Mirando atrás

Matías de Gálvez: una vida al completo

El investigador tinerfeño Carlos Cólogan publica ‘Matías de Gálvez y Gallardo. Viticultor, artillero y virrey de Nueva España’, un amplia biografía del padre de Bernardo de Gálvez, con fuentes inéditas del Archivo Zárate Cólogan

Carlos Cólogan, cuarto por la izquierda, con Manuel Olmedo en la presentación de su libro, el 6 de febrero en el Espacio Mutua Tinerfeña de La Laguna, Tenerife.

Carlos Cólogan, cuarto por la izquierda, con Manuel Olmedo en la presentación de su libro, el 6 de febrero en el Espacio Mutua Tinerfeña de La Laguna, Tenerife. / Archivo del autor

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

En 1732 arriba a la isla de Tenerife el irlandés Juan Cólogan Blanco (originalmente, Colgan White), cuya casa comercial se convertiría en la primera multinacional del comercio en la España del XVIII. Juan Cólogan se haría amigo íntimo del malagueño Matías de Gálvez (1717-1784), asentado en la isla canaria con su familia desde 1757 a 1778, mientras que su hijo, Bernardo de Gálvez, tendría como mejor amigo a Bernardo Cólogan Valois, uno de los hijos de comerciante dublinés. 

El investigador tinerfeño Carlos Cólogan Soriano, octava generación de esta saga irlandesa, acaba de publicar ‘Matías de Gálvez y Gallardo. Viticultor, artillero y virrey de Nueva España’, una completísima biografía, con la novedad de contar entre sus fuentes con material inédito: 80 cartas enviadas a su amigo Juan Cólogan Blanco y familia, que evidencian la estrecha amistad entre las dos sagas. 

La biografía del malagueño Matías de Gálvez, presentada el mes pasado en La Laguna, Tenerife.

La biografía del malagueño Matías de Gálvez, presentada el mes pasado en La Laguna, Tenerife. / Archivo del autor

La obra la presentó en febrero en La Laguna, Tenerife, y entre otros estuvo acompañado por el vicepresidente de la Asociación Bernardo de Gálvez, Manuel Olmedo

Un tesoro epistolar

Las cartas proceden del Archivo Zárate Cólogan, un tesoro epistolar familiar que, en este caso, ofrece las únicas cartas personales ligadas a la familia Gálvez, pues el resto que se conserva en archivos oficiales está relacionado con sus desempeños oficiales. 

La existencia de este archivo animó a Carlos Cólogan, premio Bernardo de Gálvez 2014, a escribir su biografía; pero también porque, como destaca, «alguien excepcional como Bernardo de Gálvez tiene que venir de alguien, de alguna manera, excepcional»

Carta desde México del virrey Matías de Gálvez a Bernardo Cólogan, el mejor amigo de su hijo en Tenerife.

Carta desde México del virrey Matías de Gálvez a Bernardo Cólogan, el mejor amigo de su hijo en Tenerife. / Archivo Zárate Cólogan

Y a esa conclusión llega este afable investigador, ingeniero industrial y, desde hace unos días -en realidad, horas antes de charlar con La Opinión de Málaga- hijo ilustre de la isla de Tenerife. 

Como subraya, Bernardo de Gálvez es un militar del ejército regular «de principio a fin», mientras que su padre, «es un miliciano que, de hecho, llega a Canarias como cadete y sale como teniente del rey, el segundo de Canarias, y eso sí que es bastante singular»

Matías de Gálvez arribó a Canarias porque en Madrid tomó contacto con los propietarios de una gran hacienda al norte de Tenerife, en el Valle de La Orotava, llamada La Gorvorana. Fue nombrado su administrador, «y lo primero que hace es ponerse al día con los cultivos, porque no conocía el vino de malvasía pero sí los viñedos», cuenta Carlos Cólogan, que detalla que, de hecho, introdujo en la isla, de su tierra natal, el cultivo en espalderas, con lo que las parras dejaron de cultivarse en la tierra; «eso oxigena mejor la uva, la radiación solar es mejor, se ensucian menos y los bichos no se las comen». 

Dibujo de la Hacienda La Gorvorana, en la que Matías de Gálvez empezó su aventura tinerfeña, como administrador.

Dibujo de la Hacienda La Gorvorana, en la que Matías de Gálvez empezó su aventura tinerfeña, como administrador. / Archivo del autor

Matías de Gálvez tuvo una vida próspera y feliz en Tenerife, hasta el punto de que su deseo fue siempre ser enterrado en esta tierra canaria. Sin embargo, en 1776, en un viaje a Madrid, siendo su hermano José ministro de Indias, es conminado a prepararse y marcharse a América dos años más tarde. En ese periodo, se encargaría de reclutar a la milicia «para los regimientos de La Luisiana», donde su hijo era gobernador. Como recuerda el investigador, Matías de Gálvez reclutó 4.500 efectivos de Tenerife y otros tantos de Málaga. 

A América, contra su voluntad

Su salto a América, recalca Carlos Cólogan, fue en contra de su voluntad, y siempre manifestó en sus cartas echar de menos Tenerife. 

En su primer destino tuvo un doble reto: como capitán general de Guatemala -una región mucho más amplia que el país actual- tuvo que expulsar a los ingleses de sus costas; pero también, trasladar la capital y conformar su urbanismo

En ese tiempo, «hacía 300 kilómetros a caballo» y estaba presente en las batallas contra los ingleses, cuando ya contaba 60 años.

Grabado de Matías de Gálvez, mucho más veraz que su retrato post mortem.

Grabado de Matías de Gálvez, mucho más veraz que su retrato post mortem. / La Opinión

Tras echar a los ingleses de la Bahía de Honduras y ser ascendido a teniente general, fue nombrado virrey de Nueva España. También en México su actividad fue incesante, pese a que se trataron de sus dos últimos años de vida. «Hizo una barbaridad de edictos y una miríada de pequeñas actuaciones, desde aceras, alcantarillado y protección de indígenas, al nuevo Castillo de Chapultepec».

Su retrato post mortem, con una ceja levantada y mirada aviesa no le hace justicia, recalca el investigador, que señala que el malagueño fue «una persona muy cercana y querida, que los fines de semana en México se iba a descansar a una hacienda y seguro que se dedicaría a lo que le apasionaba: la agricultura y, sobre todo, los viñedos». Físicamente, por cierto, era pequeño pero «muy ancho y muy fuerte»

Las gafas y el tabaco esnifado

Las cartas personales con los Cólogan, comerciantes de vinos, retratan a un Matías de Gálvez que usaba gafas y esnifaba tabaco, siguiendo la moda de la época. «Era una persona muy leída, muy docta y versada en todo; piensa que también fue artillero y eso en el XVIII es como un ingeniero; sabía de cañones, de fortificaciones, de agricultura, comercio, administración; era una persona tan válida como sus hermanos», concluye.

Gracias a esta biografía, el lector puede conocer no sólo al estadista sino también a la persona. Carlos Cólogan confía en que, «algún día», se descubra la correspondencia entre Matías y Bernardo en América, para conocer mejor a los inigualables Gálvez de Macharaviaya

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