­ Las lágrimas blanquiazules recorren aún a estas horas los rostros de los malaguistas, que lloran la eliminación de su equipo. El fútbol, tan caprichoso y sorprendente, guardó un final inesperado para clausurar la gloriosa andadura del Málaga CF por Europa. La lamentable actuación del colegiado escocés señalando el gol final de Santana como legal -en fuera de juego- y lo transcurrido en dos minutos fatídicos, los que cerraban los cuartos de final de la Champions, fueron la condena que evitó la entrada en el olimpo balompédico. Ése fue el tiempo que el Málaga empleó para transportarse del cielo de las semifinales al infierno de la eliminación, de la gloria de ser uno de los cuatro mejores equipos de Europa a quedarse con cara de tonto. Pero ojo, que la tristeza y la rabia no impida reconocer el exitoso camino malaguista por los campos del Viejo Continente, su glorioso estreno en la máxima competición ni el orgullo que ha levantado en toda una ciudad y casi medio país.

La crónica del partido casi se puede resumir en esos dos minutos que pasarán a la historia negra blanquiazul. Cuando Craig Thomson señaló cuatro minutos de prolongación con el 1-2 malaguista nadie daba un duro por los germanos. Pero fue Felipe Santana, tres minutos después y en fuera de juego -junto a otros tres compañeros-, el que empujó al fondo de las redes un balón suelto en el área de Willy para desatar la locura del Westfalenstadion. Era el tiempo añadido, ni su propia afición apostaba por su equipo... Pero lo lograron en un final épico para la historia de la competición. Sólo un minuto antes del gol del brasileño, Reus había recogido un rechazo para poner la igualada. Parecía que sería mera anécdota. Pero fue la antesala de la guillotina para el Málaga. Lástima.

La frustración, el desamparo y la mayor de las penas invadió al malaguismo entonces, que ya saboreaba las semifinales e incluso hacía cábalas con el posible rival en la fase previa a la final de Londres. El horror llegó a los propios jugadores malaguistas, que lloraban sobre el césped alemán el gol de Santana, que fue directo al corazón blanquiazul y que cubrió de hiel la moral de unos hombres que hasta la fecha parecían inquebrantables. Unos héroes de carne y hueso que han hecho casi un milagro.

Hoy las lágrimas no deben impedir reconocer a un gran equipo como el Borussia Dortmund, que no fue superior al equipo de Pellegrini. Hoy parece un mal sueño, pero la realidad es que la afición debe sentirse orgullosa de su equipo tanto o más que si hubiera pasado a semifinales. Fue un despertar brusco del sueño. Un batacazo de realidad que duele casi más que salir goleado. Esas cuestiones siempre afloran cuando el final es tan inesperado, cuando la suerte te guarda un giro tan macabro.

No se merecía ni el Málaga ni su afición esta despedida. No así. Pero en la retina del Málaga también deberá permanecer para la posteridad 90 minutos de su auténtico equipazo en uno de los estadios más complicados del planeta. El golazo de Joaquín, la reaparición con tanto de Eliseu, la omnipresencia de Toulalan o las paradas de Willy. Todo eso no debe caer en el olvido. El gol ilegal no debe de borrar un trabajo fino y exquisito de los hombres de Pellegrini.

Cierto que para explicar el partido casi quedan en anécdota eso primeros 90 minutos, donde el Málaga demostró estar a la altura de los mejores. No salió el Borussia Dortmund en tromba, como en La Rosaleda, y en ese juego de ritmo pausado se movió mejor el conjunto blanquiazul que el amarillo.

Juntos, agazapados y dando zarpazos certeros se consumieron los minutos hasta que Joaquín dio la primera alegría. Un regate, disparo seco y gol. Empató Lewandoswki antes del descanso, pero en la reanudación, el tiempo corría a favor del Málaga. En una contra marcó Eliseu para poner casi pie y medio en semifinales. Pero el fútbol, con la inestimable ayuda del penoso Craig Thomson, le hizo un guiño al Borussia y le dio la espalda al Málaga en un duro final. Hasta siempre Europa. Volveremos.

@JoseCriadoOpi