Crónicas de la ciudad
Mircea Cartarescu y la artillería de Málaga
En la última novela del gran escritor rumano, perpetuo candidato al Nobel de Literatura, se menciona nuestra ciudad y su industria armamentística, algo que tiene una base histórica real.

Puerta árabe de las antiguas Atarazanas de Málaga, muy ligada a la olvidada industria armamentística malagueña. / Alex Zea
Uno de los mejores escritores de Europa; del reducido grupo de los candidatos eternos a Nobel de Literatura es el rumano Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956).
Su última novela, publicada en español en septiembre del año pasado se titula ‘Theodoros’, y es una barroca fantasía repleta de piratas, reyes y portentos en los cielos; sin duda, una de las novelas históricas de más alta calidad, y más caudal de imaginación de este siglo.
En Málaga tenemos que estar de enhorabuena, porque el autor rumano ha tenido a bien mencionar nuestra ciudad en esta obra, que narra el ascenso y caída y de un joven valaco que, en la primera mitad del siglo XIX, llegó a ser coronado emperador de Etiopía.
Al final del primer tercio de esta novela de casi 650 páginas se narran las aventuras de un bandolero ficticio y su cuadrilla, protagonistas de cientos de baladas populares que hablan «sobre sus caballos zaínos y pintos, sobre sus armas fabricadas en Málaga y los espadones forjados por los herreros de Damasco».
¿Armas fabricadas en Málaga? La mención de Cartarescu no es una mera licencia poética y, cuando menos, tiene base histórica en un pasado anterior a la época de la novela.

'Theodoros', de Mircea Cartarescu. / A.V.
Los cañones malagueños
En la revista Jábega de 1980 el profesor Joaquín Gil Sanjuán nos recuerda cómo, a partir de la conquista de Málaga por los Reyes Católicos, en nuestra ciudad se implantó una fábrica de cañones, que nutría las flotas en el Norte de África y los presidios. La primera pieza fue un cañón de 79 quintales, en 1499. Los cañones, por cierto, se almacenaban cerca de la playa, en las Atarazanas.
Esta industria, que también incluía la fabricación de las cureñas para los cañones y las ruedas, estuvo en auge hasta el siglo XVII.
Al parecer, la llegada del hierro fundido aconsejó desplazar la fabricación al norte de España. Algo parecido le ocurrió, en el XIX, a los altos hornos de Málaga.
Por esta sección también han pasado otras menciones literarias no tan conocidas como la tan subrayada de El Quijote. Es el caso de ‘Los trabajos de Persiles y Sigismunda’, del propio Cervantes, una novela en la que un personaje relata su cautiverio en manos de los «moros», y cómo a su compañero lo «cautivaron» «en los Percheles de Málaga, donde era pescador».
Además, un capítulo de la tercera y última parte de la saga de ‘Los tres mosqueteros’ de Dumas lleva por escueto título ‘Málaga’, en referencia a sus pasas; y en ‘Rojo y negro’ de Stendhal aparece el vino de Málaga dos veces.
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