Crónicas de la ciudad
El cardenal Herrera Oria, en el punto de mira
El emplazamiento de la escultura es el favorito de las gaviotas, que practican puntería con el recordado obispo de Málaga hasta dejar la obra de arte irreconocible.

El monumento al cardenal Ángel Herrera Oria, esta semana. / A.V.
Alguna vez hemos recordado en esta sección las irónicas palabras de Alfonso Canales, cuando asistió al descubrimiento de su busto, realizado por su compañero en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, Jaime Pimentel, en los jardines que llevan el nombre del gran poeta y bibliófilo.
Alfonso Canales, afín a la ironía británica, aventuró que la obra que reproducía su busto recibiría el impacto intestinal de las aves, destino inevitable de toda obra de arte en un espacio público.
No se equivocaba el Premio Nacional de Poesía; pero sin duda, la creación que en Málaga se lleva la palma de la victoria y se ha convertido en ‘objetivo preferente’ -en este caso, de las gaviotas- es la magnífica escultura del cardenal Ángel Herrera Oria.
La obra fue realizada en 1969, un año después de la muerte de quien fue un reconocido periodista y obispo de Málaga.
José María Palma Burgos
Se trata de una escultura de bronce de casi tres metros de altura (2,80) que salió de las buenas artes de José María Palma Burgos, hermano del también escultor Francisco e hijo de Francisco Palma García.
En 2003, su autor expresaba al firmante su satisfacción tras cerca de medio año de trabajo: «Ya he dejado una cosa hecha, ya puedo irme tranquilo», confesaba.

Otra vista del monumento a Ángel Herrera Oria, esta semana. / A.V.
Ciertamente, es una obra magnífica en la que se aprecia a la perfección la bonhomía, así como el carácter decidido y comunicativo de don Ángel.
Lástima que los pájaros de altos vuelos no tengan en cuenta sutileza artística alguna. No hay pruebas científicas, que uno sepa, que constante si en su anterior ubicación, en el Postigo de los Abades, rodeado por un enjambre de motos, el monumento recibía tantas deyecciones avícolas como en la actualidad.
Con la peatonalización del Postigo de los Abades y su entorno, se erradicó el masificado aparcamiento de motos al pie de la Catedral y se aprovechó la explanada delantera para reinstalar la escultura, muy cerca de la fastuosa Ceiba speciosa, un prodigio botánico que tiene la virtud de taparnos parte del Garaje Catedral.
En su nuevo emplazamiento, da la impresión de que las gaviotas ensayan el tiro al blanco, mientras que las palomas completan el desaguisado al posarse, más tiempo del recomendable, en el birrete cardenalicio.
El resultado podía verse esta semana en forma de sospechosas líneas blancas por toda la cabeza y la vestimenta. Es la otra cara -blanca- de la inmortalidad.
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