Liga de Campeones | La crónica
Que pase el siguiente...
Remontada épica del Málaga sobre el Oporto en una noche inolvidable para pasar a cuartos de final de la Liga de Campeones - Isco igualó antes del descanso, el Oporto se quedó con uno menos en la reanudación y Santa Cruz cerró el pase
JOSÉ CRIADO
La magia y la ilusión envolvió al Málaga CF para guiarlo y acompañarlo a los cuartos de final de la Liga de Campeones, en otra noche épica en su historia. El mejor Málaga de toda la temporada volvió a hacer acto de presencia para certificar que este equipo es y debe estar entre los mejores ocho conjuntos del continente. Con un fútbol ambicioso y de alta escuela, el conjunto de Pellegrini remontó la eliminatoria de octavos de final al Oporto y mantiene intacto su sueño de acudir a la gran final de Wembley, el próximo 25 de mayo.
Posiblemente hoy, quien lea estas líneas ya habrá visto el partido y habrá celebrado el pase malaguista. No es para menos. Pero quizás no pudo comprobar cómo pese a haber transcurrido diez minutos del pitido final del encuentro por el italiano Nicola Rizzoli, los tifos de Malaka Hinchas y Frente Bokerón seguían ondeando con todo su esplendor en honor a la gran batalla vencida. O que nada más finalizar el choque, los jugadores se abrazaron formando una piña en el centro del campo mientras toda La Rosaleda coreaba a pleno pulmón y con las bufandas al aire el himno malaguista. O la última carrera de Toulalan, que no se cansó de correr, para atravesar el césped y entregar su gloriosa camiseta en uno de los fondos. O el sincero abrazo de Pellegrini con Demichelis. O la felicitación de Moayad Shatat a cada uno de los jugadores a pie de campo, en la puerta de los vestuarios. Estos son sólo algunos de los retazos de una historia para recordar con el paso de los años, de una celebración que se alargó con el transcurso de las horas y que ha pasado ya al imaginario del fútbol malagueño y andaluz.
Cualquier calificativo se queda corto hoy para el Málaga y mucho más para su afición, que creó desde el primer minuto una atmósfera propicia para la remontada. A buen seguro que todo aficionado tendrá en su retina guardado un chispazo, una imagen que recordará como una de las mejores en su vida. El golazo inicial de Isco, el tanto de Santa Cruz que certificó la clasificación, el mosaico del inicio del partido, los cánticos durante el choque o la celebración final. Sin duda, fue un éxtasis en blanquiazul que perdurará mucho tiempo en la memoria del malaguismo.
Lo mejor de todo es que el partido de anoche no llegó a ser el más importante en la historia del Málaga, porque ése aún está por llegar. Anoche, la afición entornó los ojos para conciliar el sueño con una gran sonrisa, con la tensión del choque, pero haciendo cábalas del próximo rival europeo. No será fácil, pero tampoco lo tendrá sencillo el que se mida a este Málaga. Y es que Europa ya sabe que el que quiera pasar por encima de este equipo, tendrá que sudar sangre y lágrimas.
La Rosaleda sigue sin conocer la derrota en Europa. Y buena parte de culpa la tuvo la afición, que consiguió marcar el primer gol del partido e igualar fuerzas. Porque el choque, en sus inicios, parecía toda una continuación del día de Do Dragao. El Oporto salió a presionar muy arriba el juego malaguista y abusó de su poderío físico para volver a hacer daño. Fueron minutos de zozobra malaguista y muy lejos de enarbolar la bandera de la remontada. Pero sin goles, la eliminatoria seguía muy viva.
Fue en los últimos 15 minutos de la primera mitad cuando el Málaga comenzó a ser el Málaga. El equipo de Pellegrini le robó el cuero al de Pereira con un coloso Toulalan y comenzó a jugar. Isco emergió, Joaquín desequilibró y Saviola conectó. Primero fue un gol anulado injustamente al «Conejo» (40´), pero sólo unos minutos después, Isco volvía a regatear rivales para perforar la portería en Champions, para encumbrarse en los altares europeos. El malagueño, de fuerte disparo desde fuera del área, superó a Helton para poner la igualada en la eliminatoria (44´). Gol psicológico y a la caseta a descansar.
A vuelta de vestuarios terminó de decantarse en el partido. Joaquín, en una galopada de las que lleva haciendo toda su vida, invitó a Defour a que le hiciera la falta. El jugador luso cayó con un pardillo en la trampa y vio la segunda amarilla con sólo 4 minutos jugados de la segunda mitad.
Con la expulsión, todo parecía decidió y era cuestión de tiempo que el Málaga certificara la hora de la muerte del Oporto. Hasta Pereira lo sabía y metió a otro central para alargar la agonía.
Pero pasó mucho tiempo sin encontrar el camino del gol. El Málaga sesteó demasiado y demoró la ejecución del gran dragón portugués más de la cuenta. Hasta que entró Santa Cruz. El paraguayo, en el primer balón que tocó, mandó a la red un córner botado por Isco (78´). El delirio se apoderó del malaguismo. La remontada estaba hecha. Ahí estaba el premio a la tenacidad y la fe.
No se rindió el Oporto, que con uno menos buscó la portería de Caballero. Pero no pasó aprietos reales el meta argentino, que mantuvo su portería impoluta y acabó celebrando el triunfo y el pase con la afición y con gritos de «Málaga, Málaga». Disfruten, porque esto es el cielo del fútbol e Isco, Toulalan y Santa Cruz son sus ángeles.
@JoseCriadoOpi
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