Entrevista
José Jiménez, profesor jubilado de Maristas y la UMA: "La escuela no es un lugar divertido. Si lo fuera, sería un parque de atracciones"
Tras más de 40 años dando clase, este docente ha dejado de dar clase en el colegio Maristas y en la Universidad de Málaga
Sus enseñanzas y métodos calaron en alumnos de múltiples generaciones

Don José Jiménez, profesor de lengua española recién jubilado / Nacho Agote
Nacho Agote
Don José Jiménez es un nombre que resonará en las mentes de muchos. Especialmente, si en los últimos 40 años han sido alumnos del colegio Maristas Nuestra Señora de la Victoria. O, quizás, si ha sido estudiante de Periodismo en la Universidad de Málaga (UMA) en los últimos 20 años. Se trata de un hombre cuyo destino ha sido el de las palabras, el de la lengua española, como profesor.
“Creo que la escuela tendría que trabajar más en que hay que acostumbrar al alumno a que una clase exige competencia lingüística y que nos movamos en nivel si no culto, semiculto. Hay que dejar todo lo posible el nivel coloquial y mucho menos el familiar o el de amigos”, dice, y luego comenta la medida de la Junta de Andalucía, la que añade una hora de lectura para cuarto de ESO y primero de bachiller. De hecho, la lectura para él acarrea un inconveniente, es social, dado que esta generación lee mucho, pero no obras extensas.
Hablar, leer, escribir
A él no le basta con que los alumnos sepan hablar, al fin y al cabo “es una parte natural”, dado que “llegamos a ella por imitación”. El problema es que, a la hora de volcar los textos al escrito, “se trata de un artificio”. La tarea de don José Jiménez es lograr que los alumnos adapten lo que dicen escribiendo. “Ahí está el gran fracaso”, dice.
Quizás algunos exalumnos recuerden las redacciones que este profesor mandaba para clase. Aquellas que comenzaban o terminaban con "si volviera a nacer, volvería a quererte". Don José Jiménez no da este inicio (o final, según el momento) obligatorio sin motivo, sino porque así el alumno realiza un proceso de escritura. "Primero va a buscar a quién se dirige. "Volvería a quererte", ¿quién es? El "yo" se va a disociar del "yo" real del alumno. Ese "yo" puede ser un anciano que ve cómo muere su esposa en un hospital o puede ser un soldado que está fuera en la guerra".
Los antiguos alumnos también recordarán ese momento de lectura en voz alta en el estrado, pero tampoco era una decisión a ciegas, porque "donde más se enriquece el alumno es leyendo textos producidos por otros alumnos". Al fin y al cabo, "leer en voz alta significa que veintitantas personas están leyendo lo mismo simultáneamente". Y, por supuesto, "está muy bonito" y "no me gusta" no son críticas válidas en el ejercicio. Tenía que haber juicio, "porque la persona que escribe pone parte de sí y está esperando que alguien lo lea. Si no lo lee alguien, realmente no ha habido escritura".

Don José Jiménez dejó huella en los conocimientos lingüísticos de sus alumnos. / Nacho Agote
Un legado inmenso
Don José Jiménez ha dejado un legado inmenso en la formación académica en los alumnos, tanto en los del colegio Maristas como en Periodismo en la UMA. Muchos saben lo que saben por sus enseñanzas y sus métodos, aunque los profesores no pueden identificar realmente cuánto de lo que el alumno sabe es por su trabajo. "La labor de un profesor es bastante jodida, porque nunca recibe un pago inmediato: yo estoy siempre ante niños que no son, sino que están siendo. En el momento en el que termina el año, el profesor no recibe el pago de la obra terminada, pero tampoco puede esperarlo. Y cuando el alumno se percibe de que esa persona ha hecho algo importante en su vida, ya no es alumno".
Sus enseñanzas tienen un origen en la milicia universitaria de Valladolid. Resulta que llaman a su casa para ofrecerle trabajo después de terminar la carrera, y en ese trabajo siguió por 42 años. Y los últimos 20 de esos también en la UMA. Un combo de difusión de conocimiento multigeneracional. No habría que esperar menos de un doctor en filología hispánica.
Su vocación estaba en la universidad y en el colegio, aunque prefiere la investigación para el primero y la enseñanza para el último. "Me siento muy estimulado también con la investigación, con estar encerrado horas y horas. Entendí perfectamente que mi mundo vocacional coincidía con el profesional".
"Las clases se llenan de efectismo, pero tiene que existir también la disciplina".
Clases en la UMA y en el colegio
No le parece que los periodistas futuros vayan a escribir bien. Cree que muchos no se preocuparon por crear textos en general, pero también piensa que el interés por la lengua como instrumento ha sido bastante "rácano", claro. "Mi asignatura la tuve que rebajar por completo, y no me da vergüenza decirlo. Empezar incluso explicando las tildes, dedicando mucho tiempo a los signos de puntuación". Evidentemente, estos errores son penalizados en los ejercicios y exámenes. Sin embargo, nota bastante bien que "los alumnos que más leen y que tienen un bagaje más culto son los de filosofía".
Cuando piensa en su labor, se da cuenta de un problema. "En el sistema educativo actual hay un grave error. Se sigue pensando que el objeto y el centro de la enseñanza es el alumno, y el centro de la enseñanza es el alumno y el profesor. Al profesor se le obvia", comenta mientras pide a los jóvenes que no dejen de pensar que la escuela es sencillamente "un profesor y un alumno frente a frente".
"Un tópico que creo que debe acabar es el de que la escuela es un lugar divertido. La escuela no es un lugar divertido. Si lo fuera, sería un parque de atracciones y muchas veces es difícil distinguir uno de otro", comenta antes de explicar que, muchas veces, las clases se preparan buscando un mayor impacto a través de algún recurso educativo: "Las clases se llenan de efectismo, pero tiene que existir también la disciplina".
Jubilación
"Tuve un mote durante mucho tiempo en el colegio", comentaba don José Jiménez al recordar que venía de la milicia universitaria de Valladolid y que era sargento. Resulta que el director presentó al profesor con su cargo de sargento de caballería: "Se lo puso a huevo a los niños y, a partir de ahí, durante mucho tiempo, pues soy el sargento. Mucha gente me dijo que me viene al pelo".
De igual modo, tras más de 40 años ejerciendo, este sargento del lenguaje terminó jubilándose, habiendo enseñado a múltiples generaciones dónde va cada tilde y cada coma, pero sin preocuparse tanto por las uves y las bes u otros fallos ortográficos. Ese ha sido el trabajo de don José Jiménez y, aunque no crea que todos los periodistas del futuro vayan a escribir bien, ojalá piense que el que redacta hoy, sí. Muchas gracias por su trabajo, que tenga una excelente jubilación, profesor.
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