La UMA más solidaria

Voluntariado internacional, una experiencia que transforma vidas

La UMA y la AACID impulsan este curso 11 proyectos de cooperación para el desarrollo en países como Ecuador o Perú, para los que ya hay seleccionados 55 alumnos de distintos grados

Perú es uno de los destinos a los que van los estudiantes de la UMA, como Nerea Agüera, con este programa.

Perú es uno de los destinos a los que van los estudiantes de la UMA, como Nerea Agüera, con este programa. / La Opinión

María Matas

Un año más, la Universidad de Málaga (UMA), junto a la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AACID), ponen en marcha las intervenciones de cooperación internacional para la comunidad universitaria.

Este 2023 se ha cerrado el proceso de solicitud, selección y formación con 55 voluntarios y voluntarias para un total de 11 proyectos en países prioritarios para la cooperación andaluza: Colombia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Perú, República Dominicana y Palestina. Esta estrategia de movilidad es ya un programa tradicional dentro de la universidad, con más de 10 años en activo.

La financiación es el pilar de todo proyecto, puesto que sin ella los estudiantes tendrían que gastar una importante cantidad de dinero. Por ello, la agencia pública AACID de la Junta de Andalucía ampara económicamente, en la medida de lo posible, la realización de estas prácticas en el extranjero. Este curso académico la dotación es de 80.000 euros por parte de AACID y 60.000 euros de la mano de la Universidad de Málaga.

Así lo explican los integrantes del equipo técnico del Vicerrectorado de Movilidad y Cooperación Internacional de la UMA: Jonatan Martínez, administrativo del servicio, y Nicolás Fernández, técnico de Relaciones Internacionales.

A diferencia de este, el año anterior fueron 150 los seleccionados para el voluntariado, una cifra casi tres veces superior a la de este 2023. Un desequilibrio que se debe a la fluctuación anual del capital a disposición de esta red universitaria y a la irrupción del Covid-2019 en el año 2020, por el que se cancelaron este tipo de movilidades y no fue hasta el curso pasado cuando se recuperaron los proyectos aplazados, acompañados de los del año 2022.

Voluntarios del programa de Cooperación Internacional de la Universidad de Málaga.

Juan Manuel Gómez, titulado en Economía y ADE, hizo su proyecto de cooperación en Honduras. / La Opinión

Desde 2017, se han movilizado 476 interesados, una cifra que supera no solo las estadísticas de otras universidades andaluzas, sino también del resto del país.

El éxito se ve reflejado en los datos recabados de experiencias pasadas, recomendando el 98% de los participantes la colaboración internacional a otros estudiantes.

Estos programas disponen de una alta capacidad de movilización y una gran representación de diversas disciplinas, registrándose este año voluntarios de 17 grados y la misma cantidad de másteres. Sin embargo, la baja presencia de figuras masculinas, con tan solo un 25% de representación, y la escasez de estudiantes de las ramas de Ingeniería suponen dos debilidades del programa.

No obstante, las encuestas realizadas indican que el 73% de los participantes en ediciones pasadas colaborarían de nuevo con la misma o una ONG distinta, mientras que el 24% lo desconoce a día de hoy y tan solo el 3% preferiría no hacerlo. Asimismo, los estudiantes admiten haber adquirido nuevos conocimientos acerca de sus habilidades y descubierto otras nuevas.

Solicitudes y proceso de selección

Los proyectos nacen tras el lanzamiento de una convocatoria por parte del equipo técnico del Vicerrectorado hacia el personal docente investigador, es decir, los profesores. Se les demanda que presenten una pequeña intervención en un país prioritario para la cooperación andaluza. Es la AACID quién determina qué países se convertirán en posibles destinos.

Para llevar a cabo la tarea que el docente plantea, necesita copartícipes y es ahí donde intervienen los voluntarios. Una vez seleccionados los proyectos de los educadores, se emprende la convocatoria estudiantil.

Tras esto, se inicia el proceso de selección de alumnos, en el cual deberán presentar un currículum que refleje posibles experiencias en proyectos similares, qué son capaces de aportar, la motivación que les lleva a solicitar este voluntariado y el expediente académico correspondiente. Una vez recopilada esta información, los técnicos la trasladan a los responsables de la intervención, que son quienes tienen la última palabra.

Los estudiantes que quieran ser cooperantes internacionales con la UMA deben realizar un curso formativo de 7 días en el que se imparten nociones básicas para desenvolverse de forma adecuada en el voluntariado, y acatar las recomendaciones sanitarias que requiera cada país, sometiéndose a diversas vacunaciones.

Todo proyecto presenta un objetivo académico, bien sea un Trabajo de Fin de Grado (TFG), de máster (TFM) o unas prácticas extracurriculares. La estancia mínima es de 2 meses y suelen desarrollarse entre mayo y octubre, generalmente por motivos académicos. Los seleccionados en el plan de viaje son provistos de una ayuda económica que cubre los gastos de desplazamiento y manutención.

«Se intenta apurar al máximo el sustento para que no suponga una gran inversión por parte del alumnado y nos gustaría alcanzar una financiación que posibilite el voluntariado de todo aquel que lo solicite. Nos interesa una financiación abundante para poder abarcar el mayor número de perfiles», señala el técnico de Relaciones Internacionales, Nicolás Fernández.

Cada curso se trabaja con nuevas organizaciones y se repite con otras, como puede ser el caso de la Asociación Colaboración y Esfuerzo Honduras, Fé y Alegría del Perú o la Fundación Charles Darwin en Galápagos. «Este es un proyecto vivo que año tras año va evolucionando», apunta Fernández.

En esta edición, cada proyecto cuenta con cinco posibles vacantes, que están determinadas por titulaciones específicas, es decir, cada práctica internacional requerirá una formación concreta y sólo podrán solicitar plaza aquellos que la cumplan.

Voluntarios del programa de Cooperación Internacional de la Universidad de Málaga

Nerea Agüera con niños peruanos. / La Opinión

«El programa va destinado a los estudiantes, no a la población de acogida, a pesar de la ayuda prestada a esta», aclara Jonatan Martínez, administrativo del servicio de Cooperación Internacional.

Puede darse el caso, como sucede este 2023 con los grados pertenecientes a la Facultad de Ciencias Económicas, de que algunos títulos permanezcan al margen, puesto que no se han registrado voluntariados de tal rama.

Algo a tener en cuenta es que toda persona que ya ha participado en este programa de voluntariado y cooperación internacional con anterioridad no puede volver a solicitarlo, para ofrecer la oportunidad a otros interesados.

Experiencia en las Galápagos

Yaiza Romero, graduada en Biología en la UMA, se marchó a las Islas Galápagos con la Fundación Charles Darwin el año pasado. Entre sus misiones, realizó labores de restauración de ecosistemas y de cuidado y mantenimiento de la flora, entre otras.

Asimismo, las expediciones formaban parte de su estancia en Ecuador. «La naturaleza de las Galápagos es endémica y por tanto las especies presentes en el ecosistema solo se encuentran allí. El terreno no facilita las cosas, ya que al ser volcánico dificulta la plantación y supervivencia de la vegetación», explica la bióloga.

Esta experiencia en Galápagos está sujeta a una estancia máxima de 90 días debido a la caducidad de los permisos de residencia y el visado. En el caso de Romero, la propuesta llamaba su atención desde segundo curso y esperó a llegar al último año de carrera para inscribirse. Recuerda que el proceso de selección se encontraba dividido en 3 fases, donde la final consistía en una entrevista por parte de la tutora de su programa.

A partir del mes de abril, Yaiza empezó a poner en orden los documentos precisos, teniendo en cuenta que las dosis entre una vacuna y otra podían espaciarse hasta dos meses. «Nunca había salido de Europa», confiesa esta alumna de la UMA recordando los trámites para la obtención del visado y la renovación del pasaporte. En su caso, la fundación con la que cooperó, Charles Darwin, le proveía de las acreditaciones oportunas, por añadidura de la estancia.

Un economista en Honduras

Juan Manuel Gómez, titulado en el doble grado de Economía y ADE y actualmente cursando el máster de profesorado en la especialidad de Económicas, afrontó desde encargos administrativos y de gestión, hasta educativos en su labor de voluntario en la Asociación Colaboración y Esfuerzo de Honduras (ACOE). «Ofreces ayuda a los más vulnerables de Centroamérica para que se puedan desarrollar íntegramente», detalla Gómez.

Durante la primera mitad de su estancia se ocupó del trámite de contratos y solicitudes de voluntarios para desempeñar el papel de profesores en escuelas de Honduras, y a lo largo de la segunda parte, acudió a las comunidades que conforman pequeñas residencias donde los más pequeños disfrutan de la oportunidad de acudir al colegio y hospedarse en él.

«Son los propios niños de 18 y 20 años quienes se encargan de hacer la compra, preparar la comida, limpiar y mucho más. Si alguno sabe acerca de algo se lo enseña a otro y así sucesivamente», destaca el graduado en Ciencias Económicas. Su papel en esta última fase del voluntariado consistió en formar parte de la enseñanza infantil, dando clases de Matemáticas o Lengua, y dar a conocer otras formas de colaborar en la casa.

«Es muy enriquecedor. Fue mi primer voluntariado y espero que no sea el último», admite el joven.

Voluntarios del programa de Cooperación Internacional de la Universidad de Málaga

La alumna Yaiza Romero, en Islas Galápagos. / La Opinión

Asistencia pedagógica en Perú

Nerea Agüera, matriculada en último año de Educación Social, viajó a Perú con la fundación Harena, cuando aún estaba en tercer curso. Su labor radicaba en la asistencia pedagógica en instituciones educativas. «Lo primero que hicimos al llegar a la región fue conocer diferentes escuelas, ya que al ser rurales debíamos desplazarnos en bote y para acceder a algunas de ellas debíamos hacer un viaje de 5 horas. Por ello, las dos primeras semanas fueron únicamente de visita a los centros de enseñanza», puntualiza la alumna. Después, en función de lo que habían averiguado, organizaron cómo iban a proceder el resto de semanas.

Todo lo vivido y compartido durante este período conforma una inmersión cultural inmensa. «Yo siempre les insisto a mis compañeros de clase para que prueben suerte. Es una experiencia inigualable», expone Agüera.

La tolerancia es un requisito clave para participar en estos proyectos, pues no debemos olvidar que cada país se rige de manera muy diversa. En el caso de los destinos ofertados, presentan situaciones de desigualdad extrema y una pobreza brutal que dejan huella.

En lo referido a los valores, la Universidad de Málaga alecciona a nivel de contenido, pero una vez aterrizas en la otra punta del mundo es cuando realmente los pones en práctica. «Es un aprendizaje transversal. Lo captas una vez pisas esa tierra. La realidad de esos países dista mucho de la que vivimos nosotros en España. Este tipo de actividades son necesarias para mejorar su posición», reconoce Juan Manuel.

Lanzarse dejando a un lado los prejuicios acerca de la inseguridad en otras naciones es también imprescindible. «Muchas veces frena más la idea preconcebida que cualquier otra cosa. Yo en Perú me he sentido segura y muy bien acogida. Es cierto que la precaución es mayor, pero se aleja mucho de las exageraciones que cuentan algunos. Es necesario desmentir los juicios que tenemos», aconseja Nerea Agüera.