Autismo
La odisea de una madre para conseguir una residencia para su hijo autista: “Ya tengo una edad que no puedo más”
Esta misma semana Pilar Soto ha recibido la noticia de que, tras casi cinco años de espera, han encontrado una plaza para Eric que tiene 26 años y una discapacidad del 98%

María Pilar Soto junto a su hijo Eric / L.O.

Eric es un joven de 26 años con autismo severo y un grado de minusvalía del 98% que, actualmente, está ingresado en la unidad de Salud Mental del Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga, debido al último brote de agresividad que tuvo a principios de diciembre. Aunque la estancia máxima suele ser de tres semanas, Eric lleva ya más de tres meses en el hospital. ¿El motivo? La convivencia con él se ha vuelto “inviable”, en palabras de su propia madre, pero tampoco conseguía encontrarle una plaza en una residencia especializada donde pudieran atenderle las 24 horas del día y prestarle la atención que necesita.
Sin embargo, dentro de poco, Eric podrá abandonar finalmente el hospital, gracias a que esta misma semana su madre María Pilar Soto (58 años) ha recibido la noticia que tanto tiempo llevaba esperando: por fin han encontrado una plaza para su hijo. “Me siento contentísima dada la dificultad que hemos pasado durante tanto tiempo”, comparte su madre, que afirma que llevaban aguardando esta plaza desde hace casi cinco años. “Hemos pasado mucha angustia los dos”.
“Ya quisiera yo seguir cuidando a mi hijo porque lo quiero más que a mi propia vida, pero yo ya tengo una edad que no puedo más, y tampoco es justo para él”, relata Pilar con la voz entrecortada, que asegura que no puede permitirse una residencia privada -puesto que no tiene trabajo-, pero tampoco puede continuar conviviendo con él, ya que no tiene a nadie que le ayude y tampoco fuerzas para controlarlo. Eric mide alrededor de 1,90 metros y, a veces, cuando se frustra, tiene brotes de agresividad en los que tira del pelo o agrede, no solo a ella, sino a otras personas.
Su forma de desahogarse
“Él no hace esas cosas porque él quiera o sea malo, él me adora, lo que pasa es que no tiene forma de desahogarse ni de comunicarse debido a su autismo”, aclara su madre, que explica que su hijo tiene un Trastorno del Espectro Autismo (TEA) severo y un grado tres de dependencia -el máximo- reconocido por la Junta de Andalucía, que lo hacen completamente dependiente. “Siempre ha sido un niño adorable y cariñoso, y lo sigue siendo, lo que pasa es que, mientras era niño, todo era mucho más llevadero con él. Pero en cuanto empezó con la adolescencia empezó a generar más frustraciones o miedos y se fue complicando”, puntualiza Pilar, que destaca que ha tenido que criarlo ella sola, puesto que su padre falleció cuando era pequeño.
De niño, contaba al menos con la ayuda del colegio donde acudía a un aula especial, aunque los días que no había clase se veía obligada a pagar a una niñera. Años más tarde, cuando Eric estaba cerca de cumplir los 18 años, Pilar encontró un trabajo en Inglaterra, adonde se mudaron y vivieron durante cinco años, hasta que volvieron en 2020. “Allí, a diferencia de aquí, en cuanto vieron que atacó a alguien lo pusieron en un centro cerca de mi casa y éramos felices porque yo podía trabajar e ir a verlo todos los días después del trabajo”, rememora su madre, que compara lo sencillo que fue conseguir una plaza a diferencia de en España.
Volver a solicitar la plaza
Según afirma Pilar, cuando regresaron, dado que Eric ya era mayor de edad, tuvo que volver a realizar todo el papeleo y burocracia para solicitar el grado de dependencia y una plaza en una residencia. “La pedí realmente hace casi cinco años y, hace unos dos años, al ver que no sabía nada, hablé con la asistente social para preguntarle cómo iba el caso y me dijo que no constaba que hubiese solicitado la plaza, por lo que tuve que empezar todo el proceso de nuevo”, lamenta Pilar, que confiesa que, aunque a su hijo lo quiere mucho, también ha “sufrido mucho" y han sido abundantes los momentos duros con él, porque, a veces, llega a ponerse “muy violento”.
La gota que colmó el vaso fue un día que Pilar tuvo que ir al Mercadona con él, porque no tenía a nadie con quien dejarlo, y Eric se puso a agredir a gente de la calle, además de a ella misma. “Tuvieron que llamar a la policía y lo ingresaron”, cuenta su madre, que apunta que desde aquel día está en el hospital. Y, aunque Pilar buscaba sin descanso una plaza en una residencia -al mismo tiempo que los trabajadores sociales y de la unidad de Salud Mental del hospital-, la única respuesta que recibía era que no había plazas o “ni siquiera me cogían el teléfono”
«Ya quisiera yo seguir cuidando a mi hijo porque lo quiero más que a mi propia vida»
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Ingreso en el hospital
Mientras tanto, su angustia y sufrimiento crecían al ver cómo Eric se iba “deteriorando física y mentalmente”, pues, según su madre, la unidad se ha convertido para él en una especie de “prisión”, por lo que está “irreconocible” y “totalmente hundido”. Además, señala que, debido a que sus frustraciones son cada día más evidentes, se estresa en exceso y suele acabar reducido en el suelo por cuatro miembros de seguridad que “lo esposan, lo llevan a su habitación, lo atan a su cama, le ponen un pañal y lo dejan sólo y aislado por horas, como si fuera un criminal”.
A todo esto se sumaba que Pilar no podía visitarlo tanto como le gustaría, ya que vive en Manilva y pagarse el transporte diario le supone un gran esfuerzo económico. “Eso lo termina de hundir”, asevera su madre, que insiste en que Eric no tiene a nadie más que a ella. “Soy la única persona que le está defendiendo. Si a mí me pasa lo que sea, no me quiero ni imaginar lo que pasaría”, destaca su madre, que asegura que tiene “el corazón roto”.
De hecho, ante la impotencia y desesperación de ver que pasaban los días y su hijo continuaba ingresado, empeorando cada día, Pilar había decidido acudir a los medios de comunicación para compartir su historia. Además, había solicitado poder ingresar en la habitación con él, para, al menos, poder hacerle compañía.
Estar cerca de él
No obstante, finalmente, su historia parece que tendrá un final feliz, ya que, como confirman desde la Delegación Territorial de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad, han encontrado una plaza en Málaga para Eric. Por su parte, Pilar subraya que tiene intención de mudarse, si no a la capital, a Torremolinos o “a cualquier otro sitio para poder estar más cerca de él”.
A pesar de la buena noticia, al echar la vista atrás, Pilar lamenta lo sola y poco apoyada que se ha sentido durante todos estos años. “Tú haces todo lo que te piden y más, pero te ves que eres un número más que se pierde fácilmente en el sistema. No nos tratan con la importancia que se debería”, concluye Pilar, que recuerda que hay muchas familias más en lista de espera con una situación similar.
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