Sanidad | Francisco J. Tinahones Director científico de Ibima
"Están llamando investigadores de Estados Unidos ahora a nuestra puerta”
El director científico de Ibima destaca el gran salto que ha experimentado la investigación en la provincia durante la última década y analiza los retos que aún quedan por delante

El doctor Francisco J. Tinahones, director científico de Ibima, en la unidad de ensayos clínicos del Hospital Clínico / Álex Zea

Francisco J. Tinahones, jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Virgen de la Victoria y catedrático en la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga, es una de las voces más reconocidas en el campo de la obesidad y la diabetes, tanto en España como a nivel internacional. Desde 2017 dirige, además, el Instituto de Investigación Biomédica de Málaga y Plataforma en Nanomedicina (Ibima Plataforma Bionand), que en menos de una década se ha consolidado como uno de los diez mejores del país. Su objetivo es claro: impulsar nuevas técnicas diagnósticas y terapias capaces de mejorar de forma tangible la salud de la población malagueña.
¿Cómo resumiría la labor que realiza el instituto y de qué manera ayuda a mejorar la salud de los malagueños?
La misión fundamental del instituto es colaborar con la investigación biomédica para obtener nuevos procesos diagnósticos o terapéuticos para mejorar la salud de la población. Ese es el leitmotiv del instituto. Y en torno al instituto pivotan investigadores que hacen investigación clínica o investigación biomédica, tanto de la Universidad de Málaga como de los dos hospitales de Málaga, el Virgen de la Victoria y el Regional, y del distrito de Atención Primaria. Y, además, tenemos una grata noticia y es que recientemente se ha incluido también en el instituto el Hospital Costa del Sol.
La semana pasada se presentó la ‘Memoria de Actividades 2024’, donde recogían que el instituto contaba con más de 1.400 investigadores, 800 publicaciones y 300 proyectos. ¿Qué posición ocupa hoy Ibima en el panorama nacional e internacional de la investigación biomédica?
Hay muchos indicadores para valorar eso y, efectivamente, en unos indicadores estamos más arriba, en otros en posición intermedia. Pero, podemos decir, sin equivocarnos, que el Instituto de Investigación Biomédica de Málaga Ibima Plataforma Bionand está entre los diez institutos de investigación biomédica que más producen desde el punto de vista científico.
¿Se está investigando más que nunca en Málaga?
Bueno está estructurándose la investigación. Es decir, hemos pasado un cambio importante de cuando la investigación biomédica era algo que no estaba regulado, que no estaba profesionalizado... Y ahora hemos pasado a cómo se hace la investigación biomédica en el resto de Europa y en otros países con gran tradición de investigación biomédica. Hemos dado el paso de profesionalizar la investigación. Es decir, para los médicos que se dedican a la investigación biomédica, hay fórmulas para que puedan tener la mitad del tiempo que trabajan dedicado a la investigación. Hay la posibilidad de contratar investigadores básicos que estén dedicados el 100% a la investigación. Hay un mayor desarrollo y una profesionalización de la investigación, y esto ha dado un salto cualitativo y cuantitativo de una forma muy importante en los diez últimos años.
¿Y hacia dónde se dirige la investigación?
El instituto es un instituto multidisciplinar y, prácticamente, aborda todas las enfermedades más prevalentes e, incluso, enfermedades raras que afectan a la población. Hay áreas muy importantes de enfermedades cardiovasculares, obesidad y diabetes, que son, por así decirlo, enfermedades contemporáneas que tienen una alta prevalencia. Se investiga en neurociencia, en oncología, enfermedades crónicas... Hay una amplia área de conocimiento que aborda el instituto de una forma multidisciplinar. El instituto se articula en ocho áreas científicas y cada área aglutina una serie de grupos de investigación que tienen en común una temática parecida en su investigación. Y eso contribuye a que se fomente la colaboración. Casi el 20% de las publicaciones que realiza el instituto es fruto de la colaboración entre grupos. Que es también uno de los motivos de tener un instituto: que los propios investigadores del instituto colaboren entre ellos.
Hay que buscar no solamente que se incremente la esperanza de vida, sino que se incremente la calidad de esa esperanza de vida
La medicina personalizada está a la orden del día, ¿es también uno de los objetivos que persigue el instituto?
Claro. Esa es una línea donde está tendiendo ahora mismo la medicina. A hacer una terapia individualizada. Hemos tenido un desarrollo muy importante a nivel genético, a nivel epigenético, a nivel de análisis de un montón de factores que pueden influir en el desarrollo de las enfermedades. Y, a día de hoy, estamos empezando a que, con esa ingente cantidad de datos que podemos obtener de un sujeto, individualizar los tratamientos. Ahora mismo esa es una de las líneas de investigación que hay más novedosas. El desarrollo de la medicina personalizada ha tenido un avance muy importante en oncología. Ya hay enfermedades donde se puede aplicar un tratamiento específico en función de una serie de características que tengan los pacientes y el tumor. Y eso se está intentando también en otras enfermedades. El individualizar y hacer una terapia acorde a las características del individuo, más que terapias que sean más generalizadas.
¿Vamos a vivir más tiempo o a vivir mejor? ¿Qué se persigue?
Hay dos retos. Un reto, obviamente, es disminuir la mortalidad en enfermedades muy prevalentes, como puede ser el cáncer y la enfermedad cardiovascular. Eso todavía estamos lejos de conseguir reducciones. Se han conseguido reducciones importantes, pero todavía se presta a innovaciones que hagan que la enfermedad cardiovascular, los infartos, los ictus y la mortalidad del cáncer disminuya. Pero, obviamente, hay que buscar no solamente que se incremente la esperanza de vida, sino que se incremente la calidad de esa esperanza de vida. Y ahí hay un reto muy, muy, importante que son todas las enfermedades neurodegenerativas. Si incrementamos la esperanza de vida a 95 años, por poner un ejemplo, la prevalencia de enfermedades neurodegenerativas se incrementa al incrementar la edad. Y ese es el gran reto ahora mismo de la investigación también: que consigamos terapias o estrategias para enlentecer esa degeneración del sistema nervioso.
¿Se están creando en Málaga algunos de los tratamientos y medicamentos del futuro?
Sí. Por ejemplo, en las unidades de ensayos clínicos se están probando medicamentos en este momento que, probablemente, dentro de corto plazo resuelvan enfermedades que ahora mismo no tienen resolución. Se está probando en nuestro instituto con fármacos que, dentro de muy poco, resolverán problemas clínicos que ahora mismo no los tenemos resueltos. Y, luego, el propio instituto está generando hipótesis y patentes que pueden ayudar también, sin duda, en un futuro cercano a mejorar la calidad de vida de los pacientes. En este momento hay patentes que ha generado el instituto que ya están licenciadas por empresas para intentar sacar un producto o un proceso diagnóstico que mejore la vida de los pacientes.

Francisco J. Tinahones, director científico de Ibima, en la unidad de ensayos clínicos del Hospital Clínico / Álex Zea
Precisamente en la memoria destacaba el gran crecimiento que habían tenido los ensayos clínicos en el último año, en el que han duplicado su financiación. ¿Por qué son tan decisivos para avanzar en la medicina?
Son imprescindibles, es decir, una empresa farmacéutica genera una nueva molécula, pero esa molécula se tiene que probar en pacientes y el único sitio donde se puede probar en pacientes son en centros de investigación. Entonces, para que un producto, una invención, que la mayoría la genera la industria farmacéutica, pueda ser aprobado para utilizar en pacientes, hay que hacer un largo proceso que demuestre la seguridad y la efectividad de esa molécula. Y eso, necesariamente, tiene que pasar por ensayos clínicos que se tienen que hacer en centros de investigación.
¿Cree que la población tiene una idea errónea de lo que supone participar en un ensayo clínico? ¿Existe aún cierta reticencia?
Yo creo que, poco a poco, la población se está dando cuenta de que contribuyen de una forma muy importante al desarrollo de la medicina y al bienestar de la población. Además, cada vez es más garantista. Cada vez más no, ahora es absolutamente garantista. Un paciente que participa en un ensayo clínico, lee todos los condicionantes que tiene el ensayo, tiene que dar su consentimiento... El paciente está perfectamente informado y luego hay una cobertura de seguros, de seguimiento, es decir, que ahora mismo la regulatoria de los ensayos clínicos es muy garantista. Además, si no le convence, se puede retirar en cualquier momento. El paciente está muy protegido si participa en un ensayo clínico. Y los pacientes o los sujetos lo viven así. Por ejemplo, un paciente que tiene obesidad y se le propone que participe en un ensayo clínico con una nueva molécula para reducir el peso, la tasa de aceptación está casi en torno al 85%. Y eso tiene que ver realmente con el altruismo de la población, que accede a participar y a conseguir resultados de los que él se va a beneficiar, porque prueba un fármaco en las fases iniciales, pero luego se va a beneficiar el resto de la población cuando ese fármaco se pueda comercializar.
Se está probando en nuestro instituto con fármacos que dentro de muy poco resolverán problemas clínicos
Otro aspecto esencial en la investigación es la financiación, ¿se invierte suficiente en ciencia?
Nunca se invierte suficiente en ciencia. La investigación es muy cara. Porque cualquier ensayo clínico o investigación básica que se haga, todo lo que gira en torno a esa investigación supone un coste muy alto. Y el nivel de financiación que teníamos en nuestro país en el siglo pasado era ínfimo comparado con el resto de Europa. Es verdad que, poco a poco, vamos convergiendo, pero todavía nos queda espacio para convergir con los países más desarrollados en investigación en el entorno europeo. Pero bueno, hacemos lo que podemos con la financiación que tenemos. Y también es importante que la sociedad interprete que ayudar a la investigación es ayudar al desarrollo y al bienestar de la sociedad. Por ejemplo, en institutos del mundo anglosajón un porcentaje muy alto es de donaciones de particulares. Eso era en nuestro país absolutamente testimonial. Pero este año hemos recibido unas donaciones por valor de 250.000 euros. Es verdad que está lejos de las donaciones que se hacen en otros centros de investigación, pero ya es algo. Poco a poco la población también está tomando conciencia de que es importante el desarrollo de la investigación biomédica por el bienestar de toda la población
¿Y cuidamos bien de nuestros investigadores?
Yo creo que la respuesta es que, probablemente, no. Es verdad que hemos dado un salto importante, pero todavía podemos hacer más. Se ha dado un salto importante en los últimos años en hacer una carrera del investigador. Antes, los investigadores empezaban su carrera investigadora y no sabían cómo iban a conseguir una estabilidad laboral. Y, ahora, poco a poco, la ley de la ciencia, una serie de legislaciones están haciendo que un investigador pueda perfilar su carrera y ver que, en algún momento, puede estabilizar su vida y tener una cierta estabilidad laboral. Pero todavía hay que avanzar mucho más. Es una carrera muchas veces de obstáculos la que tienen que pasar los investigadores desde que empiezan su tesis doctoral hasta que al final pueden estabilizarse. Pero yo tengo confianza en que, poco a poco, se trate a los investigadores igual que se trata a otros perfiles profesionales. Y debíamos de cuidarlos mucho más porque el riesgo que tenemos es que en otros países los cuidan mucho mejor que nosotros y que haya fuga de cerebro, la estamos viendo. Pero es verdad que, si miramos atrás, en el siglo pasado quien se metía en investigación biomédica el futuro era muy incierto. Ahora hay alguna legislación y algunos trazos de que un investigador pueda estabilizar su vida en la investigación.
“Probablemente la medicina dentro de 25 años no tenga nada que ver con lo que estamos haciendo”
Justo le iba a preguntar si Málaga y España siguen sufriendo una fuga de cerebros...
Bueno, ahora mismo es que fuga de cerebro hay ya prácticamente... Fíjese que están llamando investigadores de Estados Unidos ahora a nuestra puerta. ¿Quién podía pensar eso? Que probablemente el país a donde se fugaban más cerebros era Estados Unidos porque los sueldos eran absolutamente altísimos y la posibilidad de obtener proyecto era también altísima. Y, ahora, muchas veces hay cambios de legislación o cambios de gobiernos, que apoyan más o menos a la investigación, y fíjese que ahora, probablemente, se está produciendo un flujo contrario. Antes era un flujo de investigadores de Europa a Estados Unidos y ahora está ocurriendo lo contrario. Ya le digo que están llamando a las puertas del instituto algunos investigadores que estaban en Estados Unidos y se están planteando venirse a España o venirse a Europa.
Para terminar, ¿cómo se imagina la medicina y la investigación dentro de 25 años?
Hay que tener una imaginación muy audaz para imaginarse dentro de 25 años cómo va a estar la medicina y la investigación. Sin duda, los cambios son de una rapidez inusitada. Ahora mismo el desarrollo de todo lo que es la medicina personalizada y todo lo que es la inteligencia artificial, probablemente, la medicina dentro de 25 años no tenga nada que ver con lo que estamos haciendo. Y, probablemente, los retos de enfermedades que ahora mismo nos preocupan y por las que estamos investigando, probablemente tengamos que cambiarlos porque eso estará resuelto. Yo espero que dentro de 25 años hayamos conseguido reducir de una forma muy importante las enfermedades cardiovasculares. La oncología igual. Hemos provocado un cambio muy importante en la esperanza de vida entre la mayoría de los tumores. Y el desarrollo de la investigación va a ser, sin duda, que la oncología o los pacientes que sufren cáncer casi se convierta en una enfermedad crónica y que disminuya de una forma ostensible la mortalidad. Dentro de 25 años, probablemente, surjan otras preocupaciones y otros retos. Pero, por eso, es importantísimo tener la investigación engrasada. Porque si no hubiéramos tenido la investigación engrasada ante un reto como fue el covid, no se hubiera encontrado una solución tan rápida. Sin duda, nos vamos a encontrar nuevos retos, nuevas enfermedades y nuevos problemas. Y, dentro de 25 años, ojalá también tengamos alguna solución para las enfermedades neurodegenerativas que disminuyen tanto la calidad de vida como el Alzheimer, la ELA o el Parkinson.
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