Perfil

De la Torre, 25 años y con el maillot amarillo

En 25 años, Francisco de la Torre Prados ha construido una ciudad y un carisma, y ha trabajado sin descanso, con denuedo, casi 24 horas al día, lo que le convierte, quizás, en el mejor alcalde que haya tenido Málaga nunca

El alcalde de Málaga, durante una entrevista.

El alcalde de Málaga, durante una entrevista. / Álex Zea

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Málaga

En 25 años, Francisco de la Torre Prados ha construido una ciudad y un carisma. Corría el año 2000, los años siempre corren, sobre todo si son los del pasado, cuando Celia Villalobos, la alcaldesa más alegre y fuera de perfil típico que ha tenido Málaga, encargó al actual regidor que alegrara el color de sus trajes, cogiera la vara de mando, mirara a la ciudad más allá de los asuntos urbanísticos y se sentara en el salón de plenos a gestionar. De la Torre la obedeció en casi todo, culminó el Martín Carpena y el Palacio de Ferias y se lanzó -más con el estilo de aquel caballero eficaz y con clase que fue Pedro Aparicio que con las formas villalobistas- a trabajar por Málaga. Eso es lo que ha hecho este alcalde, trabajar y sobre todo trabajar. Con denuedo y casi 24 horas al día. Hay quien trabaja para la maldad, otros para la bondad; no falta quien lo hace sin ningún resultado y escasean a los que siempre su trabajo les supone el éxito. El éxito de De la Torre es su estajanovismo. Y esa infatigabilidad ha hecho que transforme la ciudad. En una de las más atractivas de Europa. Está siendo un gran alcalde, seguramente el mejor que haya tenido Málaga nunca, y eso es un dato objetivo ya casi, por mucho que uno quiera introducir también la subjetividad y anote fracasos y cagadas no menores del regidor.

El precio de la vivienda es pornográfico e inasumible y nunca vamos a acoger un gran acontecimiento tipo expo. No hay rastro del auditorio y puede legarnos un pepino que quizás nos retrate como capullos en el dique de Levante. Pero De la Torre, admiradísimo en toda España, referente del municipalismo, hombre querido, ha tenido aciertos, tenacidad y triunfos como peatonalizar la calle Larios, transformar la Alameda, traer museos como el Thyssen, el Ruso o el Pompidou y en colaboración con otras administraciones, como el tío del mazo, exigiendo y exigiendo, lograr la unión con el puerto, el Palmeral, la llegada de grandes empresas como Google, la ampliación del PTA, los cruceros y un largo etcétera. Tan largo y prolijo como los balances que él mismo suele hacer cuando realiza en esos plenos sobre el estado de la ciudad, un balance de lo acometido cada año. Tan prolijo como sus respuestas en las entrevistas. 

Expansivo, cordial, saludable, con poca capacidad de síntesis, suave en las formas, exnadador, De la Torre, que repite y repite que necesita más tiempo para... hacer deporte, ha hecho de la rutina la euforia. Del madrugar para trabajar como alcalde y no aparecer por casa hasta las diez de la noche, un día y otro, no un acto heróico o sacrificado, una alegría, un rito, un gozo, una droga. A sus 82 años se pierde casi todas las reuniones familiares, goza de buena salud, camina mucho, se defiende con las nuevas tecnologías, tiene en Rosa Francia, su esposa, a su gran e influyente consejera. No abunda en amigos pero sí en compañeros leales. Es del PP pero a veces lo justo. Se inició en política en el franquismo, presidiendo la Diputación.

Fue consejero en la preautonomía y hasta fundó un partido socialdemócrata andaluz que le granjeó ser diputado por la UCD donde se integró. Estuvo en el tejerazo pasando miedo aquella noche y oyendo la radio con comunistas, franquistas, conservadores y socialistas. Contribuyó a traer la universidad y fue concejal de Urbanismo. Le gusta el gazpachuelo y los frutos secos y come con apetito, casi siempre cerca de las cuatro de la tarde. Bebe cerveza sin alcohol y no hay registro documental, gráfico u oral de que alguna vez se haya metido una juerga como Dios manda. Tiene proyectos. Carece de sucesores claros. Aspirantes sí hay al menos tres, Elías Bendodo según el cronograma electoral se dé, Elisa Pérez de Siles y Carolina España. Habrá tapados, claro, aunque ya no puede taparse mucho y parece descartado por razones judiciales y de empuramiento el alcalde de Estepona, García Urbano, al que de La Torre quería como dos en las pasadas elecciones. Tiene una memoria no prodigiosa, más bien alicatada, entrenada, feroz y heredada. La exhibe. Es envidiable. Saluda bien. Se esfuerza en llamar por su nombre a todo el mundo. Le gusta el género epistolar. Si por él fuera, se presentaría de nuevo. No es hipocondriaco pero se cuida. Un poco como aquello de que no ser paranoico no significa que no te persigan.

De la Torre, ingeniero hijo de ingeniero, con tres hijos, sociólogo también, bibliófilo más que lector, visitante de los comercios de su barrio, Paseo de Reding, sorteó operaciones para sacarlo de la alcaldía (al Vaticano, al Senado, a un ministerio de segunda) por otros que querían su sillón aprovechando la buen expectativa electoral que él dejaría. Ilusos. Le queda mandato e ilusión. Tiene proyectos grandes sin ser ajeno al bordillo o al bolardo. Los barrios se le quejan. Se ha aficionado a las corbatas rojas, es puntilloso en el dato y hay controversia al respecto, según a quién se le pregunte, sobre si sabe o no escuchar. Ha devorado opositores. No dan con la tecla para derribarlo. A veces hasta lo alimentan.

La alcaldía es su vida y Málaga su propósito. Pasará bien a la historia aunque él ahora se preocupa más de hacerla. Dentro de cien años, todos calvos. No sabemos si él, escribiéndole a un subsecretario la enésima carta para conseguir algo bueno para Málaga. Y tratando de sacar tiempo para hacer deporte. Se ha ganado la enhorabuena por estos 25 años como esos ciclistas de maillot amarillo que llevan gran ventaja pero piensan mucho más en las metas volantes que en el final de etapa. Lo suda.

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