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Crónicas de la ciudad

Una acera como el hollín en la vieja calle del Altozano

Un tramo de esta histórica calle de la Victoria condensaba la semana pasada recios brochazos de mugre en la acera de los impares, cerca de un grupo de contenedores.

Rastro de suciedad al comienzo de la calle Altozano, el pasado jueves.

Rastro de suciedad al comienzo de la calle Altozano, el pasado jueves. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Al pie de las huertas del Convento de la Victoria se encontraba, a finales del siglo XVIII, la plaza de la Victoria. A continuación, comenzaba (o terminaba) la calle Altozano, que coincidía con la moderada elevación a la que daba nombre.

Por aquel entonces, en mitad de la calle se abría un enorme descampado, vecino de unas huertas donde sobrevivían, mirando ya a Capuchinos, los restos de un molino. Luego, la calle Altozano continuaba brevemente, hasta la calle de la Cruz Verde.

Donde hace tres siglos terminaba el descampado, al menos la semana pasada había por ese emplazamiento una suerte de simbólico ‘agujero negro’, pues las aceras impares lucían negras como el hollín.

Las fotografías que dan fe de la negritud fueron tomadas el jueves 30 de septiembre por la mañana, y evidencian esa mezcla perfecta que se da en Málaga entre incivismo de una minoría de malaguitas y falta de medios que impide poner coto al desaguisado; lo que da como resultado el exceso de porquería.

Otro detalle del tramo inicial de calle Altozano, impares, el pasado jueves.

Otro detalle del tramo inicial de calle Altozano, impares, el pasado jueves. / A.V.

El verano se nos pasó con la polémica de si Málaga está limpia o no. En nuestra ciudad tenemos un adjetivo que suele emplearse, mayormente, para describir la suciedad; en especial cuando hay ganas de zaherir con la crítica: se trata de «puerco», con perdón para los gorrinos.

De esta forma, si buscamos un ejemplo señero de calle ‘puerca’, hay una muestra muy viable en este tramo de la calle Altozano, rebosante de porquería; al menos el jueves pasado.

El rastro

Como saben, según la RAE un ‘rastro’ es, entre otros significados, un matadero. Así, el Rastro madrileño debe su nombre a que el famoso mercado de segunda mano se emplazó cerca del matadero o ‘rastro’, llamado así por el rastro de sangre que en el suelo dejaban los animales sacrificados.

Otra vista a ras de suelo de la calle Altozano, impares, el jueves 30 de septiembre pasado.

Otra vista a ras de suelo de la calle Altozano, impares, el jueves 30 de septiembre pasado. / A.V.

Pues bien, si no ponemos remedio, en Málaga añadiremos un nuevo significado a la palabra Rastro: «Dícese de lugar en el que abundan las huellas de mugre en el suelo».

Ese es el caso de este punto (negro) de la calle Altozano. Buena parte de la explicación la tiene la presencia de tres contenedores, y la querencia a almacenar fuera de ellos todo tipo de muebles y bolsas. También, la presencia de naranjos y el incivismo en general, claro.

Sin duda, lo que reducirá la porquería será un baldeo a fondo y, vista la densidad de la mugre y su querencia por este rincón, un baldeo más periódico. Así borraremos todo rastro.

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