Arquitectura
Stella Maris, una extravagante iglesia "colgada del cielo"
El Festival Open House Málaga organiza una visita al templo, protegido como BIC y reconocido por la Fundación Docomomo como símbolo de la arquitectura moderna. Pese a sus reconocimientos, su fachada sobria y su aspecto exterior le valieron no pocas críticas e incluso reticencias municipales

Visita a la iglesia y convento de Stella Maris, en la Alameda Principal / AIM

La idea de la extravagancia se vincula a veces con el exceso de color, la mezcla de elementos, la sobrecarga y la torsión de las formas. Pero en un enclave característico por la mezcla de estilos arquitectónicos como el regionalista, el ecléctico, el neoclásico o el neomudéjar como es la Alameda Principal de Málaga, la sobriedad y lo austero puede ser lo extraordinario. Y como ocurre con toda singularidad, esta puede no ser siempre ni mucho menos compartida.
Es lo que le ocurre a la iglesia de Stella Maris, una imponente edificación de ladrillo visto y acero que desde fuera se asemeja más con una nave industrial que con un templo religioso. Incluso hay quien lo confunde con un edificio público, unos almacenes o incluso un cine.
Construida en 1965, es obra del arquitecto sevillano José María García de Paredes. En 1987 fue declarada como Bien de Interés Cultural (BIC) y está reconocida por la Fundación Docomomo- dedicada a la documentación del movimiento moderno- como un símbolo de la arquitectura moderna.
En el arranque del Festival internacional de arquitectura Open House Málaga, la iglesia se abrió ayer al público a través de una visita guiada por el arquitecto Sebastián del Pino, académico de la Real Academia de Nobles Artes de Antequera y miembro durante 20 años de la Fundación Docomomo. Estos son los secretos del templo:

Visita a la iglesia y convento de Stella Maris, en la Alameda Principal, con motivo del Festival Open House. / AIM
Iglesia-convento
Una de las características menos conocidas de Stella Maris es que no solo es una iglesia sino que también es un convento de la Orden de los Carmelitas Descalzos. De hecho, el nombre completo del templo es «Iglesia y convento de Santa María de Belén», más conocido como Stella Maris.
Actualmente el claustro y las celdas que componen el convento , en la segunda y tercera planta, solo lo habitan cuatro frailes, ninguno de ellos de Málaga. En su época de mayor actividad llegaron a vivir en este convento hasta 16 frailes.

Visita a la iglesia y convento de Stella Maris, en la Alameda Principal. / AIM
Pese a sus reconocimientos, esta iglesia-convento siempre ha sido un proyecto controvertido precisamente por su arquitectura. Cuenta Sebastián del Pino que el propio Ayuntamiento de Málaga fue muy reticente a conceder la licencia de obras y así lo recoge el estudio histórico-artístico realizado por la catedrática de Historia de la UMA María Teresa Méndez, que indica que los permisos se desestimaron en varias ocasiones.
Parcela pequeña y presupuesto modesto
La construcción del edificio fue todo un «reto», continúa del Pino, no solo por la contrariedad general al diseño sino por las características de la parcela, de apenas 14,5 metros x 33,5 metros con tres fachadas y una medianería.

Visita a la iglesia y convento de Stella Maris, en la Alameda Principal / AIM
Por otro lado, el escueto presupuesto, de ocho millones de pesetas -algo más de 48.000 euros-, y el propósito de destinar cada centímetro de la pequeña parcela a la iglesia tampoco facilitaban las cosas. «Aquí hubo una complicidad entre los promotores y el arquitecto, que lucharon por sacarlo adelante. Entendían el proyecto y le dieron su confianza sin volver atrás», señala Sebastián del Pino quien además recuerda que el proyecto de esta iglesia coincidió con el Concilio Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII. Esta reunión histórica se celebró entre 1962 y 1965 con el objetivo de acercar a la Iglesia Católica a cierta modernidad exigida por los nuevos tiempos, lo que liberó de alguna manera la forma de diseñar sus lugares más sagrados. De ahí, Stella Maris.
El interior
Al entrar en la nave central, el ambiente ofrece un gran contraste entre la ruidosa ebullición urbana de la Alameda y la quietud del espacio, teñido en tonos dorados por la luz que entra por sus vidrieras amarillas, desprovistas de ningún tipo de decoración o imagen.

Visita a la iglesia y convento de Stella Maris, en la Alameda Principal / AIM
Sorprende la ausencia de pilares pese a la amplitud de la estancia, que se sostiene gracias a una estructura de acero que «tira» hacia arriba en lugar de soportar el peso. Por ello Del Pino la define como una iglesia «colgada del cielo», como si fuera un edificio en suspensión.
Bajo el altar hay una pequeña capilla y en las plantas superiores se accede ya al claustro y a las celdas de los frailes, un espacio que se reserva su privacidad frente a la curiosidad del público. «Aquí destacan la modulación del espacio, el tratamiento de la luz y de la acústica», concluye el académico, que defiende con ahínco el valor arquitectónico de este enclave, a su parecer, tan rompedor como incomprendido.
Misa polémica
Stella Maris generó polémica el año pasado -y no es la primera vez- por acoger una misa el 20 de noviembre por el aniversario de la muerte de Franco. La iglesia apareció en un listado publicado por la Fundación Francisco Franco, con actos en memoria del dictador por el país.
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