La calle Corinto necesita mejorar

Hace 8 años, en 2016, la entonces presidenta de la Asociación de Vecinos de La Malagueta, Lola Navas, mostraba a La Opinión con pesar la suciedad acumulada en una calle de resonancias bíblicas y más concretamente paulinas: la calle Corinto. 

De hecho, el nombre de esta calle formó parte de un paquete municipal de 123 calles repartidas por toda la ciudad, que en el otoño de 1977 recibieron nombres relacionados con la Biblia. 

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Como sabrán, en La Malagueta la calle Corinto es en realidad un callejón que separa el edificio del antiguo Gobierno Militar y el de la antigua Jefatura de Obras Públicas.

La esperanza para la calle Corinto radicaba en que, con el gran remozado del Gobierno Militar para acoger las flamantes instalaciones de Google relacionadas con la ciberseguridad, iba a mejorar bastante este rincón dedicado a la ciudad a la que San Pablo envió dos de sus más famosas cartas.

Hasta la fecha, sin embargo, se ha notado bien poco la mejoría y esta calle, presidida por una recia escalinata para salvar el desnivel entre el paseo de la Farola y el resto del barrio, en concreto la calle San Nicolás, continúa con su sambenito de rincón poco recomendable y maloliente. 

No ayuda, claro, su ‘orografía’ ni tampoco que en los viejos peldaños, bastante gastados, se acumule el agua negra y estancada, cuando no es agua de otros colores. Como curiosidad, ese ‘charco perpetuo’ en uno de los peldaños es el mismo en 2016 que en 2024. Quizás con un pequeño arreglo se acabaría con esta fuente de mal olor. 

A favor del Ayuntamiento hay que decir que hace 8 años, la calle Corinto estaba mucho más sucia que en la actualidad. 

Otro de sus problemas perennes es que, tanto la escalera como la estructura interior que da al barrio es utilizada como mingitorio por amigos de soltar la orina donde caiga, pues no sólo los perros se dan una vuelta por estos andurriales. 

Además de las pintadas que afean el conjunto, pues la escalera es realmente bonita y el espacio entre los dos edificios se ha aprovechado para plantar unos pocos árboles, tampoco pasa por sus mejores momentos una castigada puerta metálica que, confiemos, no guarde ninguna relación con la ciberseguridad. 

Luce en un lateral, por cierto, un hierro ‘en su momento óptimo de oxidación’ y acercarse a él para admirar el detalle es aspirar los efluvios de la orina canina o humana. Necesita mejorar.

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