Crónicas de la ciudad

Torre del Puerto: que pase el siguiente arquitecto estrella

El día que un Premio Pritzker acuda a trabajar a Málaga sin el indisimulado objetivo de alterar la normativa urbanística en vigor, esta ciudad comenzará a enfilar el camino de la civilización.

El Dique de Levante, el pasado verano.

El Dique de Levante, el pasado verano. / Álex Zea

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Fuentes cercanas al vodevil urbanístico malaguita recuerdan cómo, hace ya algunos años, cuando se presentó el proyecto del hotel de Hoyo de Esparteros, eran tantas las barbaridades que conllevaba (doblar la altura permitida en el Centro Histórico, demoler un edificio protegido del autor de calle Larios, comerse parte del histórico Pasillo de Atocha, forzar el volumen...), que un técnico bienintencionado aconsejó que, lo mejor, era buscarse un arquitecto estrella, para así tratar de ablandar a nuestra clase política y pasar el examen.

Sin duda, la estratagema funcionó: populares y socialistas, hermanados por el complejo de inferioridad, dieron el visto bueno a la que finalmente ha sido -para arquitectos conocedores de su trayectoria- una de las obras más olvidables de Rafael Moneo, el refrito de un centro comercial diseñado hace 30 años en Barcelona.

El único detalle misericordioso de tan rompedora operación fue levantar, arrinconado en la parcela triangular y desprovisto de su función primigenia de ‘proa de barco’, un pastiche del palacete derribado de los Loring Heredia.

Si la treta de Hoyo de Esparteros fue un éxito, por el horizonte asoma ya una operación parecida, aunque ignoramos si el próximo Premio Pritzker, el londinense David Chipperfield, propondrá, magnánimo, una réplica de la Farola, más allá de la Torre del Puerto, para contentar a quienes consideran una indecencia que el rascacielos jubile el bicentenario símbolo de Málaga.

El viejo truco

Sin duda, la enorme oposición que ha levantado este atentado paisajístico, dentro y fuera de nuestra capital, habrá ayudado a que los promotores del ‘misil hotelero’ echen mano del viejo truco del arquitecto estrella. 

Como saben, si algo caracteriza a nuestros políticos es su papel como 'referenciadores de iconos emblemáticos': Si recopilamos sus declaraciones sobre proyectos importantes en las últimas décadas, todo ha sido para ellos un «hito», un «icono», algo «emblemático» o un «referente». ¿Y por qué no para instancias más altas como el Consejo de Ministros?

Asegura Antonio Muñoz Molina en su inolvidable ensayo ‘Todo lo que era sólido’, en referencia a la política en España, que «en ningún otro campo profesional se puede llegar más lejos careciendo de cualquier cualificación, conocimiento o habilidad verificable». Con esa baza juegan. 

Cuando un Premio Pritzker acuda a Málaga sin el objetivo de soliviantar la normativa urbanística en vigor, esta ciudad habrá enfilado, por fin, la senda de la civilización. Mientras tanto, toca señalar y afear estas tretas.

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