XXV aniversario

El salto cualitativo que merecía Málaga

Nuestra ciudad siempre ha sido la misma pero quizás porque lleva años tomándose más en serio resulta más admirada más allá de nuestras fronteras. Con el énfasis en la cultura y la tecnología, volviendo la mirada al mar y a Picasso, Málaga define su concepto de progreso

La alfombra roja de una pasada edición del Festival de Málaga.

La alfombra roja de una pasada edición del Festival de Málaga. / Jorge Zapata (EFE)

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Málaga

"Málaga está de moda". Sí, todos llevamos meses, años oyendo esa frase en boca de muchos, muchísimos. Por primera vez en mucho tiempo, los ojos están puesto en nosotros y hasta se nos pone como modelo de éxito en diversos asuntos. Pero nadie ha inventado Málaga, siempre ha estado ahí, como un territorio pintoresco, libre, abierto y permeable, un espacio perennemente vinculado a la felicidad del mar bajo el sol y del sol sobre el mar y, de alguna manera, también al progreso. Incluso cuando las grisuras del franquismo atenazaban nuestro país, ahí estaban Torremolinos y Marbella, por ejemplo, como elementos exóticos de avance y de diálogo con otras tendencias y tonalidades, con otros idiomas y sensibilidades. En estos 25 años de La Opinión de Málaga, la Málaga que hemos contado ha sido esa misma, la que siempre está en movimiento y en búsqueda de su propio horizonte, pero, quizás, por primera vez en mucho tiempo, también una tierra que ha dejado de confiarse al ingenio y la espontaneidad para empeñarse en diseñar un plan que garantice su futuro más allá del tópico que tan bien le ha venido funcionando.

Colas en la entrada del Museo 
Picasso Málaga.  álex zea

Colas en la entrada del Museo Picasso Málaga. / Álex Zea

Hace unos años, a propósito de la inauguración de una exposición-taller para niños sobre Frida Kahlo en el Centre Pompidou Málaga, me dio por pensar en mí mismo cuando tenía la edad de los pequeños y pequeñas que protagonizaban el acto. Yo mismo, a su edad, sólo había visto obras de arte en los manuales de Vicens Vives y las visitas extraescolares que se celebraban eran a la fábrica de Donuts, Coca-Cola o similares. Un chaval malagueño de hoy puede abrir sus ojos enormes ante piezas de Malevich, Goya, Bacon, disfrutar del arte como algo habitual, cotidiano, cercano. Lo que vean les resultará más o menos interesante pero, que no les quepa duda, configurará su visión del mundo. Y a mí, no me canso de repetirlo, me reconforta saber que los futuros gestores, políticos, artistas, albañiles y mecánicos de esta ciudad serán personas que, de pequeños, vieron piezas de Malevich, Goya y Bacon y que, seguro, harán una Málaga mejor que la de ahora. Eso es, ni más ni menos, el progreso.

Vista aérea del
 Parque Tecnológico 
de Andalucía.  la opinión

Vista aérea del Parque Tecnológico de Andalucía. / La Opinión

El mar y Picasso

No se puede, ni por tanto debe, poner un kilómetro cero a la fulgurancia que vive Málaga. Pero, en mi opinión, hay dos elementos absolutamente fundacionales y que, en realidad, siempre estuvieron allí, en la malagueñidad misma, pero a los que la ciudad, nosotros mismos, dimos la espalda durante mucho, demasiado tiempo: el mar y Picasso. La respuesta, nuestro futuro, siempre estuvo en nosotros mismos.

Hubo un tiempo que el photocall del Festival de Málaga se celebraba delante de la fachada del Teatro Cervantes, no bajo el cielo azulísimo y el mar tranquilo del Muelle Uno del Puerto (porque no había Muelle Uno del Puerto, claro). Éramos una ciudad portuaria sin más puerto que la zona de cargas y descargas. Hoy la ciudad se ha ganado ese espacio que era suyo y proyecta desde él buena parte de su idiosincrasia.

Y luego está don Pablo, Picasso, el genio que se reencontró con su tierra natal con la apertura del Museo Picasso Málaga en 2003. Esa operación cultural, quizás la más importante, ambiciosa y decisiva de Málaga, la que instaló firmemente los cimientos (junto al Festival de Málaga) de nuestra nueva carta de presentación ante el mundo, sirvió para demostrarnos a nosotros mismos, aquejados demasiadas veces de tantos complejos, que somos capaces de la ambición y la excelencia y que nos merecemos una pinacoteca dedicada a nuestro vecino más universal. Fue el salto cualitativo que necesitaba esta ciudad.

Bernardo Quintero, responsable
 del centro de ciberseguridad de
 Google.  la opinión

Bernardo Quintero, responsable del centro de ciberseguridad de Google. / Álex Zea

Agentes decisivos

Pero en la pujanza boquerona hay muchos otros agentes decisivos, por supuesto. El ya mencionado Festival de Málaga ha resultado ser uno de los proyectos estratégicos más influyentes en la identidad de esta nueva Málaga: abierto, acogedor y popular, sin miedo a los flashes y a los fans, astuto a la hora de entender la transversalidad de los formatos, pionero a la hora de promover sin prejuicios todo el cine made in Spain y sensato en el necesario abrazo al audiovisual latinoamericano, el certamen cinematográfico ha contribuido enormemente a la proyección de una ciudad emprendedora en lo cultural. Y que sabe dar ejemplo: cuando la cita capeó como pudo la pandemia, estableciendo protocolos propios para driblar la incertidumbre, los responsables de otros festivales nacionales acudieron aquí para tomar nota.

Y, muy importante, si el Museo Picasso Málaga fue el ejemplo de que en Málaga se puede organizar cultura de primer nivel, cumpliendo los estándares de calidad internacionales, el Festival de Málaga operó en un ámbito más, digamos, popular: ha servido para que los de aquí también nos sintamos estrellas, porque el certamen despliega su alfombra roja no sólo para los actores y actrices del cine en español sino también para nosotros, malagueños y malagueñas, convencidos ya por fin no sólo el cielo de Madrid, Barcelona y otras grandes capitales del país merecen alojar a los astros y de que también podemos ser protagonistas desde provincias.

La cultura no es el único de los ejes sobre los que se ha diseñado y ejecutado el ambicioso plan renove de Málaga. Ahí está nuestra pequeña revolución tecnológica, que ha permitido que la ciudad se actualizara para adelantarse a los tiempos. Y aquí hay dos nombres fundamentales, entre otros muchos factótums de un ecosistema tech de lo más saludable: Felipe Romera y Bernardo Quintero.

El soriano Romera lleva al frente del Parque Tecnológico de Andalucía (en la actualidad Málaga TechPark) desde el año de su fundación, en 1990. En aquel momento, 34 años han pasado ya, aquel proyecto sonaba verdaderamente a ciencia ficción, albergando a ocho empresas y 130 trabajadores. Solo seis años después la tecnópolis malagueña creció hasta tener 100 empresas, 1.700 empleados y 200 millones de euros de facturación. La evolución del PTA en estas más de tres décadas ha sido espectacular y hoy su facturación supera los 2.300 millones de euros y los 22.000 trabajadores, que van aumentando a raíz de mil trabajadores al año, dentro de más de 600 empresas.

Málaga vivió el año pasado un acontecimiento tech de primera magnitud: la inauguración del Centro de Ciberseguridad de Google, unas instalaciones que ratifican a escala mundial el enorme potencial tecnológico de la ciudad y que generan, sin duda, un especial orgullo para todos, ya que ha sido una empresa malagueña, VirusTotal, de Bernardo Quintero, la que hace más de 10 años captó la atención del gigante de Mountain View y la que, con su exitoso trabajo, ha propiciado ahora este desembarco.

Pero no dejemos deslumbrarnos por el fulgor de todo ello. El gran desafío ahora mismo de nuestra ciudad es que el progreso que se ha inventado para sí misma incluya a la mayor parte de ciudadanos posible, que nadie se quede atrás en esta carrera hacia nuestro futuro. La sociedad civil debe cumplir ahora con su parte: vigilar y exigir a los capitanes de nuestro horizonte que el camino se haga con justicia social y humana. Porque el progreso no es sólo económico, tecnológico o cultural. En eso también podemos, y debemos, dar una lección. Ojalá sea así y dentro de otros 25 años hablemos en estas páginas de un progreso también humano y positivo para todos.

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