Crónicas de la ciudad
El ‘Rastro’ más gore está en Monte Pavero, en Málaga
Una minoría de vándalos continúa dejando como tarjeta de presentación, a la entrada del barrio, en calle Genoveses, rastros de muebles y basura de todo pelaje que ha logrado echar abajo un ‘muro defensivo’ de la porquería.

Una parte de la basura acumulada en calle Genoveses esta semana, pese a la limpieza municipal. / A.V.
Se emplea hasta la extenuación la famosa inscripción con la que, en la Divina Comedia, se da la bienvenida a los nuevos huéspedes del infierno (‘Abandonad toda esperanza’).
Lo ideal, claro, es no abandonarla y esperar hasta el último momento que se produzca el milagro, como suele ocurrir en los partidos del Madrid de la Champions.
Sin embargo, cualquier vecino del entorno que se dé una vuelta por Monte Pavero con cierta regularidad, y que lleve ya varios años, concluirá que poco se ha adelantado en civismo.
Ayer, precisamente, hablábamos de este barrio, construido cuando se aproximaba el Mundial 82, para realojar a los vecinos que vivían en casas prefabricadas por La Rosaleda. De hecho, recordaban los vecinos a este periódico, los primeros bloque se finalizaron en ese año tan futbolero.
El de ayer era un paseo por los restos que todavía permanecen de la calle Caída, el tramo de calle desplomada en 1989, cuando las famosas inundaciones. Para este rincón del barrio, cierto que algún día le llegará la urbanización, no sabemos en qué década.
Está por ver, hablando de esperanza, si para entonces habrá cesado la potente epidemia de incivismo que exhibe una minoría de vecinos, hasta límites que rozan el ‘gore’ de películas como ‘La sustancia’.
El batallón
Esta sección ha contado muchas veces cómo, a la entrada del barrio, se encuentra la carta de presentación de estos vándalos del siglo XXI; en concreto, en el arranque de la calle Genoveses, donde aguarda un batallón de contenedores, insuficiente para unos cuantos organismos pluricelulares salidos de madre.

El muro de calle Genoveses , en Monte Pavero, ha terminado por ceder. / A.V.
Porque el espectáculo -disculpen de nuevo el adjetivo facilón- ‘dantesco’ es una suerte de Rastro madrileño en estado de descomposición, que extiende sus tentáculos por todo el entorno, pues los mastuerzos se limitan a volear a diario todo tipo de objetos, y si los contenedores están cerrados, mala suerte.
El Ayuntamiento, a esta sección le consta, hace lo indecible por acotar el espectáculo. De hecho, llegó incluso a levantar un murete tras la ‘formación’ de contenedores, para que el espurreo no cayera loma abajo, por una zona ajardinada.
Pero como las almas de cántaro suelen ser tenaces, tanto peso de cacharros lanzados y abandonados ha terminado por que ceda buena parte del muro. ¿Hay esperanza? Hayla, pero poca.
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