Entrevista | Francisco J. Tinahones Especialista en nutrición, obesidad y endocrinología

«No nos alimentamos peor, nos estamos alimentando más de lo que necesitamos»

Alerta de los problemas de obesidad en España y en el mundo, con especial preocupación en los niños, pues un 40% de los menores entre 6 y 9 años no tiene un peso adecuado a su edad o peso

Francisco Tinahones durante la entrevista en el Centro de Málaga.

Francisco Tinahones durante la entrevista en el Centro de Málaga. / Alex Zea

Arancha Tejero

Arancha Tejero

Si el tabaco se consideró la principal epidemia del siglo XX, en el siglo XXI lo sería la obesidad, según Francisco J. Tinahones, jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínico y director científico del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA). Tinahones advierte de que 40% de los niños entre 6 y 9 años no tiene un peso adecuado e insiste en la necesidad de comenzar a considerar a la obesidad como lo que verdaderamente es: una peligrosa enfermedad que debería ser tratada de manera específica y conjunta.

Recientemente conocíamos que 3 de cada 4 casos de diabetes tipo 2 en España son atribuibles a la mala alimentación, ¿nos alimentamos cada vez peor?

No es que nos estemos alimentando peor, es que nos estamos alimentando más de lo que necesitamos. En los últimos 60 años se han producido cambios muy importantes en el estilo de vida. Cada vez hay una menor actividad física, porque los trabajos o los juegos son menos físicos y más sedentarios. A esto hay que añadirle que cada vez están saliendo más alimentos procesados que en una cantidad muy pequeña tienen un montón de calorías. Todo esto ha contribuido a que se incremente el peso prácticamente de forma global. Una de las grandes pandemias del siglo XXI es la obesidad. La gente que tiene un peso adecuado es minoría. Casi un 60% de los españoles adultos no pesa lo que debería.

¿Es la obesidad infantil un problema de salud pública en España?

La obesidad infantil en nuestro país es tremendamente preocupante. Si algo podemos hacer en el futuro para bajar la tasa de obesidad en los adultos, es que disminuyera la tasa de obesidad en los niños, pero esa no es la tendencia. El 40% de los niños entre 6 y 9 años no tiene un peso adecuado para su estatura o edad. Se tiene en el imaginario que no pasa nada porque un niño tenga un poco de sobrepeso, porque cuando llega la adolescencia dará el estirón y adelgazará, pero eso no sucede así. El 80% de los adolescentes que son obesos serán adultos obesos.

No podemos culpar al obeso por su obesidad porque no depende solo de él

¿Por qué la obesidad es tan peligrosa?

Es una enfermedad de la cabeza a los pies. Prácticamente todos los órganos se ven afectados. Las personas con obesidad tienen más tendencia a la depresión, a padecer problemas respiratorios, trastornos en la piel o en el hígado. También son más propensos a las enfermedades cardiovasculares, a las trombosis o los accidentes cerebrovasculares. Aumenta el riesgo de cáncer y es una de las principales causas de infertilidad, tanto en la mujer como en el varón. Y no habría prácticamente diabetes tipo 2, si no hubiera obesidad.

La OMS también ha señalado a la obesidad como “la pandemia invisible del siglo XXI”, pero ¿se le da la importancia que se merece o tendemos a banalizarla?

Todavía no se le ha dado la importancia que se merece en ninguno de los tres ámbitos. En el ámbito social sigue existiendo la creencia de que unos kilos de más no es tan grave y no se identifican como un peligro o enfermedad el tener un exceso de peso. De hecho, hicimos un estudio La Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad en el que de todas las personas que salían como obesas, según el peso y la talla que nos daban, solamente un 20% se reconocía como tal. Incluso en el sector sanitario no se considera muchas veces como una enfermedad con las mismas características que el resto, y se banaliza al pensar que el obeso está obeso porque quiere, que si dejara de comer dejaría de estarlo.

¿Y es así de sencillo?

No es tan fácil porque vivimos en una sociedad claramente obesogénica. No podemos culpar al paciente obeso de su obesisdad. Igual que no podemos culpar al paciente de colón por no haber tomado mucha fibra. Y, por último, las administraciones públicas han optado por estrategias de prevención, las cuales, desgraciadamente, han fracasado en todos los países. En los últimos 30 años ningún país ha logrado bajar la prevalencia de obesidad, por lo que habrá que hacer algo más.

¿Qué más se puede hacer?

Lo que se pide desde la asociación Europea para el Estudio de la Obesidad es un plan de lucha contra la obesidad, igual que se ha hecho uno contra el tabaco. La obesidad es ahora mismo uno de los problemas sanitarios que tiene un mayor coste en salud y económico. Por lo tanto, es necesario abordarlo de una forma específica e involucrar a todos los ministerios para poder hacer estrategias conjuntas.

¿Y qué tipo de medidas deberían incluirse en ese plan? ¿Se tiene el ejemplo de otros países?

Claro, en otros países se están planteando, por ejemplo, medidas que van desde el tema de la publicidad al tema de un etiquetado, en el que la gente vea claramente, igual que en el tabaco, que es un alimento ultraprocesado y que si yo me como eso, prácticamente estoy consumiendo las calorías que necesito al día. También se necesitaría un plan de las propias ciudades para que sea más fácil la actividad física. Luego, si el 40% de los niños tiene sobrepeso, dentro del currículum de las escuelas debe de ocupar un papel muy importante el tema de estilos de vida saludable. Y, por supuesto, que los pacientes que tienen obesidad sean tratados en los sistemas sanitarios públicos igual que se trata cualquier otra enfermedad. Ahora mismo no hay programas específicos de lucha contra la obesidad. De hecho, los tratamientos que hay, que ya hay algunos, se los tiene que financiar el paciente, no lo paga el sistema público.

Franciso J. Tinahones  | ÁLEX ZEA

Franciso J. Tinahones | ÁLEX ZEA / arancha tejero. málaga

¿La industria alimentaria juega entonces un papel importante en la lucha contra la obesidad?

Para que esta lucha de alguna forma tenga éxito hay que involucrar a la industria alimentaria. Tiene que comprometerse a hacer productos más saludables. Igual que se intenta quitar azúcar de las bebidas típicas azucaradas, la industria alimentaria también debería reducir determinados compuestos que son perniciosos.

¿Qué respuesta se da científicamente al problema de la obesidad? ¿Existen algún fármaco o tratamiento?

Ha habido un avance espectacular en los tratamientos para la obesidad. En el siglo pasado, la herramienta terapéuticas que teníamos conseguía pérdidas de peso en torno al 5%, lo cual no tenía una repercusión muy importante en la vida del paciente obeso. La única estrategia de cambio radical que teníamos en el siglo pasado era la cirugía de la obesidad. Pero, próximamente tendremos ya varios fármacos en nuestro país que logren una pérdida de peso superior al 15% o al 20%. No obstante, cambiar de estilo de vida es muy importante. De hecho, tenemos muchos pacientes que con dieta y ejercicio consiguen perder el exceso de peso que tienen, aunque es un porcentaje relativamente bajo. Por eso estos fármacos van a venir a ayudar a esos pacientes.

El 40% de los niños entre 6 y 9 años no tiene un peso adecuado para su estatura o edad

Save the Children alertó que en España los niveles de obesidad son mucho más elevados entre los hogares de renta baja, ¿influye más el dónde vivimos que nuestros genes?

Es cierto que el nivel socioeconómico y educativo tiene una incidencia muy directa en la prevalencia de obesidad. En un estudio reciente se ha visto que en las familias de renta baja, comparados con las familias de rentas altas, la prevalencia de obesidad en los niños es el doble. Pero tampoco las rentas altas están vacunadas, pues tienen una prevalencia del 10-12%, la cual sigue siendo inasumible.

¿Por qué son tan importantes los ensayos clínicos que realizáis en IBIMA?

Sin ensayos clínicos no hay innovación. Cuando una empresa o una universidad desarrolla una diana terapéutica, primero se prueba en células, luego en animales, después en sujetos sanos, pero finalmente hay que probarla en pacientes para comprobar que es segura y eficaz. Sin esos ensayos clínicos no aprobaríamos los fármacos.

¿Y Málaga destaca por sus unidades de ensayo clínico?

Ahora mismo nuestra provincia es una de las más innovadoras y tiene una de las estructuras e investigaciones en ensayos clínicos más potentes. Atraemos muchos ensayos de todo el mundo. Que en Málaga tengamos unidades de ensayo clínico en fase temprana, dos y tres, hace que puedan venir fármacos muy innovadores y que nuestros pacientes los prueben incluso antes de que se comercialicen. Y hay que agradecer a todos estos pacientes que participan altruistamente en estos estudios. Por ejemplo, en los ensayos de la vacuna contra el covid han estado los dos hospitales de Málaga. Sin los resultados de esos ensayos en Málaga y en otras ciudades, no hubiésemos tenido en tiempo récord la aprobación de estas vacunas.

¿Se financia lo suficiente la investigación en Andalucía?

Ahí vamos. La investigación, desgraciadamente, es muy cara porque requiere mucho rigor y técnicas muy sofisticadas. Y, aunque se está haciendo un esfuerzo por parte de las instituciones, aún estamos prácticamente en la mitad de inversión respecto a otros países del entorno. Y la inversión privada también está muy por debajo. Pero soy optimista respecto a crecer poco a poco. Cuando en algunos países les cuento el presupuesto que tenemos y lo que producimos se quedan alucinados.

Acabamos de superar la pandemia, pero ¿estamos condenados a enfrentarnos a enfermedades que aún desconocemos?

Sin duda. La movilidad actual hace que cualquier virus que aparezca en una zona concreta se pueda expandir por todo el mundo, lo que hace muy probable que aparezcan nuevas pandemias. Luego, los estilos de vida que tenemos también están haciendo que aparezcan nuevas enfermedades y, probablemente, uno de los retos que vamos a tener en el futuro es la degeneración del sistema nervioso. Estamos avanzando en supervivencia, por lo que creo que en las próximas décadas el gran reto será envejecer con una buena calidad de vida, sobre todo, en la esfera neurocognitiva.

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