Crónicas de la ciudad
Limpieza ciudadana en el vertedero del Guadalmedina
El sábado, voluntarios de Andalimpia retiraron, en dos horas y en 300 metros de cauce, cientos de kilos de basura de un río que se ha convertido, por el incivismo y la falta de mantenimiento, en el más largo y céntrico vertedero ilegal de Málaga.

Los voluntarios de Andalimpia, el sábado con toda la basura recogida en dos horas en el Guadalmedina. / A.V.
El río Guadalmedina ha dejado de ser una metafórica ‘cicatriz’ y ya es el más céntrico y alargado vertedero ilegal de Málaga.
La renaturalización del cauce lo ha embellecido, pero basta hollarlo para llevarse las manos a la cabeza, pues prácticamente no hay un metro cuadrado sin basura.
Lo volvió a constatar el pasado sábado una veintena de voluntarios de la asociación Andalimpia, el colectivo que limpia de forma desinteresada playas, ríos, solares abandonados y arroyos del término municipal de Málaga.

Un voluntario de Andalimpia, con algunos de los restos retirados del cauce del Guadalmedina. / A.V.
Realizan esta labor ante una conjunción terrible de factores: por un lado, un enorme incivismo que alcanza a todas las capas sociales de Málaga -sin ir más lejos, lo que los homínidos tiran al arroyo de La Caleta, en El Limonar, es de traca-; y por otro, una limpieza municipal totalmente insuficiente, pese a que el presupuesto anual del Ayuntamiento es casi el doble que el de la película más cara de la saga de Star Wars.
Puesto que no sólo nuestras vidas van «a dar en la mar», como decía Jorge Manrique sino también toda la basura arrojada por nuestros mamíferos con DNI, ¿qué necesidad hay de esforzarse ante un sistema natural que evacúa al Mar de Alborán los desechos? Será ya un problema para el Comando Municipal de Buzos del siglo XXII.
El sábado, a la altura del puente de Armiñán y en sólo 300 metros de cauce estos voluntarios retiraron de la circulación fluvial los objetos más disparatados: un carrito de bebé, paraguas, una máquina de bolas, una plancha, ruedas de coches, un triciclo, despanzurrados objetos tecnológicos de ignota procedencia y la más variada colección de ropa enfangada, incrustada en el cauce.

Las toallitas de baño se mezclan con la vegetación en el cauce del Guadalmedina. / A.V.
Y por descontando, bolsas y bolsas de envases de plástico, litronas para surtir un bar de copas durante dos fines de semana, así como hierros de todo pelaje.
Lo más descorazonador seguía siendo la ‘costra de lasaña’ que han formado las miles de toallitas de baño enmarañadas en la vegetación del río.
Algún siglo de estos, quienes vivan en Málaga dejarán de utilizar el váter como un segundo cubo de la basura en el que tirar colillas, toallitas, compresas... Todo el producto de su incivismo termina en el mar.
Mientras llega ese día, y como el mantenimiento municipal del río es más esporádico que cíclico, no hay otra que el que voluntarios de todas las edades sigan retirando cientos de kilos de basura. Los futuros puentes-plaza, magro consuelo, taparán algo el vertedero.
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