Medio Ambiente

Cotorras en Málaga, una especie invasora que no para de crecer

Desde hace años, la población de cotorras no para de crecer en la provincia. Llegaron como adorables mascotas pero bajo un exótico plumaje se esconde una especie invasora que provoca graves daños y duplica su población cada seis años. Los expertos advierten de que o se actúa ya, de manera coordinada, o cuando se quiera actuar será ya demasiado tarde

La cotorra argentina es la más común en la provincia de Málaga donde duplica su población cada seis años.

La cotorra argentina es la más común en la provincia de Málaga donde duplica su población cada seis años. / Arciniega

Alejandro González

Alejandro González

Málaga

Están por todas partes. A medida que uno pasea por la ciudad encuentra ejemplares de cotorras volando o parloteando con unos sonidos estridentes que vuelven locos a quienes tienen la mala suerte de tener un nido cerca. La proliferación de cotorras se ha convertido en un problema del que aún no han tomado conciencia las administraciones, según los expertos, que exigen una respuesta contundente y sin complejos para atajar un problema que cada año va a ser más difícil de erradicar.

Actualmente, no se conoce el número exacto de ejemplares que hay en la provincia de Málaga. Lo que hay son estudios puntuales en zonas concretas. Los últimos datos son de 2019. Entonces, un exhaustivo estudio de campo cifró entre 4.000 y 5.000 el número de cotorras.

Sin embargo, la cifra actual se desconoce porque nadie ha logrado reunir el número de voluntarios suficiente para hacer un nuevo censo y comprobar la evolución de la especie. De hecho, en 2023 se intentó hacer un nuevo padrón de cotorras pero no se logró reunir el grupo de personas necesario para cubrir siquiera la ciudad de Málaga.

Los nidos de las cotorras argentinas pueden llegar a pesar más de 200 kilos. En la imagen, uno en Guadalmar

Los nidos de las cotorras argentinas pueden llegar a pesar más de 200 kilos / Arciniega

Población

Eso es lo que más preocupa a investigadores como Antonio Román, catedrático de Zoología y ornitólogo de la Universidad de Málaga, para quien la pasividad de las administraciones va a hacer que cuando tomen conciencia del problema sea demasiado tarde y haya que destinar ingentes cantidades de recursos públicos por no actuar a tiempo.

Los expertos estiman que las colonias de cotorras se duplican cada cinco o seis años. «Actualmente, en la provincia de Málaga ya hay cotorras desde Maro (Nerja) hasta Punta Chullera (Manilva)», explica Antonio Román. «Están prácticamente en todo el litoral, salvo algún tramo de costa, y también se ha detectado un núcleo muy pequeñito en Archidona, otro en Antequera... Comienzan a subir por el río Vélez y por el río Guadalhorce» explica Román.

En nuestra provincia la mayoría son cotorras argentinas, y en mucha menor medida, ejemplares de cotorra de Kramer. Ambas tienen unos exóticos colores verdes que cautivan a quienes las ven por primera vez, lo que facilitó que llegaran a España en la década de los 70 y 80 como adorables mascotas, hasta que sus dueños las soltaban hartos del continuo escándalo que forman.

El Real Decreto 630/2013 incluyó a la cotorra argentina y a la cotorra de Kramer en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras ya que alteran la biodiversidad allí donde forman colonias.

La principal diferencia entre ambas es que la argentina es la única cotorra del mundo que construye su propio nido, un espacio que comparte con varias decenas de ejemplares y que puede llegar a pesar más de 200 kilos.

Cotorras en la ciudad

Cotorras argentinas en la ciudad / Carlos Criado

En cambio, la cotorra de Kramer, que es la predominante en provincias como la de Sevilla, aprovecha los huecos de los edificios para anidar.

Perjuicios

El daño de las cotorras en las ciudades apenas se percibe salvo para quienes tienen un nido cerca de su casa, porque no paran de parlotear con sonidos estridentes hasta la hora de dormir. Los pesados nidos que la cotorra argentina forma en árboles como plataneros y palmeras suponen un peligro porque pueden caerle a alguien encima. En Estados Unidos, afirma Antonio Román, no tomaron conciencia del problema hasta que comprobaron que los nidos en las antenas de telefonía móvil provocaban cortes en las comunicaciones y provocaban incendios al derribar torretas de alta tensión que se vencían por la acción del viento ya que no están preparadas para aguantar tanto peso.

Los científicos añaden que estas aves también pueden transmitir la psitacosis, una enfermedad respiratoria causada por la bacteria Chlamydia psittaci, que no es de declaración obligatoria, pero que transmiten las aves enfermas, como loros, cotorras, papagayos, canarios, jilgueros y palomas, y puede degenerar en una neumonía mortal «aunque se necesita un contacto estrecho con el animal y la mayoría cursa con cuadros catarrales sin mayores consecuencias», explica Carolina Calero, jefa de servicio de Salud Pública de la Consejería de Salud en Málaga.

Las cotorras también provocan un daño ecológico y económico. Ecológico porque «la cotorra de Kramer le disputa los nidos a especies autóctonas como el cernícalo primilla o el nóctulo gigante, especies que tienen una función ecosistémica importante ya que se alimentan de todo tipo de insectos, y que están siendo expulsadas por las cotorras». Los científicos han comprobado que en apenas unos años, las cotorras de Kramer se han adueñado de espacios como el parque María Luisa de Sevilla, donde han reducido en más de un 90% los nidos de murciélago nóctulo gigante, una especie protegida en toda Europa, explica Dailos Hernández Brito, investigador de la Estación Biológica de Doñana.

Este científico añade que hace unos años incluso tuvieron que colocar redes para proteger la fachada de los Reales Alcázares de Sevilla porque la cotorra de Kramer picoteaba el yeso para absorber minerales que le servían para tolerar ciertas toxinas y estaba provocando importantes daños en el monumento.

El daño económico puede ser aún mayor. En cuanto sale del ámbito urbano, la cotorra provoca estragos en los cultivos. Especie granívora, se alimenta de granos y semillas de todo tipo de frutas. Las cotorras arrasan con las cosechas de pipas de girasol y picotean almendros, aceitunas o naranjas que cuando no se comen enteros dejan inservibles para su comercialización. «Yo voy mucho en bicicleta de Málaga a Nerja y he visto cotorras en Almayate comiendo alcachofas -explica Antonio Román-. Imagínate los daños que pueden provocar cuando lleguen a los cultivos de mangos y aguacates de la Axarquía».

Ejemplares de cotorras intervenidas por la Guardia Civil en el aeropuerto de Madrid.

Ejemplares de cotorras intervenidas por la Guardia Civil en el aeropuerto de Madrid. / L.O.

Eficacia

La ley es taxativa. A las especies invasoras hay que erradicarlas o cuando menos controlarlas. El problema es cómo. Los ecologistas ponen el grito en el cielo en cuanto se habla del uso de carabinas para acabar con ellas. Frente a ello, abogan por esterilizarlas instalando cebadores con comida esterilizante, pero los expertos han comprobado que no sólo no se obtienen los resultados esperados sino que se pone en peligro a otras aves.

Otra opción sería esterilizarlas una a una, pero eso no evitaría que siguieran dañando el ecosistema al soltarlas de nuevo, durante los 15 o 20 años que viven estas aves. También se ha probado untar los huevos con parafina para que no eclosionen o sustituirlos por otros de plástico, pero en cuanto las hembras se dan cuenta ponen más huevos y no se ataja el problema.

Otra alternativa es aplicarles la eutanasia, una por una, pero se trata de una tarea titánica e inabarcable cuando las colonias son de varios cientos de ejemplares.

Hasta ahora, explica Dailos Hernández, solo hay tres casos en el mundo en los que se ha logrado erradicar a las cotorras. Uno fue hace unos años en La Palma, donde instalaron jaulas para erradicar a unos 200 ejemplares de cotorra de Kramer. Los técnicos atraparon a la mayoría pero comprobaron que las últimas 50 ya no entraban en las jaulas «porque son animales muy inteligentes, capaces de transmitir información unos a otros». Al final tuvieron que recurrir a carabina con mira telescópica para acabar con ellas.

Otro caso ocurrió en Zaragoza, donde hace unos años se logró erradicar una colonia de unas 2.000 cotorras argentinas. Al principio lo intentaron con trampas pero, viendo que no caían, fueron cerrando los parques, uno por uno, para abatir a todas las aves. El tercer caso fue en las Islas Seychelles, donde lograron erradicar una colonia de 700 cotorras de Kramer con el uso de la carabina.

En contra de las suspicacias de ecologistas y animalistas, los ornitólogos explican que no se trata de ir pegando tiros con perdigones y malherir a las aves, sino de disparos certeros en la cabeza o el corazón, para acabar con ellas de manera rápida, sin sufrimiento, explica Dailos Hernández.

«Nosotros somos biólogos, cuidamos a los animales, pero el sufrimiento que experimenta un ave salvaje que se captura en una jaula y luego se lleva hasta un centro para aplicarle una inyección letal -está prohibido comercializarlos o tenerlos en cautividad- es mucho mayor que darle un tiro de gracia mediante el que pierde la vida en décimas de segundo», explican.

En este sentido, los expertos afirman que falta pedagogía con los ciudadanos, explicarle a la gente los daños que provocan estos animales y los métodos más eficaces para acabar con ellos. «Nunca vas a convencer al 100% de individuos de qué método es más eficaz pero no por ello puedes dejar de actuar», explica Antonio Román. Por eso, critican que los responsables políticos se echen para atrás cuando los ecologistas empiezan a criticar el uso de la carabina. «Ya se pueden ver pequeñas colonias sobrevolando los campos de cultivos de Vélez-Málaga y Torre del Mar» explica Román. «Si se continúa poniendo parches, dentro de poco serán muchas más, provocarán un daño mayor y serán más difíciles de erradicar». En vez de mirar para otro lado, instan a los responsables a ser valientes a la hora de aplicar métodos que se han demostrado eficaces contra estas especies invasoras y piensen que si no destinan ahora los recursos públicos suficientes, dentro de un par de años tendrán que destinar muchísimos más.

Incluso van más allá y añaden que no sirve de nada actuar en un municipio si el de al lado no hace nada porque el problema se traslada de lugar y resurgirá en cuestión de tiempo. Por eso, alertan de la necesidad de adoptar planes de actuación cuanto menos provinciales y sostenidos en el tiempo para acabar con una especie que altera el ecosistema y cada día va a más.

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