Como el que intenta agarrar de un puñado el agua y sólo consigue la desesperación de la nada, así se le escapó ayer el partido al Málaga, entre los dedos, entre ocasiones malogradas y suspiros a ninguna parte. Con ese punto que voló cuando ya se contaba con ellos, cuando la equis ya subía al marcador definitivo, también se escapa otro trocito de Europa. Quizás un pellizco más al que sumar de los tantos que se han ido dando contra Dépor, Real Sociedad, Eibar, Levante, Rayo o Granada. Demasiados traspiés como para seguir aspirando a algo a estas alturas. Pero desde luego el de ayer fue un doloroso panegírico de este Málaga que tan buenas tardes de gloria ha dado este curso, pero que no es capaz de reeditar su mejor versión ni aunque se lo proponga.

Ayer el Málaga pudo sacar medio billete europeo de haber ganado, pero se dio cuenta que tenía el pasaporte caducado justo cuando iba a embarcar. La derrota en Vigo ante un buen Celta tuvo diferentes picos de atención. Por momentos el Málaga recordó al de sus peores tardes. Otras veces, sin embargo, pareció encontrar la chispa y el camino que tanto le dio lejos de casa, sobre todo al principio de curso. Pero volvió a demostrar que sigue siendo el Málaga, con sus fallos inexplicables que se acumulan a lo largo de su dilatada historia.

El gol del Celta, el tanto de un gran Nolito llegó al final, cuando nadie se lo esperaba y cuando quizás menos lo merecía el equipo gallego. Llegó en una internada por banda de Santi Mina, un pase al área de los de «a lo que salga», un mal despeje de Tissone y un remate manso aunque sorpresivo del delantero gaditano. Fin. Ése es el doloroso resumen del partido. Porque podremos decir que el Málaga mejoró con respecto a otros envites, sobre todo como visitante. También podremos afirmar que fue acreedor de al menos un punto, que si Darder hubiera atinado a marcar en vez de lanzar al palo, que si el penalti sobre Amrabat, que si... Pero al final, lo que pesa a estas alturas son los puntos, faceta que el Málaga se ha olvidado de revolucionar.

Porque Javi Gracia prometió una revolución en la previa y la puso en práctica sobre el césped. Pero sólo fue de hombres, no de ideales ni de juego. Al menos de inicio, el Celta fue sumamente superior al conjunto malaguista. Berizzo desarboló la pizarra de Gracia y sólo la fortuna y el buen hacer de Kameni evitaron que el marcador se moviera en los primeros compases del duelo.

Aguantó como pudo el Málaga la primera media hora. Corrió -a veces sin sentido-, bregó e intentó achicar agua mejor que peor. Pero sobrevivió. Sacó la cabeza del lodo con el tiro al palo de Darder, que pudo marcar un antes y un después en el partido y puede que en la clasificación para Europa. El mallorquín, con todo a su favor y en mano a mano, estrelló el esférico a la madera en el 34´ cuando se saboreaba el tanto. No fue una simple ocasión, ya que acabó nivelando la balanza e incluso dotó al Málaga de mayor protagonismo.

El paso por vestuarios no interrumpió el guión y el conjunto de Gracia siguió mostrando más poderío ofensivo -al menos las más claras-. Pero otro palo, esta vez en la portería de Kameni y en doble golpeo, volvió a igualar fuerzas. El partido entró en una espiral de ida y vuelta, como si fuera una eliminatoria a vida o muerte. El Málaga, como púgil experimentado en estas lides, esquivó los golpes célticos y asestó los que pudo a la contra. Amrabat tuvo en sus botas el gol en otro mano a mano (76´). Pero el KO llegó del lado local, que asestó un gancho directo a la mandíbula del malaguismo y de sus aspiraciones europeas. Nolito marcó en el 89´. El Málaga, pese a todo, sigue dependiendo de sí mismo. Pero a estas alturas y con esta racha...