Cooperación internacional
Viaje al corazón de África para luchar contra el cáncer de cérvix
La ginecóloga del Hospital de Antequera, Paula Guerrero, ha viajado ya cuatro veces a África para formar a los médicos nativos y operar a tantas mujeres como pueda. En este viaje a Uganda, han atenido a 290 mujeres de la región, pero subraya que lo más importante ha sido formar durante diez días a cinco médicos nativos de la zona para que ellos mismos sean los impulsores de su propio progreso
Guerrero ha participado en un proyecto de cooperación internacional humanitaria en Uganda para formar a médicos nativos en la realización de colposcopias

Paula, con el equipo de cooperantes en Uganda y residentes de la zona / arancha tejero. málaga
El pasado mes de abril, la ginecóloga del Hospital de Antequera, Paula Guerrero (32 años), se trasladaba por cuarta vez hasta África con un objetivo claro: comenzar en Uganda un cribado de cáncer de cérvix para tratar de reducir la mortalidad de mujeres por este tipo de cáncer, que es de los pocos prevenibles, pero que, actualmente, sitúa a Uganda como el séptimo país donde más fallecimientos provoca.
Durante los 10 días que Paula permaneció en Kamwenge, junto a otros dos ginecólogos y un anestesista, realizaron 290 intervenciones. Sin embargo, ese no era el objetivo principal, sino formar a los cinco médicos del lugar para que pudiesen realizarlas cuando ellos ya no estuviesen. «No sirve de nada ir, examinar a 300 mujeres y después irnos. La clave está en enseñarles para que al final puedan hacer ellos las exploraciones y colposcopias», destaca la ginecóloga malagueña, que apunta que la intención es volver en octubre para poder continuar formándoles y resolver las dudas que hayan podido surgir a lo largo de estos meses. La campaña de prevención y formación forma parte del proyecto de cooperación internacional humanitaria organizado por la ONG Idiwaka, filial de África Directo.
Para Paula el voluntariado puede hacer mucho bien, «mientras que se basen en la formación». Asegura que, tras haber ido tantas veces al continente africano y haber conocido sus costumbres, ha aprendido que el mayor error es llegar y tratar de imponer tu criterio. «Al final eres tú la que estás yendo a su país y la que se tiene que adaptar a su forma de trabajar. Fue lo primero que aprendí, que ellos lo hacen lo mejor que pueden con los medios que tienen», explica la ginecóloga, que asegura que la clave está «en adaptarnos nosotros a ellos y que podamos aprender el uno del otro».

Paula Guerrero durante una charla de salud sexual / La Opinión
Con esa idea en la cabeza, y durante el mes que duró la campaña, diferentes médicos se dedicaron a recorrer los poblados de la zona dando charlas sobre salud sexual y el virus del papiloma humano (VHP), que es la principal causa de cáncer de cuello uterino en las mujeres. «Nuestro principal objetivo era convencerlas de que se examinasen», recuerda la malagueña, que afirma que se alegró al comprobar que fueron muchas las mujeres que, movidas por la curiosidad y las ganas de saber más, se acercaron al hospital. «Se notaba mucha diferencia cuando venían con los maridos, pues no se atrevían a preguntar tanto como cuando venían solas».
Algunas de esas mujeres tenían que recorrer hasta tres horas para llegar al hospital. Por eso, Paula y sus compañeros trabajaban sin parar para que en un mismo día pudiesen examinarlas, hacerles las pruebas necesarias y entregarles los resultados. «Nada más levantarnos nos íbamos al hospital a esperar a las mujeres que fuesen llegando», relata Paula, que cuenta que, a través de un miembro del hospital que ejercía de traductor, le realizaban un cuestionario y le hacían la prueba del VPH, a partir de la cual determinaban si necesitaba algún otro tipo de intervención. Además, si alguna mujer llegaba con un mioma o alguna patología ginecológica, también la operaban.

Paula Guerrero junto al equipo cooperante realizando una operación / La Opinión
«Una de las cosas que he aprendido es que son mucho más fuertes que nosotras y resisten mucho más. Llegan a los 40 años habiendo pasado por todo lo pasable», señala la ginecóloga, que apunta que en la ciudad no había ni siquiera agua potable. De hecho, en la casa de voluntarios en la que se alojaban, no tenían ni agua ni luz. No obstante, la malagueña afirma que no ha sido de sus experiencias más duras, pues en otros viajes ha estado en poblados con casas de barro teniendo que operar desde las 8 de la mañana y hasta las 10 de la noche, en quirófanos sin acondicionar y «sudando a chorros».
Abiertos a aprender
«Aunque llamábamos mucho la atención porque no son zonas turísticas donde estén acostumbrados a ver blancos, eran en general muy abiertos», narra la ginecóloga que asegura que, aunque es una experiencia muy agotadora, tanto psicológica como físicamente, es muy satisfactoria. «Al final no deja de ser un acto egoísta. Es más lo que tú te llevas de satisfacción personal y realización», afirma la doctora, que asegura que estas vivencias le han ayudado también a nivel profesional. «Te hace ser mucho más resolutiva, porque, si allí consigues operar tantísimo con los pocos medios que hay, luego te enseña a ser menos exigente en España», comparte la malagueña, que subraya que llevaron consigo un gran equipo y material que dejaron luego en el hospital de la ciudad.

Paula Guerrero en el centro en el hospital de Kamwenge / La Opinión
En este sentido, hace hincapié en que, aunque en Europa se tengan más técnicas, ellos tienen grandes conocimientos de medicina. «Nosotros nos apoyamos mucho en pruebas complementarias y ellos al final con las manos o con el olor, diagnostican mucho», cuenta la ginecóloga, que subraya que, aun así, estaban muy abiertos a aprender. «Tenemos a África como algo lejano y tercermundista, pero, al final del día, son tan médicos como nosotros», afirma con severidad.
Para Paula, encontrar las palabras adecuadas para explicar cómo le ha marcado esta experiencia es imposible, pero lo que sí tiene claro es que la principal lección que ha aprendido ha sido la humildad y el convencimiento de que «con muy poco se puede lograr mucho». Con esta campaña, es la segunda vez que esta malagueña ha estado en Uganda, además de otras dos en Camerún, y, aunque entre risas afirma que ahora necesita un descanso, está convencida de que no será el último voluntariado que realice.
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