Crónicas de la ciudad
La calle de las Ánimas del Purgatorio está en Churriana
La calle Decano Olmo y Ayala, antiguo Camino de las Ánimas, mantiene el carácter de purgatorio vial para el sufrido peatón, que se juega el físico en algunos tramos por la ausencia de aceras.

Un tramo de la calle Decano Olmo y Ayala de Churriana, en 2023. / A.V.
Cuando el pueblo de Churriana se incorporó a Málaga capital, ya entre sus cortijos históricos se encontraba el de las Ánimas, que aparece en planos del primer tercio del XIX entre el Cortijo de la Noria y la Hacienda del Retiro.
Por ende, el largo camino que en las afueras del municipio conducía a la finca se llamó el Camino de las Ánimas.
Con el paso de los años, las ánimas hicieron mutis por el foro, porque el Ayuntamiento de Málaga decidió homenajear al decano del Colegio de Abogados, allá por 1861, Manuel del Olmo y Ayala. La nueva calle pasó a llamarse Decano Olmo y Ayala.
Sin embargo, el cambio de nombre no ha eliminado la denominación histórica del todo, que permanece en el ánimo -nunca mejor dicho- de todo peatón que se atreve a poner sus pies en esta peligrosa vía.
Con sus casi 600 metros de longitud, la calle es vecina de las casas más antiguas de la Noria, así como de las viviendas sociales de la Junta de Andalucía, construidas en los años 90.
La calle precaria
Tal acumulación de viviendas y vecinos no ha permitido, a estas alturas del siglo XXI, urbanizar la calle en condiciones. De hecho, desde que este diario se fundó, en 1999, las quejas de los vecinos por el precario estado de la calle han sido una constante y se prolongan hasta nuestros días; como se hizo eco La Opinión durante una visita del grupo municipal Con Málaga, este mismo mes.
Lo cierto es que hay tramos de la calle en la que cualquier malagueño sin coche oficial ni otro medio de transporte que su calzado, se sentirá tan perdido como un ánima del Purgatorio.

Juan Martínez, expresidente vecinal de La Noria, en la calle Olmo y Ayala en 2022. / A.V.
Ya no es sólo la sucesión de postes cochambrosos con cables que evocan una España precaria, es también la ausencia de aceras en una parte importante del trayecto; lo que empuja a los peatones a arrimarse lo más posible a la pared de las casas, porque los coches zumban en lo que casi es una rauda avenida.
La Opinión tuvo la ocasión de acompañar, hace tres años, a un veterano vecino de La Noria, necesitado de bastón, y las pasó tan canutas como él.
¿Para cuándo el arreglo?, pues para las calendas griegas, porque nuestro Consistorio tiene como marcada tradición responder a las quejas asegurando que cuando se ‘desarrolle’ la zona -la parte de enfrente, todavía sin urbanizar- vendrán las aceras y el soterramiento. Es un clásico en Málaga: sin grúas no hay mejoras. Mientras tanto, a purgar las penas.
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