Qué alegría me dio ver La Rosaleda prácticamente llena, casi todo el mundo vestido de albiceleste y con gritos y cánticos de apoyo desde antes del pitido inicial de Iturralde González, que por cierto me ha dicho un ´pajarito´ que es amigo personal de Javier Clemente, técnico del Valladolid.

El Málaga se quitó ayer el disfraz del miedo que le ha acompañado durante muchos partidos en el estadio blanquiazul, quizás sin tanta presión. Siete remates a la portería del Sporting en sólo un cuarto de hora dan una idea de las ganas, la verticalidad y la intención de sumar tres puntos de un bloque local al que le faltaba eficacia en los metros finales.

Juan Ramón Muñiz había apostado por situar en el once a Benachour en lugar de Caicedo cuando en mi modesta opinión ambos deberían jugar de titulares. Un delantero y, por enésima vez, Fernando de extremo derecho. Mal.

De hecho, si el Málaga se fuera a Segunda División –Dios no lo quiera–, se ve que Muñiz morirá con sus ideas, aunque más de media Rosaleda no esté de acuerdo con este planteamiento. Mientras, en el banquillo se encontraban futbolistas tan ofensivos como Caicedo, Obinna y Albert Luque.

Aún así, el equipo malacitano mereció algún gol. Un cabezazo al poste de Benachour, que por primera vez formó conexión atacante con el también musulmán Baha (ya era hora); un posterior tiro de Iván, que lo despejó bajo palos Botía; un fallo a puerta vacía de Fernando en los primeros compases; un pase de la muerte de Mtiliga, que no halló rematador; y un libre directo fuera por poco de Duda. Pero, por muchos ´uy´ que se oyeran en las gradas, siempre digo lo mismo y no me cansaré de decirlo: en La Rosaleda el Málaga debe jugar desde el inicio con dos delanteros y con juego por las bandas, con extremos natos, como mandan los cánones. Pero Muñiz erre que erre. Y llegó lo más temido. Dos contras letales del Sporting y, tras un pase atrás del ex malaguista Diego Castro a Diego Camacho, éste remató al palo. Fue el primer aviso. En el segundo, los mismos protagonistas. El gallego lanzó un córner y el tiro de su compañero dio en Baha y se coló. 0-1 ¿Les suenan de algo las remontadas?

Todo lo que no sea jugar con valentía, con dos atacantes y juego por las alas (y escribo estas líneas en el descanso del partido, harto de remontadas, que no sé si se producirá esta vez) es hablar por hablar. ¿Por qué hay que regalar, una y otra vez, la primera parte? ¿Por qué Muñiz se da por satisfecho con llegar a los primeros 45 minutos con empate a cero, incluso en los encuentros de casa?

Tras la reanudación, el mismo estribillo: una afición volcada (como siempre) para buscar la proeza, una vez más hay que echar mano de un delantero del banquillo (Obinna, aunque volcado como extremo diestro) para resolver la papeleta, aunque la motivación de un jugador no es la misma si sale desde el principio que como ´segundo plato´.

A la desesperada, Muñiz optó por Luque y Caicedo, prescindiendo de Mtiliga y de Apoño. Duda pasa a jugar de lateral izquierdo, con un consiguiente promedio menos de centros al área rival desde la izquierda. Preciado se sintió aliviado.

El Málaga jugará los últimos veinte minutos con dos delanteros arriba, y con la velocidad de Obinna por la derecha.

La afición trataba de empujar al equipo hasta el área sportinguista. Y de hecho, sólo el Málaga atacaba. Era un monólogo sin premio. Como si un humorista cuenta chistes una y otra vez ante la indiferencia del público. El gol no quería llegar ni por equivocación. Resumen del segundo tiempo: Baha falla a puerta vacía, tiros desviados de Iván y Benachour –éste, en inmejorable posición–, otro de Luque que pega en Rivera y llega manso a Juan Pablo, y una oportunidad errada por el barcelonés cuando parecía más fácil marcar. Pero cuando los nervios estaban a flor de piel, cuando todos los astros parecían en contra, apareció Caicedo, con su oportunismo para cazar el balón que nadie puede. ¡Goooool! No es que fuera un golazo, pero se cantó como nunca, porque estoy convencido de que lo marcamos entre todos. Minuto 80.

Casi no había tiempo para más. Había que intentarlo, pero se jugaba más con el corazón que con la cabeza. Era ´El partido´. No podía fallarse otra vez en La Rosaleda –ya pasó frente a Xerez, Tenerife y Valladolid–. Y se falló. Sólo el ´goal average´ le deja al Málaga ya fuera del descenso.