Ruud van Nistelrooy, a sus 35 años, está muy acostumbrado a los flashes de las cámaras, no se inmuta lo más mínimo cuando, a lo largo de una entrevista, se oye alrededor una ráfaga de disparos para buscar la mejor fotografía posible.

Ayer, diez minutos después de haber concluido el partido entre el Málaga CF y la UD Pilar de Horadada, cuando se encaminaba a entrar en el Hotel Deportivo, donde se han alojado los jugadores en el Real Club de Golf Campoamor, fue abordado por alrededor de un centenar de aficionados, que buscaban hacerse la foto con él o pedirle un autógrafo. Casi todos ellos eran jóvenes que se acercaron a su lado sin otra intención que captar una imagen del holandés o compartir la imagen junto a él.

Sin embargo, a medida que se acercaba a la puerta del hotel, las distancias se acortaban hasta el punto de que no podía apenas andar y, cuando intentó abrirse paso entre la multitud, fue empujado por alguno de los seguidores, pese a que iba escoltado por una pareja de la Guardia Civil. Van Nistelrooy se volvió para ver quién había sido, le miró «con cara de pocos amigos», pero reaccionó de inmediato y se adentró en el hotel.

Junto al goleador de los Países Bajos, sólo quedaba por meterse en el establecimiento Manuel Pellegrini, que aunque no sea uno de los fichajes de la presente temporada, es capaz de aglutinar a cientos de personas a su alrededor, muchos con hijos pequeños para hacerse la típica fotografía.

Pellegrini también fue requerido por numerosos aficionados, que lo paraban continuamente para fotografirse junto a él. Y, al igual que había ocurrido con Van Nistelrooy, el entrenador malaguista también fue objeto de persecución durante algunos minutos por decenas de hinchas. Pellegrini sudaba, por el calor y por el agobio, pero tras hacerse muchas fotos, pudo entrar en el hotel.