Calma, tranquilidad y unión. El mensaje desde Martiricos parece que hoy suena alto y claro, como si no se hubieran sacudido hace unos días los cimientos de la entidad de arriba a bajo. Hoy muchos, donde dijeron «digo» dicen ahora «Diego», dejando con el culo al aire a más de uno. Un hecho que no hace ningún bien al club ni al malaguismo.

Llegados a este punto, quizás deberíamos hacer un sencillo ejercicio de memoria. Ya que las verdades parecen ser tergiversadas dependiendo de donde vengan, lo mejor es fijarse en los hechos. ¿Dónde está la inversión? ¿O la esperada rueda de prensa? ¿O el cambio esperado? ¿O el nuevo inversor a modo de patrocinador?

Así que el que piense que la crisis del Málaga es por una cuestión deportiva, se equivoca de pleno. El que quiera señalar a Mario Husillos y Vicente Casado como únicos culpables de los males del Málaga, también. Ni siquiera Gracia y sus pupilos. Cada acto tiene consecuencias y hace mucho tiempo que los Al-Thani están jugando con fuego.

Yo soy de los que piensan que si el jeque y propietario del Málaga CF no quiere invertir más dinero, está en su derecho. Hoy en día nadie regala nada y mucho menos en el mundo del fútbol, que es una trituradora continua de billetes. Está bien, Al-Thani, pero si «no money, no party», así que no espere usted milagros desde su torre de marfil. El problema, el gran reproche de la afición es la falta de afecto, su prolongada inacción y su dilatada ausencia. ¿Dónde está usted? ¿Si no hay dinero, por qué no está aquí su hombro para arrimarlo cuando más falta hace? ¿Por qué ese repentino afán de revolución y de llevar de la ficción a la realidad los Diez Negritos de Agatha Christie?

Todo esto genera un ambiente de inseguridad en todos sus estamentos. No sabemos cuál es el camino que tomará el nuevo Málaga. Desconocemos si los anunciados cambios traerán hombres de fútbol o sólo oficinistas. No sabemos si LFP, RFEF y CSD mirarán ahora para otro lado, después de hacer la vista gorda en la rehabilitación del Málaga. Y lo peor, está por ver cómo se digiere estos movimientos en el césped, en plena crisis deportiva y con el equipo cogido con alfileres.