Crónicas de la ciudad

El Parque de los Ángeles, tierra de contrastes

Esta zona verde entre el arroyo de los Ángeles y el Centro Comercial Rosaleda tiene una parte bastante proclive a las insolaciones y otra en la que, claramente, se decanta por la sombra.

La zona menos arbórea del Parque de los Ángeles.

La zona menos arbórea del Parque de los Ángeles. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Si pudiéramos viajar en el tiempo y remontarnos a la lejana madurez de Jordi Hurtado, veríamos una Málaga todavía perlada de fincas en lo que hoy son densos barrios y urbanizaciones.

Hace 50 años, junto a la Escuela Franco, todavía seguía en pie el cortijo de Santa Amalia. Como informa amablemente a esta sección el geógrafo Anton Ozomek, en los planos de finales del XIX esta finca aparece con el nombre de Cortijo Alto, y a finales de los 50, con el de Santa Amalia; algo que también corrobora amablemente Carlos Sánchez, del grupo Lagares y Cortijos de Facebook.

Detrás del cortijo, en dirección al arroyo de los Ángeles, se encontraba una loma sobre la que se levantaría el CEIP Los Ángeles.

A finales de los 90 fue cuando empezó a diseñarse alrededor de este centro educativo el Parque de los Ángeles, con preciosas vistas que aprovechan esta suave loma, que en sus inmediaciones, en la parte que daba a la calle Alcalde Ronquillo, contaba con la vecindad de una fábrica de ladrillos.

El segundo tramo del parque de los Ángeles si cuenta con un diseño más racional y abunda la sombra.

El segundo tramo del parque de los Ángeles si cuenta con un diseño más racional y abunda la sombra. / A.V.

El parque de los Ángeles cuenta con dos zonas bien diferenciadas; una podría decirse que es más ‘angelical’, mientras que la segunda, -que es la primera con la que se suele topar el usuario- puede evocar, en algunas épocas del año, los calores del infierno.

Así, si entramos por la escalinata que hay frente al Centro Comercial Rosaleda, nos toparemos con una llanura sin árboles que parece salida de uno de esos países de Asia Central afines al ‘boato marmóreo’, con más ‘terrazo’ o afines que ‘sembrado’. Lo curioso es que la mayor parte de la sombra se la lleva la ladera, ya en caída, que asoma por la calle Montserrat Roig.

La isla de sombra y el manga

Hay, eso sí, una isla de sombra en una pérgola que, cuando menos, en una pequeña parte de la estructura permite que trepen por ella un par de plantas trepadoras. Esta pérgola ha sido también una fuente inagotable para los epigrafistas, pues suele contener pintadas ajenas a la Ortografía como ‘Te amo bebesito, asta (sic) la muerte’, que puede disfrutarse estos días; pero también, estupendos dibujos manga que tienen detrás a un sagaz copista (quizás, el mencionado ‘bebesito’).

La pérgola del parque de los Ángeles, con plantas temporal en su parte final y unos dibujos manga.

La pérgola del parque de los Ángeles, con plantas temporal en su parte final y unos dibujos manga. / A.V.

El parque abandona el ‘look Turkmenistán’, nada más dejar esta explanada y aproximarse al colegio. En esta zona los diseñadores del parque se apiadaron de los usuarios y se explayaron con los ficus; así que, por una vez, se puede usar con razón el manido eslogan turístico: el Parque de los Ángeles es ‘tierra de contrastes’.

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