Crónicas de la ciudad
Cambiemos el formato de la Noche de San Juan
Sería mucho menos perjudicial para la imagen de Málaga un recinto cerrado en el que los asistentes pudieran lanzarse basura y emborrizarse, versión malaguita de la tomatina.

Álex Zea
En primer lugar, hay que felicitar a la Empresa Municipal de Limpieza porque, en el amanecer del Día de San Juan, más de dos centenares de trabajadores ya estaban retirando a buen ritmo la porquería dejada en las playas de Málaga por legiones de señoritos malcriados; demasiado ‘embebidos’ en su ego como para pensar en el interés general.
La presteza, sin embargo, no evitó, al menos en La Caleta y en La Malagueta, que, en primera línea de playa, las gaviotas trataran de desenterrar los restos comestibles de tamaña porquería.
El fuerte viento, además, voleó la basura a todos los confines: una parte quedó contenida en los muretes que limitan con el paseo marítimo. Otra, terminó donde terminan los ríos y nuestras vidas, que decía Jorge Manrique; muchos siglos antes de la invención del plástico.

El viento empujó parte de la basura contra los muretes del paseo marítimo, esta mañana. / A.V.
La Noche de San Juan volvió a dejar toneladas de plásticos, botellas y desinterés por el bien común en las arenas de Málaga (este año se recogieron 20,8 toneladas y la Policía Local realizó 222 intervenciones, informa el Ayuntamiento). Además de las gaviotas, quienes más sacaron provecho de esta exhibición de mugre fueron los malagueños armados con detectores de metales, en busca de 'joyerío' y monedas.
La horda
Hace casi un siglo, el británico Evelyn Waugh, en su inolvidable novela ‘Decadencia y caída’, se permitió ironizar sobre los galeses, a los que caricaturizó como una suerte de horda prehistórica.
Por tanto, no inventa nada el firmante cuando, a la altura del Hotel Miramar, a eso de las 7 de la mañana, se cruzó con una auténtica agrupación de cromañones, que en lugar del silbo gomero parecían utilizar el eructo acampanado como forma de comunicación.
Todavía en la arena, uno de estos homínidos se entretenía, rezagado, en lanzar por el aire una bolsa, para observar, con precisión científica, cómo se despanzurraban contra la arena las botellas de su interior. Grababa la escena con el móvil un guiri con cara de funeral.

Un hombre con un detector de metales, en el amanecer del Día de San Juan por La Malagueta. / A.V.
Si este es el ganado intelectual de la noche ‘más mágica’ del año; ¿qué gana Málaga fomentado la imagen de una ciudad repleta de borrachos incapaces de limpiar, siquiera, un metro cuadrado alrededor de sus cuerpos?
Mucho más positivo para la Ciudad del Paraíso sería transformar el macrobotellón anual en una suerte de BasuraFest: un recinto cerrado playero, en el que se diera la bienvenida al verano con el lanzamiento de montañas de porquería.
Una tomatina de la mugre -como la de todos los años- pero acotada. Ensuciaría menos.
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