SEMANA SANTA

Misa del Alba del Cautivo: la revolución de la fe en la Trinidad

La cofradía suspende la estación en el Hospital Civil y lleva a cabo su traslado aprovechando una tregua del tiempo por el camino más corto

Traslado Cautivo

Miguel Ferrary

Ignacio A. Castillo

Ignacio A. Castillo

Sábado de Pasión y aún no ha amanecido. La ciudad adelanta sus relojes para reencontrarse a lo grande con su principal tradición, una Semana Santa que se inaugura de forma extraoficial en el barrio de la Trinidad y ante la fachada neogótica de San Pablo. Aquí sí que no falta nadie y se supera ampliamente cualquier quórum. Da igual las previsiones meteorológicas y que la madrugada haya sido lluviosa. Son las últimas vísperas de lo que ya está a la vuelta de la esquina. Y eso se nota. Muchos han llegado andando desde distintos barrios, otros llevan horas aguardando. Algunos se abrazan en silencio porque vuelven a verse un año más y pese a que solo van tirando y los achaques son ya más de los deseados, repiten en la plaza. Que eso es lo importante. La fe se respira, se palpa, se siente. Ese pueblo anónimo que madruga es testigo y protagonista del fervor popular más auténtico, que se desborda en la Misa del Alba del Cautivo. 

Miles de personas, familias enteras, necesitadas de consuelo, fe y esperanza, completan el aforo de un recinto que cada año se queda pequeño. Es el tratamiento anual que la hermandad recibe para recuperar sus constantes vitales. El Sábado de Pasión actúa de desfibrilador que hace que la sangre cofrade vuelva a bombear. 

Llovía. El suelo estaba mojado. Tras saltar de la cama antes de que incluso sonara el despertador, el primer impulso te llevaba a mirar por la ventana. Parecía que no era tanto. Parecía... A las 6.30 horas el chaparrón arreciaba. 

Cruzan calles, doblan esquinas, aceleran el paso, uno tras otro, y todos terminan ante tu rostro manso, Cautivo. Ante tu dulce mirada, Trinidad. Son los de los sueños rotos, los de las esperanzas perdidas y los de las vidas al límite, que se ponen a vuestros pies en busca de consuelo.  Y, sin embargo, la tristeza no se percibe por ningún rincón. La plaza de San Pablo es el epicentro del fervor matutino y cuando las imágenes, sobre sus andas, se asoman a la puerta, se estremecen las placas tectónicas de Málaga y esas vibraciones sísmicas de devoción se dejan sentir desde El Palo a Puerta Blanca. 

Después de un año entero de oraciones diarias ante su pequeña capilla en San Pablo, sea la hora que sea, de llantos en silencio, de peticiones, súplicas y muestras de agradecimiento sincero de gentes de todo tipo, es ahora cuando toca que ese fervor se desboque en las calles. Y se deposite en forma de ofrendas florales que se abullonan a sus pies y les cubren hasta la cintura. Y en piropos que con suma naturalidad, resuenan desde primera hora. 

Entre las autoridades presentes, que tampoco faltan al alba del Sábado de Pasión, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, acompañado por media docena de concejales del Ayuntamiento, entre ellos de los grupos de la oposición. Delegados territoriales de la Junta, parlamentarios autonómicos, mandos de Regulares, el intendente general de la Policía Local de Málaga, Juan Antonio Ferrer, el rector de la Universidad de Málaga, Teodomiro López Navarrete, el presidente de la Federación de Peñas, Manuel Curtido... Representantes del Málaga CF, como Francisco Martín Aguilar, del mundo empresarial, como Sergio Cuberos, un par de hermanos mayores, personalidades... 

Su túnica blanca brillaba bajo el cielo añil, porque en ella se refleja la luz del alma de su pueblo. Dan igual las nubes inoportunas. Cada Sábado de Pasión se produce una revolución de la fe, de la religiosidad popular que se erige ante canonistas y teólogos. Málaga sueña su particular Evangelio en esta mañana, y asiste respetuosa a la ceremonia. 

Bajo la lluvia

Bajo el paraguas, eso sí. Aunque la lluvia tuvo un singular comportamiento que parecía perfectamente medido en sus tiempos. O las cosas del Señor... Tras su intensidad, justo con los primeros acordes de la pieza elegida para la procesión de entrada ('Nuestra Gloria es la Cruz de Jesucristo', de Frisina), cuando sonaron los primeros toques de campana desde el interior del templo, dejó de llover. Exáctamente a la media hora volvió a hacer acto de presencia, y durante la consagración, a las 7.42, cuando nacía un nuevo alba que da nombre a la ceremonia, volvió a interrumpirse, lo que permitió repartir la comunión con mayor agilidad entre los miles de asistentes. 

El pequeño trono de orfebrería plateada se asomaba a la explanada arreglado con un moldurón de flores de distintas especies (iris, jacintos, eryngium, allium y orquídeas en tonos morados), aún permanecía intacto al holocausto que en breve se avecinaría en forma de ramos y más ramos de claveles, que no dejan de ser ofrenda y sacrificio. Sobre él, el Señor y su Madre Coronada de la Trinidad, con atuendo cuaresmal, con tocado egipcio cruzado y redondeado, manto de terciopelo morado penitencial y saya malva ajustada con fajín de rayas. Ráfaga de plata y puñal a juego. Ambos titulares quedaban enmarcados en el dintel, pero sin llegar a salir, debido a las precipitaciones. 

El obispo, Jesús Catalá, volvió un año más a presidir la eucaristía (¿será la última?) auxiliado por una decena de sacerdotes y su diácono, entre ellos el delegado de Cofradías, Salvador Guerrero y el dean de la Catedral y pregonero, José Ferrary. Iniciados los primeros ritos, aunque con anticipación del Kyrie, se llevó a cabo la imposición de las medallas corporativas a los distintos mandos  de Regulares de Ceuta 54 y Melilla 52 y a la escuadra de gastadores que este año acompañan a la hermandad.

Las lecturas fueron las propias del día: Ezequiel, 37, el Salmo 31 y Juan, 11, que fue el Evangelio. 

Homilía del obispo

En su homilía, una vez más, el prelado, que se sabe centro de atención por miles de personas en la eucaristía al aire libre, reiteró que no es posible, para alcanzar el destino y la felicidad que son propias del ser humano, adorar a ídolos falsos porque, según dijo, "está llamado a la transcendencia y a la vida eterna". "Cristo es el Señor, el único Salvador de la humanidad, el único y verdadero Dios. Él es nuestro Maestro, que nos enseña a vivir según sus preceptos, y a cumplir sus mandatos", insistió Catalá, que ahondó en el deber que los creyentes tienen de dedicar tiempo a la oración, "como parte fundamental de la vida".

De hecho, el obispo invitó al auditorio a que todos los claveles que cayeran en esta mañana de Sábado de Pasión a los pies de las imágenes, sea una "lluvia de peticiones y oraciones (...) hasta cubrirlo con un manto de cariño, de agradecimiento y de petición". "La oración nos saca de mirarnos a nosotros mismos, nos ayuda a salir de una experiencia religiosa vacía, nos pone en las manos de Dios para realizar su voluntad y hacer eficaz su proyecto de salvación", continuó, haciendo especial hincapié en ser generosos en el perdón y la reconciliación, especialmente en este Año Jubilar.

La parte musical de la ceremonia volvió a corresponder al Coro de la Catedral de Málaga, dirigido por Antonio del Pino, que actuó también de organista, acompañado por la soprano Lourdes Martín-Leiva, el tenor Luis María Pacetti y un grupo de cámara de la Banda Sinfónica Virgen de la Trinidad, dirigido por Narciso Pérez Espinosa.

Terminada la ceremonia con 'vivas' de Catalá, la hermandad informó de la suspensión lógica de la estación de los titulares al Hospital Civil. En su lugar, una representación iría al centro sanitario a imponer las medallas a los enfermos que este año se han quedado sin verles. 

Por el camino más corto

Sonaron las primeras saetas de los primeros premios de la Trinitaria y sin apenas tiempo de reacción, tras consultar a la Aemet, "ahora o nunca". La cofradía necesitaba media hora para, por el camino más corto, alcanzar la casa hermandad. Y aprovechando una tregua, a las 8.24 horas se puso en camino con suma diligencia, sin música, tan solo con la percusión de la banda de la cofradía para marcar el paso, y recorrer Jara, Jaboneros y Trinidad. Las cornetas y demás cuerdas de metales se incorporaron a la formación ya en la plaza de Jesús Cautivo. 

Durante este breve tránsito no llovió. Pero sí cayeron claveles sobre el trono. Y sí hubo lágrimas. Y también vítores. Y también aplausos. Y también agradecimientos sinceros a dos de las  imágenes más eficaces en la intercesión. Es el pueblo, soberano, quien pontifica y sienta cátedra desde la humildad y una aparente ingenuidad, que no es tal, porque realmente es muy sabio y esa erudición viene aquilatada de hace muchos años. 

En unos 40 minutos se llegó a la casa hermandad, que iba a permanecer abierta hasta las 13.30 horas para permitir la visita de las devotos. Sin muchos más damnificados, salvo quizás los vendedores de flores, apostados en cada esquina del barrio desde primerísima hora. O las cafeterías, acostumbradas a servir más desayunos que ningún otro día del año. Al menos, a día de hoy, todo hace indicar de que el Lunes Santo no lloverá. 

Tracking Pixel Contents