Memorias de Málaga
Anécdotas de la Semana Santa de Málaga
En esta ocasión, hablamos del origen de la titular del Descendimiento, de una procesión del Santo Sepulcro donde se rompió el protocolo ‘vocal’; así como de participaciones de lotería que marcharon a Cádiz y de un encierro inolvidable.

El trono de la virgen de las Angustias, del Descendimiento, la pasada Semana Santa. / MIGUEL FERRARY
Cada Semana Santa traigo a las Memorias de Málaga alguna historia, hecho, anécdota… de esta conmemoración religiosa en nuestra ciudad, historias o anécdotas poco conocidas porque sus protagonistas no lo relataron o solo lo comentaron con amigos.
La primera que evoco hoy me la contó uno de los jóvenes hermanos de una cofradía de un largo enunciado: Fervorosa Hermandad Sacramental y Real Cofradía de Nazarenos del Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Señora y María Santísima de las Angustias, todo resumido en ‘El Descendimiento’, con sede en la Capilla del Hospital Noble. Es la única procesión de Málaga que recorre el Paseo del Parque porque su sede no está en el Centro de la capital.
La historia de esta Hermandad se remonta al siglo XV, y en 1976, un grupo de jóvenes la recuperó del pasado y ya está integrada en la Agrupación de Cofradías.
Lo que voy a relatar me lo contó en 1976 uno de aquellos jóvenes, fallecido hace unos meses, Salvador Martín Gámez, licenciado en Derecho y que ejerció la abogacía hasta poco antes de morir.
Tres jóvenes de la recuperada cofradía, en la búsqueda de una talla de la Virgen de las Angustias para completar la representación, y no encontrar en Málaga una que les satisficiera, decidieron desplazarse a Sevilla con la esperanza de encontrar la deseada imagen de esa advocación de la Virgen.
Convento de Santa Isabel
En el Convento de Santa Isabel, de la congregación de las filipenses, localizaron la deseada talla de la Virgen de las Angustias. Hablaron con la abadesa o madre superiora para su compra, le explicaron que completaría el paso del Descendimiento de Jesucristo, que la hermandad databa del siglo XV, que sería entronizada en la capilla del Hospital Noble, que la procesión saldría tal día… La superiora se negó a la transacción: la imagen no estaba en venta.
Desilusionados, se dispusieron a abandonar el convento, y cuando estaban en la puerta, la superiora, quien amablemente los acompañó a la salida, se detuvo y reanudó el diálogo. Les comunicó que lo había pensado mejor y que accedía a su entrega…, no venderla porque confiaba que sería objeto de la misma devoción que gozaba en Sevilla.
Tal vez alguno de los jóvenes que con Salvador Martín Gámez vivieron esta historia pueda confirmarla.

Procesión del Sepulcro, en una imagen de la Semana Santa de 2023. / EDUARDO NIETO
La Pasión
La Archicofradía de la Pasión, que tiene su salida procesional de la iglesia de los Mártires, si no me equivoco tuvo su primera sede en la desaparecida iglesia de San José, en la esquina de la calle del mismo nombre y Granada, capilla e iglesia que fueron demolidas en el año 1960.
Durante la Guerra Civil fue objeto de destrucción y en 1938, o 1939, el hermano mayor y sus colaboradores y los hermanos de la cofradía iniciaron los primeros pasos para su reconstrucción. Como no tenían nada pusieron en marcha una original idea: pedir a las familias malagueñas que donaran a la cofradía una cucharilla de plata de la cubertería familiar. Con la plata conseguida se podría dar comienzo a su recuperación.
Si hubo pocas o muchas donaciones no tengo información alguna; lo que sí puedo comentar es la donación de dos cucharillas, las de café, que mis padres entregaron a la causa.
Las participaciones
La Agrupación de Cofradías durante algunos años adquiría cada Navidad un número del sorteo del 22 de diciembre, la del ‘Gordo’, y procedía a extender participaciones de una peseta con un sobreprecio de 20 céntimos por unidad. Los beneficios se destinaban a subvencionar a las cofradías como ayuda a los gastos que ocasiona su salida. Muchos jugadores, en el caso de los reintegros o devolución de la cantidad jugada, no lo reclamaban. No era mucho dinero, y si lo convertimos en euro, no deja de ser calderilla.
Durante años la Agrupación repetía la operación; muchas participaciones se vendían en los colegios, en comercios, bares, peñas…
Un año, dos miembros de la Junta de Gobierno de una cofradía que en su día distinguió a la Marina Española con el nombramiento de Hermano Mayor Honorario de la misma, decidieron ir a Cádiz, sede de la Capitanía General de la Zona Marítima del Estrecho, para ofrecer participaciones del sorteo de Navidad de aquel año. Pensaron que las participaciones de una peseta se podían colocar entre los mandos y marinería.
Llenaron el maletero del coche con participaciones de la Lotería Nacional del ‘Gordo’ y viajaron a Cádiz confiados en el éxito de la operación. Omito los nombres de los dos hermanos de la cofradía, pero no sus profesiones, uno era médico y el otro aparejador, ambos en el ejercicio de su profesión.
Fueron recibidos en la Capitanía General por entonces la máxima autoridad, le expusieron el objeto de la visita - la venta de las participaciones -, el destino del recargo - ayudar las salidas de las procesiones - la garantía del cobro en el caso de los premios…
La respuesta no fue la esperada. La Marina no disponía de recursos para casos como el expuesto, no se podía forzar a la marinería a comprar participaciones… y que él, en fin, particularmente, les compraba cinco papeletas. Cuando abandonaron la Capitanía, ya en la calle, como si se hubieran puesto de acuerdo, a los dos les dio un ataque de risa que no pudieron reprimir. Se fueron al primer restaurante que encontraron… y regresaron a Málaga con el saldo de cinco participaciones de una peseta cada una.
Uno de los dos optimistas cofrades, el médico, del que fui paciente hace una pimporrá de años, me contó la jocosa historia de las cinco participaciones.
Una saeta imprevista
Cuando el trono del Santo Sepulcro, con el Cristo Yacente sobre el catafalco se detuvo ante el balcón desde donde se transmitían las procesiones de Semana Santo a cargo del locutor de Radio Nacional de España, José Luis Navas, sucedió algo que rompía la tradición. Un cantaor que estaba en el balcón de la Delegación de Turismo, desde donde se radiaba el Santo Entierro, empezó a cantar una saeta. Rompía la costumbre de no cantar saetas en el caso concreto del paso del Señor muerto.
Como invitado de honor, y un tanto apartado para no ser descubierta su presencia, se encontraba con el director de Radio Nacional Juan Antonio Rando el obispo de Málaga don Emilio Benavent. El prelado, como casi todos sus predecesores y sucesores, no llegaba a comprender la manera de conmemorar la Semana Santa en Málaga. Rando le invitó a que presenciara las procesiones del Viernes Santo desde un lugar reservado.
Cuando el saetero empezó a cantar, Rando hizo ademán para que no siguiera, y el obispo lo impidió con una señal y dejó que el cantaor cumpliera su iniciativa, promesa o contrato para ensalzar el paso de la procesión. Fue una saeta muy sentida, muy profunda, de acuerdo con la solemnidad y dolor del momento.
La salida del Sepulcro creo recordar solamente lleva el acompañamiento musical de la Banda Municipal, con una sola pieza que repite durante el recorrido: la Marcha Fúnebre de Chopin.
Un encierro excepcional
A lo largo de los años, primero cuando era soltero y después casado y con hijos, he vivido la Semana Santa y procesiones desde todos los ángulos y lugares. En calle, en la Tribuna, en las sillas de la Alameda, en las salidas, en los encierros, en la Tribuna de los Pobres, en calles estrechas, plazas, encuentros de dos cofradías que ‘bailan’ los tronos (lo de bailar no es los más apropiado, pero es como se dice popularmente) y repito lo de los encierros porque es cuando los nazarenos y hombres de trono estallan de alegría y aplausos por la satisfacción y éxito de la salida procesional.
Un Viernes Santo, después del paso del Sepulcro, ya de madrugada, coincidí con mi amigo Pepe García Castillo, delegado de Nestlé en Málaga y que muchos años después fue teniente de alcalde del Ayuntamiento de nuestra ciudad.
No sé por qué nos pusimos de acuerdo para asistir al encierro de la última salida procesional de la jornada, los Servitas, que no está integrada en la Agrupación de Cofradías porque es una Orden Tercera con vida propia. La Virgen es llevada a hombros por varios miembros de la Orden en unas sencillas andas con una luz dirigida a la imagen.
Nos acercamos a la iglesia de San Felipe para vivir un encierro que nunca habíamos visto. En la puerta del templo había varias personas, seguramente familiares de los hermanos de Orden.
Pocos minutos después aparecieron los penitentes, todos de negro rezando el Rosario. Abrieron las puertas de la iglesia y fueron entrando lentamente hasta que llegó la Virgen sobre las andas. Nada más entrar, las puertas cerraron. Todo había terminado. Hoy, setenta y tantos años después recuerdo la solemnidad del acto y el portazo del cierre de las dos puertas de San Felipe.
Finalizo: Un obispo de la diócesis, que procedía de otra provincia, no andaluza, y con una imagen de la celebración de la Semana Santa totalmente opuesta a la nuestra, me dijo casi textualmente, «que al menos muchos cofrades una vez al año visitan una iglesia, lo que es muy positivo».
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