Anuario: un año de Crónicas de la Ciudad

Málaga, una ciudad para que vivan otros

2024 se recordará como el año del hartazgo ciudadano ante la insostenible situación de la vivienda, por el freno tardío a la lepra de los pisos turísticos, y por el intento de reflotar el atentado paisajístico de la Torre del Puerto

La manifestación por una vivienda digna del pasado 29 de junio.

La manifestación por una vivienda digna del pasado 29 de junio. / Gregorio Marrero

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

A nuestro alcalde, Paco de la Torre, le falta lucir unas simbólicas mangas verdes en su traje de chaqueta, que evoquen la lentitud de la centenaria Santa Hermandad, el cuerpo de seguridad de los Reyes Católicos que solía llegar tarde cuando se le reclamaba.

A buenas horas, 2024 será recordado por el freno municipal tardío a la lepra de los pisos turísticos, pese a que el Ayuntamiento contaba, desde hacía 27 años, con una normativa clara, en el PGOU de 1997 y en el actual, que impedía que se nos colara cualquier tipo de ‘injerto hotelero’ en bloques residenciales sin entrada independiente.

Resulta imposible creer que un Ayuntamiento, hasta 2024, sí estuviera capacitado para decidir dónde iría todo un señor polígono industrial o un gran centro comercial, pero no pudiera aplicar su propia normativa y así impedir que los turistas durmieran en casas de vecinos.

Duro de oído con las muchas advertencias y propuestas -a lo largo de una década- del Observatorio (municipal) del Medio Ambiente Urbano; el resultado a tanta sordera se traduce hoy en que Málaga es la Ciudad del Paraíso de los Pisos Turísticos; por encima de Barcelona, Valencia y Sevilla, y eso que nos superan con creces en número de habitantes.

El tenaz cruzamiento municipal de brazos durante tantos años ha terminado por indignar al personal, que ha concluido que una parte de responsabilidad tiene en la jibarización del mercado del alquiler, volcado en la pura codicia de los pisos turísticos; además de protestar por la disparatada subida de los precios de la vivienda.

Málaga se ha convertido en una ciudad para que vivan los otros. Los malagueños -ya nos lo señalan los políticos más frívolos- deben buscarse otros pueblos y ciudades sin ningún drama.

Por este motivo, antes de que estalle la burbuja de la vivienda, malagueños de todas las ideologías han estallado ya. El resultado, dos multitudinarias manifestaciones ciudadanas, de las más grandes que se recuerdan en Málaga, con una apabullante presencia de jóvenes sin un lugar donde desarrollar su vida en su ciudad natal.

Torres de Martiricos

Simbolizan muy bien el desmadre inmobiliario de estos días las mediocres Torres de Martiricos, el mayor error urbanístico que ha cometido un ayuntamiento desde la construcción del bloque de los militares en la falda de Gibralfaro, hace más de medio siglo.

Además de destrozar para siempre las vistas del río Guadalmedina y del Centro Histórico, han sido invadidas, desde el inicio, por la lepra de las viviendas turísticas. Cría cuervos.

Y como la Torre del Puerto cada vez tiene más detractores, se acerca el momento decisivo, y sus promotores no se caracterizan por la pericia administrativa, han decidido recurrir al viejo truco del arquitecto estrella.

Una vez más, un Premio Pritzker acudirá a Málaga, como ya hizo Rafael Moneo, a tratar de forzar las normas en vigor.

De esta manera, al igual que la normativa urbanística del Centro Histórico saltó por los aires para dejar sitio al olvidable hotel de Hoyo de Esparteros, en esta ocasión presentarán de potente trampantojo al arquitecto David Chipperfield, para tratar de levantar la prohibición del uso hotelero en el puerto de Málaga.

Como el gran capital carece de principios, los promotores han provocado que salga del proyecto el arquitecto José Seguí, la persona que con más tenacidad ha defendido el que, para cada vez más malagueños, es un disparatado atentado paisajístico.

Está por ver si Chipperfield se implicará con la criatura tanto como Moneo con su hotel, o si se limitará al paripé de esbozar las líneas generales de un rascacielos que, todo apunta, será más alto e intrusivo que el proyecto actual. Lo importante, claro, es que la vieja estratagema cuele y que el Consejo de Ministros se postre ante el fichaje de última hora.

Mimos a la Farola

De lo que no ha cabido ninguna duda en 2024 ha sido el mimo con el que la Autoridad Portuaria ha cuidado nuestra Farola, Bien de Interés Cultural.

Pese a que su falta de sensibilidad paisajística y patrimonial puede provocar que deje de funcionar tras más de 200 años, si se permite el ‘misil hotelero’, estas Navidades la Autoridad Portuaria ha tenido a bien felicitar las fiestas con el faro que corona el BIC.

Además, como recogió esta sección, la Farola ha permanecido este año, durante varias semanas, con una ventana abierta de par de par, incluidos días de lluvia; sin olvidar que el Puerto hace lustros que no repara varios de sus cristales rotos. Quien bien te quiere te hará llorar.

Un parque ejemplar

Esta sección también se hizo eco del parque del antiguo Cementerio de San Rafael, uno de los mayores logros de Paco de la Torre, una zona verde ejemplar, no sólo por su diseño, también por el respeto que manifiesta a este antiguo camposanto, al preservar varios elementos históricos, así como por no olvidar a los asesinados del bando perdedor, tras décadas sin recibir el reconocimiento, como sí lo tuvieron los asesinados del bando vencedor en la Guerra Civil.

Todo lo contrario del solar de Repsol, que entrará en la Historia de la Infamia Urbanística de Málaga, si se imponen los rascacielos y se pierden casi 18 hectáreas de bosque.

Y en el Parque del Oeste, confiemos que no se repita más el espectáculo de las luces chinas, que ha enviado al mundo la imagen de una Málaga capaz de levantar el muro de Berlín en una zona verde durante cinco meses. El negocio no puede mandar siempre.

Pecios, toallitas y danas

Además, 2024 fue un año para seguir constatando la legión de carteles oxidados que todas las administraciones dejan olvidados en Málaga.

También, para preocuparse por la costra de toallitas del Guadalmedina, amén de telas del año de la polka, así como para preguntarse si estamos en buenas manos, con tanto cargo público asegurando que la dana de Valencia no puede ocurrir en Málaga, y que estaremos seguros con los puentes plaza y los viales soterrados junto al río. El cambio climático dirá. Feliz 2025.

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