Nuevo papa
Agustinos, el legado de la orden del papa León XIV en Málaga
El papa León XIV pertenece a la orden de San Agustín, que se se estableció en la provincia de Málaga en el siglo XVI, pocos años después del descubrimiento de América
Durante cinco siglos, los agustinos han desarrollado una labor pastoral que se engrandeció a principios del siglo XX, con la apertura de un colegio en Ronda, y dos en Málaga, el antiguo Colegio de San Agustín y el Colegio de Los Olivos, que el padre Prevost visitó en 2007

Comunidad de agustinos de Málaga en el curso 1920/1921. / L. O.

El nuevo Papa León XIV es el primer papa agustino de la historia, un orden de gran raigambre en Málaga. No en vano, se tiene constancia de que los agustinos llegaron a Antequera en 1513, a Coín, en 1521 y a Málaga en 1523, según contaba el padre agustino Miguel Hernández en uno de los volúmenes que la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Los Olivos ha editado estos años bajo el título 'Agustinos, haciendo historia en Málaga', con artículos escritos por miembros de la orden, docentes y algunos de los 17.000 malagueños que han pasado por sus aulas. Ahí es nada.
Los inicios de la actividad docente de los agustinos en Málaga hay que buscarlos en Ronda, donde abrieron un primer colegio que fue inaugurado el 29 de septiembre de 1903 por el entonces obispo de Málaga, Juan Muñoz Herrera, según cuenta el expresidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de Los Olivos y académico, Alberto J. Castro-Tirado.
El primer colegio de los agustinos en Málaga fue construido para que los niños de Ronda pudieran cursar bachillerato sin salir de su localidad, gracias a la Fundación Moctezuma, creada en 1897 por Teresa Holgado y Vázquez de Mondragón, marquesa de Moctezuma, la misma que con 10.000 pesetas creó en 1909 el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Ronda, la actual Unicaja.
El centro se convirtió pronto en un referente, acogió rápidamente a alumnos de Andalucía Madrid e incluso alojó en 1916 al mismísimo Federico García Lorca en uno de sus viajes por Andalucía. Sin embargo, las complicadas relaciones con el patronato de la Fundación derivaron en una deficiente financiación del centro que impidieron a los agustinos cumplir sus ideales de dar educación gratuita a los pobres y el colegio no terminó de cuajar.
Al no poder cumplir con sus ideales, la popularidad del centro fue bajando y con ella el número de alumnos hasta que en 1919 los agustinos cedieron las instalaciones a los Salesianos, que mantuvieron el colegio, conocido como El Castillo, como escuela hogar hasta finales del siglo XX y se mantuvo abierto hasta 2003.

Portada del libro 'Agustinos, haciendo historia en Málaga'. / L. O.
Málaga
Los agustinos trasladaron entonces su proyecto educativo a Málaga, donde un año antes habían abierto el colegio de San Agustín. La orden había llegado a la capital malagueña en 1523. Unas décadas más tarde, el 24 de abril de 1575, el obispo de la diócesis de Málaga, Francisco Pacheco y Córdoba, le otorgó autorización a los agustinos para fundar convento e iglesia dentro de los muros de la ciudad.
Los agustinos compraron ese mismo año unas casas en la antigua calle Caballeros (hoy San Agustín), llamada así por los caballeros que en ella levantaron sus palacios, como el de los Condes de Buenavista (hoy Museo Picasso Málaga) y el de Zea-Salvatierra, con su monumental entrada frente al patio de los Naranjos. Allí, fundaron una casa-convento, junto a la que en 1589 se terminó de construir la iglesia de San Agustín, siendo prior el padre Pedro Valderrama.
Sin embargo, después de 300 años de convivencia, los agustinos se vieron obligados a dejar el convento en 1835 con la desamortización de Mendizábal. En 1918 lograron recuperar el edificio, gracias a las gestiones del padre Teodoro Rodríguez, que ese mismo año consiguió el reconocimiento como centro docente para unas instalaciones que serían reformadas siguiendo el proyecto del insigne arquitecto malagueño Fernando Guerrero Strachan.
El 23 de septiembre de 1918 se abrió el plazo de matriculación en el colegio de San Agustín pero por aquellos días Málaga sufría una epidemia de gripe, similar a la del coronavirus de hace unos años y los colegios no se abrieron hasta enero de 1919, por lo que no hubo inauguración oficial ni visita del obispo. En realidad, el primer año se matricularon muy pocos alumnos y fue un curso anómalo.
Además, el Ayuntamiento de Málaga aún no había abandonado las instalaciones del antiguo convento a las que había accedido tras la desamortización, por lo que las primeras aulas se instalaron en los salones contiguos al patio o al jardín de la iglesia mientras el alcalde, Agustín Moreno Raggio, mantenía su despacho en la primera planta.
El 11 de abril de 1919, el Ayuntamiento recibió el nuevo edificio del Paseo del Parque de manera que los agustinos dispusieron de todo el edificio para desarrollar su actividad docente a pleno rendimiento a partir del curso 1919-1920.
El Colegio de San Agustín funcionó hasta 1972, en que cerró sus puertas definitivamente ya que toda la actividad docente se trasladó al colegio Los Olivos, inaugurado el 7 de octubre de 1968, junto a la urbanización de El Atabal donde continúa al servicio de los malagueños.

Patio del antiguo colegio de San Agustín. / L. O.
Haciendo historia
Durante todos estos años, por el colegio Los Olivos han pasado cientos de profesores, miles de alumnos y decenas de padres agustinos que han desarrollado una labor que ha trascendido mucho más allá de las aulas.
Como el padre Andrés Llordén, oriundo de Zamora, cuyo amor por Málaga dejó plasmado en más de un decena de libros que repasan la historia de la ciudad desde múltiples ámbitos, fruto de su infatigable y rigurosa labor de investigación, que marcó un antes y un después en la vida de la ciudad, y le valió el el título de Hijo Adoptivo de Málaga, el 5 de mayo de 1984.
O el padre Moisés González, que desarrolló una hoja de servicio a la Iglesia centrada en los ámbitos educativos y pastorales, desde la humildad, la oración y la pobreza, que va a ser reconocida por el nuevo papa León XIV mediante su canonización. Una trayectoria docente y misionera que le llevó desde las aulas del colegio Los Olivos hasta la comunidad campesina de Tolé, en Panamá, donde ejerció una labor misionera marcada por la defensa de los derechos de los campesinos frente a la marginación y la pobreza, y donde falleció cuando intentaba atravesar un río para celebrar una misa, el 18 de diciembre de 1980.
O el padre Modesto González, de una gran humanidad, cuya labor de investigación rescató para la memoria histórica el asesinato de frailes agustinos en Málaga y en otros muchos lugares de España, como en Paracuellos del Jarama, durante la Guerra Civil, algunos de los cuales han sido beatificados.
Y qué decir del palentino padre Laureano Manrique, profesor de latín y el griego, que dejó profunda huella entre los alumnos del colegio Valdeluz de Madrid y de Los Olivos de Málaga. Su pasión por el latín le llevó hasta el punto de traducir las distintas formas de pedir café en Málaga que inmortalizara Amparo Ruiz de Luna en unos mosaicos situados en el añorado café Central y que hoy, gracias a su propietario, Rafael Prado, antiguo alumno de los agustinos, se conservan en el patio del colegio de El Atabal.
Visita a Málaga
Su sucesor en el cargo, el padre Alejandro Moral Antón, recordaba durante el 182 Capítulo General de la Orden, celebrado ese mismo año en Roma, las palabras con la que el padre Prevost recibió al papa Benedicto XVI en su visita a Pavía en abril de 2007 en las que destacaba la importancia de la visita del santo padre a la comunidad agustiniana, constituida "como orden religiosa en el siglo XIII, por intervención directa de dos de sus predecesores: Inocencio IV (1244) y Alejandro VI (1256)".
En su intervención, Alejandro Moral Antón esbozaba las urgencias y prioridades que debía abordar la orden para afrontar los restos del siglo XXI, como el cultivo de la espiritualidad y de la vida interior frente al laicismo y el secularismo, y citaba una frase del padre Prevost: "Nadie puede dar lo que no tiene".
El testimonio de la fraternidad, la sensibilidad social, la implicación en el mundo mediante la lucha contra la pobreza y la desigualdad social así como la defensa de la igualdad de oportunidades, son otros retos a los que debe hacer frente la comunidad agustiniana y la iglesia del siglo XXI, según comentaba el padre Moral Antón. "Las implicaciones de la globalización, con sus luces y sus sombras, retos y tares, exigen de nosotros propuestas concretas que no deben dilatarse en el tiempo", manifestaba el padre Antón, unos retos que ahora tendrán un gran faro en la labor del papa León XIV al frente del Vaticano.
Y esas respuestas, según el padre Moral Antón, deben darse ofreciendo un testimonio de esperanza, a través de "una vida religiosa y cristiana más intensa, un mayor fervor espiritual", en palabras del padre Prevost. Amén.
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