Educación

Veinte años del proyecto que ‘salvó’ el colegio Nuestra Señora de Gracia

El CEIP Nuestra Señora de Gracia, en la Victoria, ha pasado en dos décadas de ser un colegio ‘gueto’ al borde del cierre a tener lista de espera

La transformación y embellecimiento de los espacios, el trabajo en equipo y el haber logrado implicar a las familias en la vida del centro son algunas de las claves de este cambio

Alumnos del Gracia juegan en uno de los espacios de la entrada del colegio.

Alumnos del Gracia juegan en uno de los espacios de la entrada del colegio. / La Opinión

Susana Fernández

Susana Fernández

Málaga

La gran comunidad del CEIP Nuestra Señora de Gracia está celebrando un aniversario muy especial. Hace 20 años era un centro ‘gueto’ en peligro de desaparición. Pero pusieron en marcha un proyecto que ha supuesto una transformación total. Así se recordó hace unos días en un acto en el Ateneo de Málaga, donde se reunieron docentes actuales y antiguos, familias y muchos alumnos y exalumnos que, de forma espontánea, quisieron contar lo que ha significado para ellos su paso por este colegio público de La Victoria. Dos décadas de trabajo en equipo y esfuerzo compartido que han fructificado en un colegio que ahora tiene incluso lista de espera.

«La situación inicial del colegio, al borde del cierre, se cambió con los pilares del proyecto, la convivencia, la identidad, las relaciones, el currículum de éxito, y eso sigue estando», explica Marina Pastó, actual directora de este centro constituido como comunidad de aprendizaje.

Ella no estaba hace 20 años, pero conocía a fondo la realidad de los denominados centros de difícil desempeño al haber ejercido en coles como el Manuel Altolaguirre o el Gálvez Moll. Colegios de zonas complicadas como la Cruz Verde en la que se ubica el Gracia.

Dos décadas atrás, el alumnado apenas llenaba a medias las clases, estaba desmotivado y se caracterizaba por un bajo nivel curricular. Todo lo contrario de la situación actual, fruto de la puesta en marcha del proyecto ‘La ilusión de vivir y crecer en compañía’.

El primer paso fue la transformación de los espacios, como recuerda Maribel Serralvo, que ha sido directora durante 18 años. «Desde el principio se vio que abrir los espacios, cuidarlos, implicar a los niños y niñas en su cuidado y diseño, facilitaba la convivencia», explica.

Ahora, nada más entrar al colegio, se palpa que estamos en un lugar poco común. Por ejemplo, aunque la planta baja está dedicada a Infantil, no predominan los colores intensos sino los tonos suaves y los zócalos son de madera clara. La entrada no es un lugar de paso, sino que tiene distintas zonas para jugar, descansar, reunirse o leer.

Alumnado del CEIP Nuestra Señora de Gracia de Málaga / AULAS. NIÑOS. CLASE.JUEGOS

Asamblea de estudiantes de Primaria del CEIP Nuestra Señora de Gracia. / L.O.

Una transformación paulatina

La transformación ha sido suave: «Hemos entendido que hay que estar muy convencidos de los cambios. Y eso se hace hablando, formándose y reflexionando», detalla la exdirectora. Veinte años después trabajan sin libros de texto y por proyectos, pero cada docente ha ido a su ritmo.

Lo que más llama la atención hoy de El Gracia es su carácter abierto y las relaciones que su comunidad educativa establece. La semana pasada recibieron la visita de ocho docentes de distintas comunidades como Madrid, Galicia o Baleares que vinieron a conocer su proyecto. Pero, además, lo normal es que siempre haya familias, voluntarios de la universidad o de asociaciones y colectivos o maestros jubilados.

Implicar sobre todo a las familias era muy importante para conseguir bajar el alto nivel de absentismo. Y lo hicieron abriéndoles las puertas de par en par e invitándolas a participar en la vida del cole con propuestas como las ‘Charlas con café’ o ‘Las mañanas de Infantil’.

También hay muchas propuestas que permiten que alumnado de distintos niveles se relacione. Un logro que tiene detrás uno de sus proyectos más veteranos: las ‘Puertas regaladas’, por el que una clase diseña y regala una puerta a otra clase.

«Queríamos mejorar la convivencia entre las clases, que se relacionaran, y además queríamos embellecer el centro. ‘Puertas regaladas’ nos dio esa doble posibilidad», detalla Maribel Serralvo.

Todos estas acciones han ido llamando la atención de nuevas familias que han llevado a sus hijos al Gracia. En un principio, como recuerda esta docente, la mala fama era tal que había incluso padres y madres de la zona más desfavorecida que preferían otros centros.

«Los primeros años no aparecía nadie nuevo, pero en el centro ya se vivía otra realidad. Buscamos darnos a conocer en prensa, con charlas, presentarnos a premios. Queríamos cambiar esa imagen».

Así lograron que llegaran nuevas familias de otros barrios, atraídas por cómo resolvían allí los conflictos y por la posibilidad de participar tan activamente en la vida del colegio.

La asignatura pendiente eran, paradójicamente, los niños de la Victoria. La mala fama persistía en el barrio. Para vencer esa resistencia visitaron las escuelas infantiles, se reunieron con las familias, hicieron carteles... Y lo lograron.

Hoy cada clase tiene unos 25 o 26 alumnos y aseguran que les gustaría que fueran unos poquitos menos, pero que se quedaran más tiempo, hasta 2º de la ESO.

Marina Pastó subraya que la clave para haber llegado hasta aquí es que no han sido apuestas «pasajeras», sino «muy meditadas y con la mirada puesta en las necesidades que van surgiendo».

Por su parte, Maribel Serralvo hace hincapié en la importancia del equipo: «No puede haber grandes figuras porque se van y esto no se mantiene. Todo el mundo tiene que sentir el proyecto como suyo».

Entre los retos que les presenta ahora el día a día está atender al variado perfil de alumnado que tienen: «la sociedad está representada en El Gracia». Para el futuro, trabajan para mantener los pilares del proyecto que ha ‘salvado’ el colegio y para que todas las familias participen, se relacionen y que nadie se quede atrás.

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