Memorias de Málaga
Nombres curiosos de calles en Málaga: del Bulto a Pocapringue
Algunos topónimos de Málaga -y tenemos para todos los gustos- necesitan una revisión. En Málaga contamos con nombres de barrios como El Bulto o La Mosca y arroyos como el de Pocapringue o la Perrera

Las últimas casas de El Bulto, en una foto de agosto del año pasado. / Alfonso Vázquez
En fechas recientes, el Ayuntamiento de Málaga, en documentos relacionados con la construcción de edificios destinados a viviendas, han aparecido dos topónimos que no casan con el rango de los proyectos. Ambos están en puntos distintos y distantes del término municipal. El primero se refiere a un proyecto en la zona donde se iba a montar el fracasado intento de la Exposición Universal. En los ‘papeles’ aparece el arroyo Pocapringue, aunque se camufla como arroyo Merino.
El segundo es más tajante: las posibles torres a levantar en El Bulto, nombre de un lugar que hasta hace muy poco era habitáculo de familias muy necesitadas de todo. Vivían pescadores principalmente. Vivir en El Bulto era estigma de pobreza.
Poco a poco aquellas ‘infraviviendas’ han ido desapareciendo y los solares resultantes cobran gran valor por su emplazamiento y vistas al mar, que es lo que más se valora hoy para nuevas edificaciones.
Hace un siglo las vistas al mar, por decirlo de alguna manera, no se llevaban, tanto es así que las casas y palacetes de La Caleta se proyectaban al revés, o sea, las vistas al mar para las cocinas y servicios, y la parte noble – entrada, salones y comedores –, al paseo de La Caleta, con sus tranvías, autobuses, carros, coches de caballos…
Las vistas al mar, que hoy son las que privan, se destinaban, repito, a los lavaderos, cocinas, habitaciones del servicio doméstico…
Para El Bulto se barajan varios proyectos, todos con vistas a posibles adinerados del extranjero que buscan en Málaga un lugar donde pasar vacaciones o aguardar el fin de sus días contemplando el mar. Pero claro, hay que buscar nombre para las torres, ya que lo de ‘El Bulto’ es inadmisible.
Yo, testigo lejano del lugar, le pondría el nombre más exacto: Torres de San Andrés, haciendo honor a la playa que forma parte del entorno.
Claro que los promotores, con el fin de atraer una clientela pudiente, quizá se inclinen hacia nombres y denominaciones en inglés; algo así como Saint Andrew Towers.
Incluso muchos esnobs españoles optarían por comprar un estudio, aunque la hipoteca la heredarán sus nietos o bisnietos. Tener una propiedad en una de las ‘Towers’ molaría un montón.
Si se cae en la cursilería de las Saint Andrew Towers, quizás un antiguo residente agregaría a la pancarta publicitaria: «Antes, El Bulto».
Topónimos de todos los gustos
Los topónimos de los ríos, afluentes, arroyos, montes, rincones, espacios… del término municipal son tan ricos como variados, tan poéticos como groseros, tan atinados como despectivos… Pasan casi inadvertidos hasta que surge un proyecto o aprovechamiento para construir un nuevo barrio, un polígono industrial, un campo de golf, un supermercado o un puerto seco, que no tiene nada que ver un puerto de mar o fluvial.
Al citado arroyo Pocapringue, que tendrá su origen en hechos o incidencias de hace dos o tres siglos, se unen otros no ofensivos y con su denominación justificada. Me refiero al arroyo de los Pilones. Lo de los pilones tiene su origen, según leí una vez, en el uso por mujeres de la zona para lavar las ropas, sábanas y otras prendas aprovechando las pilas naturales del accidente geográfico.
Hace muchos años, dialogando con Rafael León Portillo, escritor y poeta, marido que fue de María Victoria Atencia, sobre las colecciones de cuadernos de poesías, Rafael me adelantó que si iniciaba una colección se inclinaría por presentarla como ‘Cuadernos Arroyo de los Pilones’.
Los arroyos del término municipal de Málaga tienen nombres tan dispares como «de los Ángeles» a las «Chozas». Suenan bien al oído «Caleta», «Café», «Gálica», «Quejiga», «Tinajas»…, cada uno con su historia de cien o doscientos años. Gustan menos los arroyos «de la Loba», «Piedras Secas», «Cañas», «Cuarto», «Humo», «Moheda», «Perrera»…, nombres elegidos por sus características o por la presencia de algún vecino distinguido, «Comendador», «del Indio»… Si se escarba un poco en los topónimos de otros arroyos, montes, playas… de nuestro término municipal aparecen «la Víbora», «del Muerto», «de los Muertos», «Chopo», «Saladillo», «Cañuelo», «Angostura», «Jaboneros», «Pulga»...
Hay lugares o zonas que tienen su nombre propio y se conservan con el tiempo. Perduran los de «Monte Coronado», «Monte de las Tres Letras», «Playa del Dedo» (el deo), «Bellavista», «Baños del Carmen», «Acacias»…
Más arroyos o accidentes geográficos que nos encontramos en nuestra ciudad: «Fuente de la Araña», «Los Crespos», «Cerezo», «Garganta de Diego Díaz» (sabe Dios quién sería aquel señor), «Boticario», «Micaela», «Chino» (primero de la invasión de nuestros días), «Bujía»…
Ya una de las corporaciones municipales intervino en algunos casos para modificar algunos topónimos impropios, como el antiguo Callejón de la Pellejera, Estación del Perro, el Callejón de Domingo… quedando otros en lista de espera, como el caso de Callejones del Perchel, antes un conglomerado de calles y callejuelas que se han dignificado con la construcción de hoteles, viviendas, oficinas, comercios…
Pero lo de Callejones del Perchel está todavía en fase de estudio, con disgusto de las familias que confían en que los responsables del departamento de vías públicas y similares encuentren un nombre adecuado; si quieren conservar el nombre de la calle, basta, por ejemplo, el del origen del barrio, calle Perchel.

Limpieza por la asociación Andalimpia del arroyo de Pocapringue, en 2023. / Andalimpia
La calle Pito
Otro que tiene mal arreglo es la calle Pito. Quién eligió y por qué se aceptó en su día, y por qué la corporación le dio el visto bueno al nombrecito de marras para mí es un misterio. Quizás en los libros de Francisco Bejarano y Domingo Mérida esté la explicación. Como no los tengo a mano lo comento a mi aire.
Los sinónimos de pito, según la RAE, son colilla, silbato, claxon, cigarro, pene… Sin entrar en lucubraciones, silbato es el más adecuado, pero no resuelve el problema.
No me entra en la mollera que una entidad bancaria de las que ganan cada año más millones de euros que el año anterior instale una sucursal en la calle Silbato. Y no digamos que en esa calle se instale la delegación de la Seguridad Social o de la Tesorería de la Comunidad Autónoma, una joyería, una consulta médica o un bufete de abogados.
Quizá todo termine como el pito del sereno o el pito de carretilla de los niños de mi época. Los antiguos se acordarán de aquella canción que coreaban los niños y niñas: «Pitopito, gorgorito , dónde vas tú tan bonito…». Ahora, ya no hay pajaritos porque los pajarracos se los han comido; ni niños, porque las cigüeñas parece que están en huelga y no traen bebés de París como antes. Ahora, los que vienen lo hacen en pateras, y ya bien creciditos… y hablando árabe.
La solución del futuro de la calle Pito es tan sencilla como menos traumática. Eliminamos la letra T y nos quedamos con Pío, que es un nombre de varón bastante extendido. En la historia del papado hay doce que optaron por el nombre de Pío para dirigir la Santa Sede. Entre ellos está Pío V, que gobernó la Iglesia allá por los años 1500. Estuvo nada menos que 68 (1504-1572) al frente de la grey católica. Fue santificado. Está en el santoral el 5 mayo. Y si lo del santurreo no agrada a la mayoría, calle Pío a secas… y no digo ni pío.
Dignificación
Un ejemplo de dignificación en la capital fue el que cambió el sentido de la denominación de una zona de Málaga. Existía un lugar a las afueras de la ciudad conocido por ‘Pedregal Lejos’, o sea, un lugar lleno de piedras lejos de la zona urbana. Uniendo las dos palabras se creó un barrio residencial en la zona. Pedregalejo. Todo tiene arreglo.
Persisten la calle Cañón, el Postigo de los Abades (una de las fachadas de la Catedral), el Paseo de los Curas, que ha pasado de zona peatonal a calle con nombre propio y doble circulación (ya no se ven curas leyendo el breviario), desapareció la fea denominación de Boquete del Muelle, en El Palo hay una calle con el rótulo de Pepote, cariñoso hipocorístico del que fue presidente de la Autonomía de Andalucía don José Rodríguez de la Borbolla, y el Carril de los Niños en la zona del Limonar, donde los niños corren el peligro de ser arrollados porque no tiene aceras y está abierta al tráfico de coches, furgonetas, motos, patinetes y todo lo que venga con dos, tres o cuatro ruedas.
Habría que pensar en el cambio de nombre de una barriada malagueña cada día más poblada y con problemas. Aunque todas sus calles están rotuladas con nombres digamos normales, el de la barriada, a mí por lo menos, me parece inapropiada. Me refiero a La Mosca.
Quizás haya vecinos que estén disconformes. No lo sé. Lo frecuenté hace años para ver a uno de mis nietos jugar al fútbol.
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