Recordaba el año pasado el arquitecto y urbanista Damián Quero, durante una tertulia en la sede del OMAU, que el Plan General de Urbanismo de Manilva de inicios de los 70, fraguado en pleno desarrollo de la Costa del Sol, expresaba sin sonrojos en su memoria que entre sus principales objetivos estaba el «sacar dinero de debajo de las piedras». 

El Ayuntamiento de Málaga parecer haber retrocedido medio siglo para seguir al pie de la letra el espíritu del plan de Manilva, de ahí que más que gestionar la ciudad, nuestros cargos públicos den la impresión muchas veces de que la exprimen. 

Volvió a ocurrir hace unas pocas semanas: el mismo Consistorio capaz de prometer un museo en la casa natal de Cánovas en unas elecciones, para autorizar al año siguiente su demolición, ha dejado a la ciudad sin una hermosa mansión de 1920 en el Camino Nuevo, Villa La Atalaya.

Como sabrán, el listado de edificios protegidos de Málaga debe de ser como una décima parte del listín de la Ciudad del Vaticano, así que entre sus exiguas páginas no se encontraba esta construcción. 

Por este motivo y ante la seria amenaza de que la casa fuera derribada en lugar de restaurada y adaptada a usos futuros, en abril de 2021 un grupo de ciudadanos pidió directamente a la Consejería de Cultura la protección de Villa La Atalaya, por su interés arquitectónico, tipológico e histórico.

Un momento de la demolición, a finales de agosto. Gregorio Marrero

La ejemplar iniciativa cayó al final en saco roto porque desde hace demasiados lustros, el Urbanismo en Málaga tiene la sutileza de una compraventa de mulos. Con unos políticos metidos a urbanistas pero sin los conocimientos académicos para ello, aprovechan la ola actual para sacar dinero de debajo de las piedras, con la sensibilidad patrimonial como última de las opciones.

De esta forma, el Ayuntamiento de Málaga es como el famoso escorpión de la fabula que aguijonea a la hormiga, aunque con ello la ciudad en su conjunto salga perdiendo; está en su naturaleza derribar todo lo que impida un buen negocio, así que preservar inmuebles antiguos y hermosos no está entre sus prioridades. 

Es algo que también deben saber los arquitectos de hoy: en esta Málaga convertida en meca de rentistas y fondos de inversión no hay resquicio para la ‘nostalgia patrimonial’ y si no mejoran la sensibilidad y la formación de nuestros representantes públicos, sus mejores creaciones correrán idéntica suerte que la villa del Camino Nuevo.

Por eso, al igual que el alcalde alerta en sus bandos de Feria contra las actitudes incívicas, reclamemos al Ayuntamiento de Málaga más sensibilidad, cultura y civismo.