Mirando atrás

Pedro Zamora: poner una pica en París

El pintor y escultor malagueño, que mantiene una postura artística y vital alejada de los focos, expone durante dos meses en una galería parisina, tras su paso por galerías de Madrid, Barcelona y Milán. Arquitecto de profesión, hace años que dio el paso para volcarse sólo en el arte.

Pedro Zamora, en un rincón de su taller, próximo al Centro de Málaga.

Pedro Zamora, en un rincón de su taller, próximo al Centro de Málaga. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Su taller, próximo al Centro de Málaga, en una preciosa vivienda del XIX, no tiene cartel indicativo alguno. Pedro Zamora, nacido en Barcelona en 1968 pero malagueño desde 1970, explica que le gusta trabajar «en silencio y con mucho pudor, casi con miedo, ¿por qué no?; el miedo bien gestionado puede ser una palanca para ser mejor, trabajar más y afinar más». 

Pedro Zamora es un artista alejado de los focos como postura artística y vital, que no ha buscado contactos ni ha hecho propaganda de su trabajo porque, como explica, «toda mi energía la he gastado en hacer».

‘Antítesis’ de Pedro Zamora, en enero y febrero de este año en la Galería Tourrette de París.

‘Antítesis’ de Pedro Zamora, en enero y febrero de este año en la Galería Tourrette de París. / Archivo del artista

Su momento, sin embargo, ya ha llegado con creces, por eso, desde enero y hasta final de este mes, expone en la céntrica galería Tourrete de París, con el título de ‘Antítesis’, una selección de sus cuadros y esculturas.

En la Málaga de su infancia y adolescencia estudió con los jesuitas del Colegio de San Estanislao, una influencia que todavía siente muy presente, «porque esos profesores lo que querían, más allá de la materia que dieran, es que esos chavales fueran personas, que fueran hombres; me parece un regalo». 

Pedro Zamora, de niño en el Puerto de Barcelona.

Pedro Zamora, de niño en el Puerto de Barcelona. / Archivo del artista

Ya con 5 ó 6 años, recuerda que le influía «absolutamente, la forma»; por eso, ya por entonces tomó la decisión de ser arquitecto, una carrera que estudió en Pamplona. Trabajó para Ángel Asenjo y llegó a tener estudio propio, al tiempo que mantenía en paralelo su creciente carrera de pintor, pues con 30 años celebró su primera exposición.

Como recuerda, no fue hasta casi cumplir 40 años cuando se planteó dedicarse por completo al arte y dejar su profesión. «En la pintura tengo la total libertad de hacer mi obra, cosa que en arquitectura es muy difícil», remarca.

Pedro Zamora, veinteañero, durante una visita a Roma, en sus años de estudiante de Arquitectura.

Pedro Zamora, veinteañero, durante una visita a Roma, en sus años de estudiante de Arquitectura. / Archivo del artista

Como recuerda, este paso fue posible gracias al apoyo familiar: «Mi padre me ha apoyado en silencio en todo y después, no hay manera de agradecerlo; hubiera sido otra cosa sin él», confiesa. 

Por eso destaca que, frente a haber podido trabajar en el mundo del arte «con red» -lo que supone «tener esa libertad de concentrarme en hacer la obra»- responde con un trabajo serio y riguroso, «de lunes a domingo», en el que el propio artista reconoce que es su crítico «más salvaje».

Ese salto de la Arquitectura al arte -desde veinteañero, abandonada la figuración e inmerso en la abstracción-, subraya que fue algo más que un salto al vacío, «porque el arte no se sabe dónde está, qué es y a qué responde; es muy inasible».

De cualquier forma, para el artista malagueño el arte debe ser «una presencia maravillosa; no creo que tenga que contar una historia, es algo que tiene una capacidad de recoger los sentimientos y significados de la gente». 

Con su obra ‘Breve Historia del Arte’, expuesta en el Museo Picasso Málaga y la Fundación Juan March.

Con su obra ‘Breve Historia del Arte’, expuesta en el Museo Picasso Málaga y la Fundación Juan March. / Archivo del artista

Pedro Zamora, por cierto, no olvida la generosidad del pintor malagueño Jaime Rittwagen, «una persona maravillosa», quien dio pie a que pudiera exponer por vez primera en Barcelona

También en Milán, donde ha expuesto en numerosas ocasiones, ha congeniado con varios artistas italianos, a los que ya considera amigos. «Muchas veces uno encuentra fácilmente su familia espiritual, que es la que te gusta», destaca.

Del MUPAM a París

Además, desde hace muchos años colabora con la Galería Marita Segovia de Madrid y está presente en las ferias de arte contemporáneo más importantes. En Málaga, tuvo la ocasión de exponer en 2019 en el MUPAM, durante tres meses, 130 de sus obras. De su ciudad, la que vio nacer a su admirado Picasso -con permiso de Velázquez, otro de sus 'grandes'-, destaca que se ha pasado de una Málaga «plana», desde el punto de vista cultural, a una «en la que se hacen las cosas; no serán perfectas todas, pero hay energía, hay ganas y estamos viviendo una época dorada»

Y de la galería parisina ‘Tourrete’, en la que puede verse estos días una treintena de obras, entre pintura y escultura, destaca que está al frente Carole Korngold, «una galerista que está haciendo un trabajo muy singular y valiente, apostando por un grupo de artistas con un sentido bastante concreto, con un gusto afín».

En 2015, con una de sus esculturas, que expuso en Milán.

En 2015, con una de sus esculturas, que expuso en Milán. / Archivo del artista

Por cierto que el título de la exposición, ‘Antítesis’, es una declaración de intenciones de su manera de ver el arte: «Toda obra que merezca la pena tiene que ser antítesis de algo, porque tiene que romper un límite para proponer otro», argumenta.

En la muestra puede verse su ‘pintura sin pintura’, en la que utiliza «colores que cojo de la calle, cubiertas de libros, cartones, y los empleo directamente en mi obra», detalla.

También aparecen esas creaciones en las que empieza «la obra por el marco, que también es un poco antítesis, porque con el marco siempre llega el final». 

Y en cuanto a sus esculturas, cuenta que emplea maderas cogidas de la basura. «Y no tengo ninguna prisa en hacer ninguna obra, dejo que las cosas pasen de manera natural; no me precipito». 

Para este malagueño que ha puesto una pica en París, sólo hay un camino para su vocación: «Creo que hay que jugársela y eso es un trabajo serio, durante mucho tiempo y en silencio. Después, ya veremos dónde se muestra, por qué y si merece la pena».

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