Los Baños del antiguo huerto franciscano de Málaga

Tiene el académico de Ciencias e hidrogeólogo Luis Linares Girela un libro precioso, ‘Agua y Románico. Manantiales y fuentes en el Románico español’, editado en 2013 por la Academia Malagueña de Ciencias, en el que evidencia cómo muchos edificios religiosos románicos se levantaron junto a cursos de agua; a veces en antiguos lugares de cultos paganos.

Precisamente, una idea parecida, pero sobre el plano de Málaga, es la que, el pasado jueves 24, la exarchivera municipal y académica de Ciencias, San Telmo y de la Historia, Mari Pepa Lara, transmitió en el salón de actos del Museo de Málaga, en una estupenda conferencia sobre los antiguos balnearios malagueños, a los que dedicó su tesis doctoral.

Como recuerda Mari Pepa Lara, los antiguos baños árabes distribuidos por la ciudad pasaron en bloque a la Iglesia, tras la conquista cristiana de Málaga en 1487. La cercanía de los baños fue, a continuación, el motivo para emplazar nuevos y necesarios equipamientos como la cárcel, en la plaza de las Cuatro Calles, hoy de la Constitución, tras un pleito que ganó el Ayuntamiento.

Y, sobre todo, para que, al lado de estos baños o dentro de ellos, la Iglesia levantara numerosos conventos que, recuerda el catedrático de Historia del Arte Juan Antonio Sánchez López, hicieron de Málaga la tercera ciudad conventual de Andalucía.

Las desamortizaciones

Se explica así, comentaba Mari Pepa, que con las desamortizaciones a partir de 1836, los propietarios construyeran las nuevas casas de baños en los antiguos terrenos de los conventos o casi anexos.

Fue el caso de los Baños de Belén, que aprovecharon unos antiguos baños árabes y luego convento de las Carmelitas Descalzas; los Baños Ortiz de calle Casapalma, muy cerca de las monjas dominicas del Ángel o los Baños Hidroterápicos de la calle del Sargento, a espaldas del antiguo convento de los Filipenses.

Como muchos saben, todavía queda en pie un vestigio de uno de esos baños tan unidos a la Málaga conventual: los antiguos Baños de Las Delicias o de Álvarez. Llevan el apellido del que fuera gobernador civil de la ciudad, Antonio María Álvarez, quien precisamente compró el convento franciscano de San Luis el Real en 1837 y fue en la antigua huerta de los frailes donde levantó las nuevas instalaciones.

Todavía se conserva, en el hoy garaje Las Delicias -condenado a quedar escoltado de por vida, al fondo, por las erradas Torres de Martiricos- el templete central de los Baños, con ocho columnas de mármol. Como recuerda Mari Pepa Lara, existe la creencia de que su taza sirvió de tornavoz o ‘sombrero amplificador’ del púlpito del convento franciscano. Casi nada.

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