Rosario, Villanueva del Trabuco, Archidona, Antequera, Mollina, Alameda, Fuente de Piedra, Alameda, Campillos, Teba, Almargen, Cañete la Real y Ronda. En cada uno de ellos se nombraron representantes para mantener el contacto con la Agrupación de Editores. En los pueblos del interior la acogida fue de auténtico entusiasmo. Las ventas totales superaron las 13.300 pesetas, para un total de 3.661 libros vendidos, destacando, tras la capital, pueblos como Alameda, Archidona y Coín. Al año siguiente, la situación política era tan complicada que todo se vino abajo.

Camión con libros. | AGENTE PROVOCADOR

Camión con libros. | AGENTE PROVOCADOR / Enrique Benítez. málaga

Guerra, exilio y Málaga en la memoria

Durante la Guerra Civil, Giménez Siles fue llamado por el ministro de instrucción pública, el comunista Jesús Hernández, para hacerse cargo de la gestión editorial republicana. En esta decisión influyó Wenceslao Roces, viejo compañero de fatigas de los tiempos de oposición a Primo de Rivera. Fiel a su estilo, logró, a pesar de las dificultades, poner en marcha una eficaz maquinaria de publicación y difusión de libros de todo tipo, que llegaban al frente de batalla, a los hospitales, a las colonias infantiles y a cualquier lugar donde alguien necesitara el consuelo y el refugio de la lectura.

En 1939 huyó a Francia. Recluido en Argelés, los activistas pro-republicanos Louis Aragon y Nancy Cunard lo rescatan. Pero es México el país que le ofrece una segunda oportunidad, gracias a la admiración que sentían por él los diplomáticos que trabajaron en España durante la etapa republicana. De esta manera, Giménez Siles llega a México protegido por el gobierno, que quiere impulsar su industria editorial de la mano de este incansable editor malagueño.

En México, donde fallecería en 1991, sin haber vuelto a pisar España por voluntad propia, Giménez Siles es Historia, con mayúsculas. Entre sus logros, la creación de un sólido entramado editorial, o la puesta en marcha de la llamada Librería de Cristal, que el New York Times calificaría, en 1946, como la librería más interesante del mundo. Sagaz, leal, estratega, buen negociador, trabajador incansable, en México el malagueño Rafael Giménez Siles recibiría las más altas distinciones del Estado.

Con respecto a su vínculo con su ciudad natal, basta señalar dos detalles. El primero, la fundación en México de la editorial llamada Colección Málaga, en la que publicó grandes obras traducidas al castellano -como La comedia humana, de Balzac, en trece tomos. El segundo detalle, la serie Gibralfaro, dedicada al Arte de Torear, y que Gonzalo Santonja recuerda que se inauguró con «tres títulos mayores»: El arte de birlibirloque, de José Bergamín; Teoría de Pepe Illo, de Daniel Tapia Bolívar; y El torero Caracho, de Ramón Gómez de la Serna.

Ana Martínez Rus, en su obra imprescindible, acierta al llamar en todo momento a Giménez Siles como «el editor malagueño», en un inequívoco paralelismo con Picasso. Porque Rafael Giménez Siles fue a los libros de la España que pretendía ser mejor lo que Pablo Picasso a la pintura del siglo XX: un gigante indiscutible, siempre acompañado por Francisca Navarro, su brillante compañera de viaje. Giménez Siles, sostiene Ana Martínez Rus, «siempre recordó su lugar de nacimiento, el cielo azul malagueño y sus playas, donde dio sus primeros pasos». Una frase machadiana que recuerda que Málaga sigue en deuda con él.