MEMORIAS DE MÁLAGA

El último invento: el habla andaluza

El idioma andaluz no existe como tal. Hablamos en español o castellano con peculiares matices. Lo que no hay es que sentirse inferior, cuando en el Parlamento se escuchan risitas ridículas e impertinentes, al oír a un colega andaluz hablando español

El escritor malagueño Enrique del Pino.

El escritor malagueño Enrique del Pino. / L.O

Hace años, Joaquín Marín, a la sazón presidente de la Asociación de la Prensa de Málaga, y el que suscribe, vicepresidente de la misma, fuimos invitados a una entrevista en directo por Canal Sur, con sede en Sevilla. Llegamos, como quien dice, por los pelos porque entonces no había autovía ni nada parecido. Dejo a un lado el motivo de la entrevista; no viene al caso.

Finalizada la intervención (años después Joaquín fue nombrado director de Canal Sur), un directivo de la empresa pública de la Junta de Andalucía (todavía no se utilizaba la cursilería ‘staff’) nos invitó a comer en un restaurante cercano a la sede. 

Hablando de todo lo divino y humano, más de lo segundo que de lo primero, nuestro anfitrión abordó algo que le preocupaba, por el interés que puso en el tema: ‘el habla andaluz’. Expuso que había que unificarlo, empezando por el acento, porque en cada provincia se habla de manera diferente. 

Mientras seguía con su perorata de los acentos y la necesidad de implantar un modelo para todos los andaluces, mentalmente me vinieron al oído las características y personalidad de cada provincia. Los granadinos tienen un acento propio e inconfundible, como los cordobeses el suyo, el gaditano, el jiennense… hasta los onubenses. Y la pregunta obligada fue cuál es o debe ser el acento que identifique a los varios millones de andaluces que pueblan la comunidad más poblada de España. La respuesta fue contundente: el sevillano.

Se acabó la conversación: todos los andaluces debíamos reeducarnos y hablar como los sevillanos.     

Otra vez

Si he evocado aquella visita a Sevilla y la conversación sobre el habla andaluz es porque el pasado 4 de diciembre, en estas mismas páginas de La Opinión de Málaga, en el espacio ‘El Click del Día’, se recogía, con fotografía incluida, una breve noticia bajo el título ‘Un protocolo para cuidar y proclamar para siempre la lengua andaluza’. 

La breve referencia al acto celebrado en Sevilla finalizaba diciendo: "Una iniciativa que pone de manifiesto que el habla andaluza es el reflejo del alma de los ciudadanos de esta tierra, y la prueba de la importancia dentro del patrimonio cultural". El líder o adalid de la Fundación Alejandro Rojas Marcos era y es el que fuera destacado político andaluz. La finalidad de la fundación es promover el habla andaluza como señal de identidad. Para saber más sobre la ‘lengua andaluza’ busqué el texto del protocolo para estar al loro de lo que se guisa en torno al enunciado. 

Opiniones

En internet aparecen numerosos comentarios y opiniones en torno al habla o lengua andaluza; lo de ‘habla’ me parece bien, correcto; lo de ‘lengua’, se puede interpretar como idioma, pues son sinónimos. Pero hablemos claro: el idioma andaluz no existe como tal. Hablamos en español o castellano con peculiares matices.

Los amables lectores que me siguen en La Opinión (desde 2012 hasta hoy), a los que agradezco de corazón su lectura (más de quinientas colaboraciones), saben que con frecuencia introduzco palabras del vocabulario malagueño, unas recogidas por Juan Cepas en su libro ‘Vocabulario Popular Malagueño’ (tres ediciones) y otras que desde muy joven anotaba sin pensar que algún día las iba a utilizar en mis trabajos periodísticos.

Yate en el  Puerto de Málaga, histórico espacio de trabajo de los chipichangas.

Yate en el Puerto de Málaga, histórico espacio de trabajo de los chipichangas. / Gregorio Marrero

Matías Huelin, que fue funcionario municipal y que prestaba servicio en el antiguo Mercado de Mayoristas, me facilitó de forma oral las palabras malagueñas que yo había anotado, algunas de ellas oídas en el propio mercado. Esa lista la fui enriqueciendo, y el libro de Cepas colmó mis conocimientos de las palabras malagueñas. Conviene, además, revisar las obras de Salvador González Anaya y Adolfo Reyes donde se incluyen palabras malagueñas.

Andalucía congrega ocho provincias, y en cada una de las capitales, ciudades y pueblos se usan diferentes expresiones y palabras, unas veces coincidiendo las de Granada con las de Málaga, o las de Jaén con las de Córdoba; una unificación de los tonos o acentos y vocablos se me antoja difícil. 

En las palabras y pronunciaciones andaluzas reseñadas en los correos de internet hay muchas que no están en el vocabulario malagueño; por el contrario, muchas voces malagueñas no se conocen ni se usan en Sevilla, Huelva o Almería. Es complejo aunar el habla de cada una de las provincias.

Ejemplos: «malafollá» es patrimonio de Granada o Graná; en Cádiz se intercala "picha" o "pisha" en cualquier diálogo; los cordobeses sueltan en algunos casos "el tío zipote" refiriéndose un saborío (saborido en español correcto), o sea, una persona sosa, sin gracia; en Jaén he oído en más de una ocasión "cucha" y "cuchatú", cuando una persona que informa a su oponente le pide que la oiga bien, escúchame.

En Málaga tenemos la palabra "aliquindoi", cuyo significado es "estar atento o vigilante". Su origen está en la frase "look and do it" pronunciada en inglés (luc an duit), que los marinos de barcos de bandera británica gritaban a los trabajadores portuarios para que estuvieran atentos a las tareas de desembarco o embarque de materiales. Agrego una palabra más, como la anterior, procedente del mundo portuario y de origen inglés también. A los abastecedores se les conoce como "chipichangas", palabra que engloba la petición oral de los marinos británicos. Solicitaban en inglés la presencia del abastecedor: "The ship chandler"; al oído, "chipichanga".

Y como Málaga y su provincia son ricas en palabras propias, en Moclinejo se usa la palabra "cameones" (alpargata con suela de trozos de neumáticos y pita trenzada)¸ en Archidona, "perezón" (un charco de agua), en Álora, "alifa" (aspecto verde brillante de la campiña en primavera), en Yunquera, "balagar" (paseo después de comer), en Benamargosa, "bareador" (persona dedicada a pasar a hombros sobre el río Vélez a los viajeros entre Benamargosa e Iznate), "Butibamba", nombre que debe su nombre a la frase "Pleite de la Butibamba", que algo es estupendo.  

Y no cito palabras propias de Almería y Huelva porque en las breves estancias que estuve en ambas ciudades no llegué a captar ninguna que me llamara la atención. Con todos mis respetos al señor Rojas Marcos y su interés por el habla andaluza, con relación a Málaga, me permito recomendarle el citado libro de Juan Cepas y otro de Enrique del Pino, donde se recopilan y se describen cientos de palabras que solo se usan en Málaga y provincia, o sea en Andalucía.

No hay que sentirse inferior

Las risitas de los usías del Parlamento al oír a un colega andaluz hablando en español, versión andaluza, son tan ridículas como impertinentes, olvidándose, por ejemplo, que en Madrid hay muchos madrileños que cogen un "taxis" (en plural), los que dicen "Madriz" (zeta) y que el famoso cocinero Karlos Arguiñano (con K de kiosco) en su muy oído programa en Antena 3, lleva años recetando platos de "pescao", «"picao", "restaurao"…, comiéndose la consonante D, como los andaluces hacemos lo propio con la S final y la J de reloj. Y en Málaga, entre los platos de la gastronomía local, tenemos los "pescaítos fritos", eliminando la D.

Los modernos no se acuerdan que uno de los políticos más señeros de la Historia de España, don Antonio Cánovas del Castillo, nacido en Málaga y asesinado en España, donde era frecuente mandar al otro barrio a presidentes del Gobierno (Prim, Canalejas, Dato, Cánovas, Carrero Blanco)… el señor Cánovas, repito, hablaba un malagueño "cerrado", pero no fue asesinado por eso, dicho sea de paso.  Después del rollo macabeo de este lunes se me antoja jugar al "chiquilindongui", que es como los malagueños denominamos al parchís.  

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