Crónicas de la ciudad
Una historia del pequeño arroyo del Café
En 2008 el historiador Manuel Muñoz ligaba el nombre de este arroyo de Bellavista a las ventas y aguaduchos que se extendían a lo largo del Camino de Vélez.

El arroyo del Café, el pasado 30 de marzo. / A.V.
Aunque hoy, Viernes Santo, lo propio es disfrutar con cualquiera de las dos pasiones compuestas por Bach (San Mateo y San Juan), también se puede hacer un alto sonoro en el camino para escuchar su famosa y divertida ‘Cantata del Café’, en la que la joven protagonista confiesa a su padre que no puede pasar sin beber al día tres cafés, e incluso, para casarse, pone como condición que pueda atiborrarse de café todo lo que quiera, sin que el futuro marido le ponga pega alguna.
La compuso Bach en la primera parte de la década de 1730, cerca de diez años después de que, en Berlín, abriera el primer café público de Alemania. Lo cierto es que el genio de Eisenach se limitó a reflejar, con música, la pasión que recorría Europa por esta bebida.
En su famoso libro sobre los cafés de Málaga, el gran archivero e investigador Francisco Bejarano nos recuerda que nuestra capital fue una de las primeras ciudades españolas en abrir cafés.
Viene esta introducción cafetera a colación del arroyo del Café, en Bellavista. Según comentaba a esta sección, allá por 2008, el gran y prolífico investigador malagueño Manuel Muñoz, el nombre de este arroyo vendría de algún aguaducho o tenderete del Camino de Vélez en el que se ofrecía, entre otras cosas, la bebida de moda.

Otra vista del arroyo del Café, en Bellavista, el pasado 30 de marzo. / A.V.
El del Café ha sido sin duda el nombre más popular, aunque también se conoce esta modesta corriente como el arroyo de Clavero. En una de sus obras (El crecimiento urbano malagueño en el siglo XIX), Manuel Muñoz recuerda que procede del propietario de la finca que había aguas arriba -Vicente Clavero padre, y luego el hijo- en el primer tercio del XIX.
¿Qué fue primero, el arroyo de Clavero o el del Café? El firmante no tiene la respuesta, lo que sí parece encajar es la ‘adscripción’ del nombre cafetero a algún aguaducho o incluso venta en ese rincón de Bellavista.
Hechas de juncos
A fin de cuentas, son muchos los testimonios sobre las ventas de La Caleta. Así, Teófilo Gautier señalaba en 1840 que las tiendas de aguardientes «se multiplicaban» y estaban hechas de juncos. Y pocos años después, el famoso Pascual Madoz hablaba de fondas y despachos de bebidas a lo largo del camino.
En nuestros días, la urbanización de Parque Clavero mantiene el nombre del antiguo dueño de esas tierras, mientras que el arroyo del Café, estos días con agua y en flor, refleja la antigua fascinación de los malagueños por esta bebida, entonces tan exótica y hoy, imprescindible para muchos. Como para la joven de la cantata de Bach.
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