Sanidad
La UTCA, un lugar de esperanza para los trastornos alimentarios
Málaga cuenta desde 2019 con una unidad específica para tratar problemas como la anorexia o la bulimia y por donde han pasado ya más de 700 pacientes, la mayoría de ellos mujeres y adolescente

Una enfermera junto a una de las pacientes de la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria / Álex Zea
La radio se escucha a través de la puerta entornada del comedor de la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria (UTCA) del Hospital Regional de Málaga. No es casualidad. Del comedor de la planta superior también se escapan las notas de una animada canción que suena en altavoz. De nuevo, no se trata de una coincidencia, sino de una estrategia para intentar distraer a las pacientes cuando tienen que enfrentarse a su peor enemigo: la comida.
«Mientras una paciente con un trastorno alimentario está comiendo, está teniendo un montón de pensamientos muy negativos acerca de lo que está haciendo mal, de lo que no debería estar comiendo... pero si está escuchando música o a una persona hablando, eso interfiere con esos pensamientos y se facilita que puedan comer», explica la psiquiatra Margarita Pascual, coordinadora de esta unidad, donde cada día más de medio centenar de profesionales trabajan incansablemente para ayudar a estas chicas a superar esta compleja e incomprendida enfermedad que puede llegar a poner en riesgo sus vidas.
Los trastornos de conducta alimentaria (TCA) son, según las palabras de la doctora Pascual, una forma de resolver un problema emocional o relacional a través del cuerpo y de la comida. «Controlando el volumen corporal y la comida, lo que realmente se pretende solucionar es un tema que no está en la comida ni en el cuerpo, sino que está en tus emociones, en tus relaciones, en cómo te manejas con los demás y en cómo te manejas contigo misma», subraya la doctora, que insiste en que, aunque los síntomas sean alimentarios, se trata de una enfermedad mental. «El cuerpo es como el chivo expiatorio».

Margarita Pascual, coordinadora de la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria (UTCA) del Hospital Regional de Málaga / Álex Zea
Los trastornos más frecuentes son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracones. El 90% son mujeres y adolescentes. El pico se suele dar entre los 14 y 15 años, aunque, según la doctora Pascual, cada vez son más jóvenes y se encuentran pacientes con 10 u 11 años. La prevalencia de estos trastornos entre mujeres de 12 a 26 años es de un 6%. No obstante, como destaca la psiquiatra, «no hay límite de edad», y las pacientes adultas son también frecuentes en la unidad, sobre todo, de carácter crónico.
Donde comienza la batalla
La UTCA, ubicada en el antiguo Centro Guadalmedina, junto al Hospital Civil, se divide en tres áreas a las que se acude en función del nivel de gravedad. Son las consultas externas, hospital de día y hospitalización, que cuenta con seis habitaciones dobles, aunque ya están en obras para incorporar cuatro camas más destinadas a pacientes adolescentes. Aunque la unidad se creó en 2019, hasta 2022 no se incorporó este área de hospitalización. Desde entonces, han ingresado en ella 172 pacientes. En total, han ayudado a más de 700 personas desde su apertura. «Siempre estamos llenos y con lista de espera», apunta Pascual.

La Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria (UTCA) del Hospital Regional de Málaga / Álex Zea
A pesar del blanco resplandeciente de sus paredes, se percibe un ambiente cálido y acogedor. Rodeado de jardines y vertebrado por un íntimo patio central rodeado de cristaleras, la luz inunda cada uno de los pasillos por donde pasan algunas pacientes de aspecto frágil vestidas con una especie de pijama de rayas verdes pastel. Cada una de ellas es distinta, como remarca en reiteradas ocasiones la psiquiatra, pero todas tienen algo en común: han pasado por un sufrimiento enorme para llegar a ponerse en ese peligro vital.
«Para que tu llegues a un trastorno alimentario tienes que haber estado sufriendo durante muchísimo tiempo y restringiendo la alimentación durante mucho tiempo. Y, aunque cada paciente es único, es una enfermedad que tiene que ver con los vínculos, ya sea con los padres o amigos (ahí aparecen cuestiones como el bullying), y también a veces por situaciones muy traumáticas», relata la profesional, que sostiene que son pacientes que pueden resultar muy complicadas porque tienen poca conciencia de la enfermedad y suelen negar los síntomas.

Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria (UTCA) del Hospital Regional de Málaga / Álex Zea
El obstáculo de los estereotipos
«El proceso de pedir ayuda generalmente no suele partir de ellas, sino de los familiares», afirma Pascual, que destaca la importancia de acabar con los estereotipos que lastran la lucha contra esta enfermedad tan difícil de entender. «Se piensa que hay una parte de superficialidad, como si realmente la única preocupación de estas pacientes fuese el físico o el tema de la imagen. O que si no estoy delgada no puedo tener un TCA. O, al revés, que como siempre he sido delgada no tengo ningún trastorno alimentario», pone de ejemplo la psiquiatra.
«También es común escuchar que no comen porque quieren llamar la atención», añade Laura Montes, supervisora de enfermería de la unidad, que recuerda que estos actos no son voluntarios ni un capricho. Para la mayoría de personas, una comida es un momento de placer y de celebración con los seres queridos. Sin embargo, para estas pacientes puede convertirse en una auténtica pesadilla.

Laura Montes, supervisora de enfermería de la UTCA / Álex Zea
No obstante, el mensaje más importante para ambas profesionales es que romper ese círculo vicioso de conductas de riesgo y curarse es posible. «Normalmente, se piensa que si tienes un trastorno alimentario vas a estar con eso toda la vida. Y no es verdad, la mayor parte de los TCA se curan», recalca la psiquiatra.
Un camino largo y difícil
Pero llegar hasta ahí no es nada sencillo. Se trata de un largo y arduo camino, en el que las recaídas son habituales. «El ingreso es solo una parte del tratamiento, pero no es la única, ni es curativa en sí misma», aclara Pascual, que subraya que el abordaje siempre es multidisciplinar e individualizado, donde intervienen desde psicólogos clínicos y psiquiatras, hasta endocrinos, enfermeras o terapeutas ocupacionales. «Las pacientes se curan cuando se curan psíquicamente. Lo que tiene que cambiar realmente es la parte mental, pero es verdad que, si la parte física no está recuperada, es imposible recuperar la otra», puntualiza la especialista, que indica que, aunque la media de ingreso en la unidad es de 50 días, la media del tratamiento son cinco años.

Una enfermera junto a una de las pacientes de la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria / Álex Zea
«Lo bueno de la unidad es que no hay un tratamiento estándar, sino que te adaptas a cada paciente», defiende Francisca García, que es precisamente una de las endocrinas que ayudan cada día a las pacientes a que sean capaces de comer de todos los grupos de alimentos, de una manera variada y con unas cantidades adecuadas. «Nosotros lo que hacemos es supervisar la parte de salud física. Pero no solo se persigue que consigan un peso, sino inculcarles una educación nutricional y que tengan unos hábitos de vida saludables para poder adaptarse a una vida plena», indica García, que hace hincapié en que son pacientes con una alimentación muy restrictiva. «Realmente comen la misma cosa porque les parece segura y bajo ningún concepto quieren, por ejemplo, ni hidratos de carbono, ni fritos ni, por supuesto, dulces», añade.
Protocolo estricto
Por ese motivo, la unidad cuenta con un protocolo muy estricto a seguir. Tienen que comer todas juntas y acabarse todo lo que venga en la bandeja de una manera adecuada y en un tiempo determinado. «No vale cortar en trozos pequeñitos, ni migar el pan, ni escurrir el aceite», señala García, que matiza que estos rituales son precisamente uno de los síntomas de la enfermedad y de los aspectos a corregir. Además, las habitaciones, comedor y servicios están cerrados bajo llave todo el tiempo para evitar que puedan vomitar o tomar laxantes para intentar perder peso.

Uno de los comedores de la Unidad de Trastornos de Conducta Alimentaria (UTCA) del Hospital Regional de Málaga / Álex Zea
Para supervisarlas, y sobre todo ayudarlas en este complicado proceso, cuentan con más de 60 profesionales especializados en salud mental y TCA. «Una parte muy bonita del trabajo en esta unidad es el trabajo en equipo, que en otros sitios no se da tanto. Pero aquí sí está la sensación de que realmente los logros son conjuntos y de que siempre te puedes apoyar en el compañero», sostiene con orgullo la doctora Pascual, que destaca que es uno de los grandes beneficios de contar con una unidad especializada en estos trastornos. «El tratamiento es muchísimo más fácil en una unidad específica y se consiguen mejores resultados», afirma la psiquiatra, que no duda en hacer una mención especial a la labor esencial de las enfermeras.
Crear vínculos
«Uno de los principales obstáculos es el tema de la confianza. Por eso es tan importante la primera acogida, explicarle cómo va a ser su estancia y abrirse a todas las dudas que tengan», argumenta Montes, que hace hincapié en la importancia de crear un vínculo terapéutico con las pacientes y que las sientan como una figura cercana y en la que poder apoyarse.
Las enfermeras son al final las que más tiempo pasan con las pacientes, que, aunque tienen libertad para salir si lo desean (y su estado lo permite), tienen actividades programadas durante todo el día. Desde teatro y escritura terapéutica, hasta arteterapia o grupos de terapia ocupacional. «Una parte del tratamiento es individual, y cada día son vistas por el endocrino, el psiquiatra y el psicólogo; pero otra es grupal, que para lo que realmente sirve es para trabajar todos los conflictos que han sufrido en el ámbito social», cuenta la doctora Pascual, que indica que gracias a ello acaban forjando también vínculos muy fuertes con las otras pacientes, que perduran incluso una vez reciben el alta.

La psiquiatra Margarita Pascual se reúne con algunos miembros del equipo de la UTCA / Álex Zea
«Tú piensa que durante la mayor parte del tiempo van a estar pensando en la comida y repasando qué es lo que han comido y eso les puede limitar también a la hora de estudiar, de trabajar, de las relaciones sociales...», recuerda la psiquiatra. «Además, las relaciones sociales pasan por comer», apunta Montes, que resalta lo difíciles que suelen ser ciertas celebraciones, como las Navidades, para estas pacientes, que, pese a lo que habitualmente se piensa, nunca llegan a estar a gusto con ningún peso, ni siquiera cuando han estado a los niveles más bajos. Las redes sociales no ayudan en este sentido. «Lo de compararse es horrible y poner una imagen ideal, aunque antes ya pasaba, las redes lo amplifican», opina Pascual.
Mensaje de esperanza
«Al final vuelcas en la comida los conflictos de los que no estás siendo capaz de hablar», reflexiona la psiquiatra, que incide en lo limitantes y peligrosos que son estos trastornos, que pueden provocar hasta la muerte. «Los pacientes con TCA son de los que tienen una proporción de suicidios más alta», advierte Pascual, que asegura que han tenido casos tan graves que se llegó a preguntar cómo era posible que estuviesen vivos. «Tuvimos una paciente que ingresó con un índice de masa corporal (IMC) de 8, cuando lo habitual es entre 18,5 y 25. Pesaba veintipocos kilos», agrega García.
A pesar de todo, las tres profesionales insisten en la importancia de lanzar un mensaje de esperanza y recordar que los TCA pueden curarse. «Uno de los puntos más bonitos es cuando empiezan a recuperarse y a tener un proyecto vital propio. Cuando son capaces de mirar a otros sitios y darse cuenta de que el conflicto no está con la comida ni con el peso», concluye la doctora Pascual.
Señales de alarma
Cuanto antes se detecte un trastorno de conducta alimentaria, mejor es el pronóstico y las posibilidades de curación. Por ese motivo, la doctora Pascual insiste en que «lo ideal es que se pida ayuda mucho antes de que se empiece a perder peso».
Para ello, es importante estar atento a las señales de alarma como empezar a tener conductas restrictivas, ir mucho al baño después de comer, decir que se siente mal y que está gorda, o dejar de quedar con las amigas porque quedan a comer.
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