Guerra en Ucrania
Tres años de la invasión rusa: "Pensaba que la guerra acabaría la siguiente primavera"
Maryana Kasiv, al frente de lo que hoy es la Casa Ucrania de Andalucía, comenzó el activismo por su país desde Málaga en 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea. Una década después, sigue sosteniendo, junto a su equipo, una importante red de apoyo pese al coste personal que supone. Habla con calma y dureza de un conflicto que le ha quitado a un buen amigo y a su cuñado

Maryana Kasiv, frente a la bandera ucraniana en el Ayuntamiento de Málaga. / Ana I. Montañez
Antes de la invasión rusa de Ucrania en 2022, Maryana Kasiv era una estudiante de un máster de turismo electrónico en Málaga, aunque entonces ya conocía lo que era apoyar a su pueblo en guerra a miles de kilómetros de distancia. Fue en 2014, con el estallido del conflicto que acabaría con Rusia anexionándose la península de Crimea, cuando empezó su activismo y participó en la organización de las primeras protestas. El éxodo entonces no fue tan masivo como el vivido con el estallido del conflicto actual, que cumple ahora tres años, pero sí hubo parte de la población que decidió abandonar sus hogares en Donetsk y Luhansk, en la región del Dombás, que necesitaban ayuda.
También recuerda Maryana el año en el que estuvo trabajando como intérprete en la Comisaría Provincial, un puesto que le permitió «conocer de primera mano las historias de las personas que huían de la guerra».
De hecho, aunque esta semana se ha recordado la triste efeméride de los tres años de la invasión rusa, los ucranianos hablan de un conflicto que se prolonga 11 años.
Ahora tiene 32 años -llegó a Málaga con 14- y reconoce que «paga el precio» que conlleva compaginar su vida personal y profesional con la labor social que encabezaba entonces con la Asociación Maydan, hoy convertida en la Casa Ucrania de Andalucía. Su equipo y ella explican que sienten «la obligación» de mantener viva la red de apoyo. «Sobre todo por los que nos están defendiendo y por las personas que están en Ucrania y necesitan esa libertad».
Con ese bagaje, Maryana habla con calma y con dureza de estos tres últimos años de guerra, por la que ha perdido a un buen amigo y a su cuñado, ambos caídos en el frente. «Mi hermana tuvo que reconocer los tatuajes de él y hacer análisis de ADN. Lo enterraron con todos los respetos y banderas y orquesta pero cómo le explicas a los niños que quedan huérfanos que papá no va a volver? Estos dramas los están viviendo miles de familias».

Equipo de la Casa Ucrania de Andalucía, en la escalinata del Ayuntamiento de Málaga. / Ana I. Montañez
Su hermana no es la única familia de Maryana que sigue en Ucrania y asegura que no es algo infrecuente. «Para muchas familias huir no es una solución», recalca, ya que muchos deciden quedarse a luchar y otros tienen, por ejemplo, mayores a su cargo.
En Andalucía, actualmente hay más de 40.000 ucranianos residiendo tras el estallido de la guerra, la mayoría de ellos establecidos en Málaga. Esta parte de la población que conformó el gran éxodo del invierno y la primavera de 2022 -y los meses posteriores- tuvo que vivir un proceso de adaptación para, primero, romper la barrera del idioma, homologar títulos y encontrar un hogar.
Maryana cuenta que muchos han logrado emprender aquí, lo que hace inevitable que sienta una sensación agridulce, por la posibilidad para rehacer su vida pero también porque cuanto más hundan aquí las raíces, más difícil será «que esas personas talentosas vayan a volver».
Territorios ocupados y EEUU
En los territorios ocupados por Rusia, la población ucraniana se está viendo obligada a cambiar el pasaporte y aceptar la nacionalidad rusa para poder seguir en sus hogares y hacer una vida normal, una situación que se sigue con impotencia y comprensión desde la distancia. «Cuando llegan a tu casa, te ponen un arma en la cabeza o amenazan a tus familiares, tienes que aceptarlo».
Para Maryana, la solución para una paz «sólida y justa», como pedía hace unos días la cónsul Svitlana Kramarenko, es que Ucrania ingrese en la Unión Europea y en la OTAN, especialmente ahora con el viraje de los Estados Unidos de Trump en el conflicto. «Ahora nadie nos da garantía y Estados Unidos ya ni siquiera parece nuestro aliado. Trump está destruyendo la relación que se ha estado construyendo estos años».
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